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miércoles, 27 de agosto de 2025

CRITERIOS DE FELICIDADLucas 14, 7-14

 


«Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado»

José E. Ruiz de Galarreta entiende a Jesús como «sabiduría de Dios ofrecida a los seres humanos»; una sabiduría que manifiesta en su profundo mensaje teológico, pero también en los consejos prácticos de mera sabiduría de la vida que menudean en el evangelio. Entre ellos caben destacar los recogidos en los capítulos quinto y sexto de Mateo (y en el sexto de Lucas), donde se muestran los criterios de Jesús en materia de felicidad: «Cuánto más felices seríais si…»

Vamos a detenernos a hablar de felicidad. Según afirman los eudemonistas (con Aristóteles y Tomás de Aquino a la cabeza), la felicidad es el fin último del ser humano, pero debemos tener en cuanta que cuando hablan de felicidad no se están refiriendo a aquellas sensaciones a las que nosotros les damos tal rango sin tenerlo (como el bienestar, el confort o cualquier situación de satisfacción y contento”, como reza el diccionario), sino que la entienden como “un estado de plenitud y armonía del alma” (o si lo prefieren, del “animo”).

La felicidad así concebida es algo que sólo sentimos circunstancialmente; algo que no somos capaces de abarcar ni comprender, que no sabemos cuándo se va a presentar o dónde buscarla, y que, aún en el momento en que nos sentimos felices, no sabemos en qué consiste ni cuánto va a durar. Esta singularidad nos mueve a pensar que se trata de una realidad ontológica que nos supera; muy por encima del resto de nuestros atributos como pueden ser la inteligencia o la conciencia; un eslabón que nos une a algo muy superior en ciertos momentos de nuestra vida; un adelanto de la realidad del ser humano libre de sus limitaciones. Sin duda, en esos momentos estarán actuando sobre nuestro cerebro un aluvión de estímulos, pero ésa no puede ser la causa de la felicidad, sino la consecuencia; la respuesta somática a un estado del ánimo superior provocado por causas que se nos escapan.

¿Pero dónde buscarla?...

El mundo me dice que seré feliz si soy rico, si tengo poder o prestigio social, si no me dejo avasallar, si soy más listo que los demás para los negocios, si voy de diversión en diversión, si no me meto en líos, si no me insultan ni me persiguen… Jesús, en cambio, me propone un código de felicidad radicalmente distinto e inverosímil: “¿Quieres ser feliz...? –nos dice–, pues confórmate con poco, comparte lo que tienes con los que no tienen, aprende a sufrir, di siempre la verdad, no seas violento, trabaja para que prevalezca la justicia, no trates de aprovecharte de nadie… y no te preocupes si te insultan y te persiguen por ello, pues a la larga serás mucho más dichoso”.

¿Creo en él? ¿Le creo a él? ¿Me fío de él? ¿Estoy dispuesto a vivir compartiendo, perdonando, sembrando la paz, trabajando por la justicia, actuando siempre con sinceridad y sin temor al sufrimiento? ¿Me lo juego todo apostando por unos criterios de locos; viviendo de acuerdo a unos valores tan estrafalarios como poco evidentes?... Decir que sí, que me la juego, que cambio de vida, es tener fe en Jesús; lo demás será otra cosa. Creeré en Jesús si es él quien manda en mis criterios y mis valores; si es él quien da sentido a mi vida; si creo que sus criterios pueden salvar el mundo del desastre y me comprometo con la tarea de hacer realidad su sueño…

Pero, como decía Jon Sobrino: «A eso es a lo que tenemos miedo; a ser felices a lo cristiano».

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

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