Bergoglio,
de visita en Cerdeña, improvisa una oración: “Trabajo, trabajo,
trabajo. Los ídolos del dinero nos están robando la dignidad”
La novedad del papa Francisco
no es tanto lo que dice como lo que escucha. La primera decisión de
Bergoglio tras ser elegido Papa fue la de no encerrarse en el Vaticano,
no solo para llegar a la gente, sino, sobre todo,
para que la gente llegara a él. Y también lo primero que hizo ayer al
llegar a Cagliari, la capital de Cerdeña, no fue soltar una monserga al
uso, sino escuchar con visible atención las quejas de tres de las
víctimas de la crisis, un parado, un pastor y una empresaria.
El parado le dijo: “La falta de trabajo
debilita el espíritu y provoca miedo y desconfianza en el futuro. No nos
deje solos”. Y, como respuesta, el Papa guardó el discurso que traía
escrito e improvisó un vehemente alegato en contra del modelo económico:
“El actual sistema económico nos está llevando a la tragedia. Los ídolos del dinero nos están robando la dignidad”.
Los sistemas injustos quieren robarnos la esperanza
El papa Francisco tiene miedo de que sus palabras suenen huecas, impostadas, y así lo reconoció: “No quiero ser
un funcionario de la Iglesia que viene y os da ánimos con palabras
vacías, dichas con una sonrisa. Perdonad si estas palabras son un poco
fuertes, pero digo la verdad: la falta de trabajo te lleva a sentirte
sin dignidad. ¡Donde no hay trabajo no hay dignidad! Y esta tragedia es
la consecuencia de un sistema económico que ha puesto en el centro a un
ídolo que se llama dinero”.
Ya para entonces, el Papa había arrancado aplausos y lágrimas a las
decenas de miles de personas que abarrotaban las inmediaciones de la
basílica de la Virgen de Bonaria —advocación que dio nombre a la ciudad
de Buenos Aires— hablándoles
del sufrimiento de sus padres al llegar a Argentina: “Me siento muy
cercano a los que atraviesan una situación de sufrimiento, a tantos
jóvenes sin trabajo, a las personas apuntadas al desempleo o con
trabajos precarios, a los empresarios y comerciantes que tienen que
hacer muchos esfuerzos para salir adelante. Es una realidad que conozco
bien porque vengo de Argentina. Mi padre, de joven, se fue a Argentina
lleno de ilusiones por buscar un futuro en América. Y sufrió la terrible
crisis de los años treinta. ¡Perdió todo! ¡No había trabajo! Sé que
debo hacer todo lo posible para que la palabra ánimo sea una bella
palabra dicha de pasada. Quiero que este encuentro me empuje a hacer
todo lo posible como pastor y como hombre”.
Y como pastor de la Iglesia y como hombre que en estos momentos lleva
tras de sí toda la atención mediática mundial, Bergoglio lanzó una
andanada a los líderes políticos
y económicos: “El actual sistema económico nos está llevando a una
tragedia. Vivimos las consecuencias de una decisión mundial, de un
sistema económico que tiene en el centro a un ídolo que se llama dinero.
Pero Dios ha querido que en el centro estén el hombre y la mujer y que
lleven adelante el mundo con su trabajo. ¡Pero aquí manda el dinero! Y
caen los ancianos, porque en este mundo no hay un puesto para ellos. Se
trata de una eutanasia escondida: no los cuidamos, no los tenemos en
cuenta…”.
El Papa, que el pasado mes de julio eligió la isla de Lampedusa como
su primer viaje en Italia y arremetió contra “la globalización de la
indiferencia” ante el drama de la inmigración, ha elegido otra isla,
Cerdeña, como su segundo viaje hacia la periferia, esta vez hacia la
periferia del desempleo y la desesperanza. Al final de su encuentro con
los representantes del mundo del trabajo —o de la falta de él—,
Francisco improvisó una oración que era también una queja y una
exigencia a un Cristo al que nunca le faltó el jornal: “¡Señor, míranos!
Mira esta ciudad, esta isla. Mira nuestras familias. Señor, a ti nunca
te faltó el trabajo, eras carpintero, eras feliz. Señor, nos falta el
trabajo. Los ídolos quieren robarnos la dignidad. Los sistemas injustos
quieren robarnos la esperanza. Señor, no nos dejes solos. Ayúdanos a
ayudarnos entre nosotros, a olvidar el egoísmo. Señor Jesús, a ti no te
faltó el trabajo, enséñanos a luchar por el trabajo”.
Bergoglio también tuvo un encuentro con el mundo de la cultura,
durante el cual pidió tener en cuenta a las nuevas generaciones de
políticos, y una reunión en la catedral con un grupo de 27 detenidos y
132 personas en situación de pobreza. El Papa que escucha les demostró
que tiene calados a quienes utilizan la caridad como un negocio: “A
veces también se encuentra la arrogancia en el servicio a los pobres.
Algunos hacen alardes, se les llena la boca con los pobres… Sé que esto
es humano, pero no está bien. Mejor harían con quedarse en casa”.
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