El prelado español oculta que el propio San Pedro tenía mujer y que San Pablo instaba a los curas “a ser buenos maridos”
El presidente de la Conferencia Episcopal
Española, Antonio María Rouco Varela, optó esta semana por faltar a la
verdad al afirmar que el celibato es una norma de la Iglesia que “ha
sido reafirmada una y otra vez a lo largo de toda la historia”. El
prelado pronunció estas palabras poco después de que el recién nombrado
Secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, dejase claro que el
celibato obligatorio “no es un dogma de fe y puede ser discutido porque
es una tradición eclesiástica”.
La esperanza de los progresistas
Unas palabras, las de Pietro Parolin, que acogieron con enorme esperanza
los sectores más progresistas de la Iglesia Católica. De hecho,
numerosos religiosos se pronunciaron en España a favor de abrir el
debate sobre si los curas pueden contraer o no matrimonio. Es el caso
del padre Ángel García (presidente y fundador de Mensajeros de la Paz),
de Javier Baeza (párroco de San Carlos Borromeo, situada en el barrio
obrero de Entrevías), o del teólogo Juan José Tamayo (secretario general
de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII y una de las voces
más críticas del papado de Benedicto XVI).
El rechazo del Opus
Pero como era de esperar, las declaraciones del nuevo Secretario de
Estado del Vaticano también han levantado ampollas en los sectores más
reaccionarios de la Iglesia Católica y especialmente en el Opus Dei,
temeroso ante el rumbo que está tomando el pontificado de Francisco.
Tanto es así que el cardenal arzobispo de Lima y uno de los portavoces
autorizados de la Obra, Juan Luis Cipriani, no ha dudado en criticar
públicamente algunas decisiones promovidas por el Papa como fomentar el
diálogo con la Teología de la Liberación.
Mala sintonía entre Francisco y Rouco
No es ningún secreto que los pasos
aperturistas de Francisco -sobre todo su sencillez y austeridad, además
del tono cuasi revolucionario de algunos de sus discursos- tampoco
entusiasman al presidente de la Conferencia Episcopal. Desde su
nombramiento como Papa, Rouco Varela siempre ha mirado con recelo a
Jorge Bergoglio. El prelado español es consciente de que el nuevo Obispo
de Roma es una “bomba” para la mayoría de los obispos españoles y sus
incondicionales ultras. De hecho, los expertos sostienen que Francisco
apuesta por la jubilación de Varela y es partidario de quitar
protagonismo en la iglesia española a movimientos como el Opus, los
Legionarios, los Kikos y Comunión y Liberación.
Rouco falta a la verdad
Sin embargo, hasta que Pietro Parolin abrió el debate sobre el celibato,
Rouco Varela no había mostrado públicamente sus discrepancias con el
papado de Francisco. Claramente, la estrategia del obispo español cambió
cuando el pasado 17 de septiembre aprovechó su presencia en la Universidad Pontificia
de Salamanca para pontificar que el celibato es “una norma” que “se
vive tal y como lo regula la Iglesia desde los comienzos mismos de la
historia de la Iglesia”.
El propio Pedro estaba casado
Unas afirmaciones que carecen de rigor histórico, pues no fue hasta
1139, con motivo de la celebración del segundo Concilio de Letrán (que
fue refrendado por el Papa Inocencio II), cuando el celibato se
convirtió en una norma obligatoria. Tanto es así que hasta el propio
Pedro, el jefe de los apóstoles, estaba casado (así se recoge en el
Evangelio Según San Marcos I, 29-39 5to, donde se relata Jesucristo curó
a la suegra de Pedro).
San Pablo recomienda ser “marido de una mujer”
En las Sagradas Escrituras, Pablo tampoco prohíbe casarse a los sacerdotes.
Al contrario, les insta a ser buenos maridos y no caer en la tentación
del adulterio: “Conviene que (el sacerdote) sea irreprensible, marido de
una mujer, vigilante, sobrio, honrado, acogedor (…) no pendenciero ni
avaro (…) Que gobierne bien su propia casa, tenga a sus hijos en
obediencia, con toda modestia. Porque si alguien no sabe gobernar su
propia familia ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia?” (Extractos de la
Primera Epístola de San Pablo a Timoteo).
Curas y obispos casados
Queda por tanto demostrado que en los primeros siglos de la Iglesia, los
sacerdotes, e incluso los obispos, eran casados o solteros,
indistintamente. Prueba de ello es que en el año 385, San Siricio
abandonó a su mujer para convertirse en Papa, decretando que los
sacerdotes pudieran «dormir con sus esposas». Es a partir del siglo IV
cuando la jerarquía solicita que los sacerdotes se abstuviesen
sexualmente la noche antes de celebrar la eucaristía. Más tarde, cuando
la Iglesia introdujo la misa diaria, el precepto de abstinencia se
convirtió en obligación continua. La justificación fue la “pureza
ritual”: cualquier actividad o experiencia de placer sexual es
incompatible con el contacto con el pan eucarístico.
No se impone hasta el 1500
“Hay que esperar al Concilio de Trento (mediados del siglo XVI) para que
la disciplina eclesiástica del celibato se imponga. Con algunas
excepciones. Por ejemplo, Pío IV pensó en dispensar del celibato a los
sacerdotes alemanes a ruegos del emperador. Con altibajos, desde
entonces el celibato se impuso en la Iglesia católica de rito latino.
Porque, en la Iglesia católica de rito oriental rige el celibato
opcional, así como en todas las demás confesiones cristianas:
protestantismo, anglicanismo e Iglesia ortodoxa”, explica José Manuel
Vidal, prestigioso periodista especializado en religión.
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