
fe adulta
Después de varios domingos con evangelios complicados y densos de contenido, el de hoy resulta extrañamente fácil de entender. Tan fácil, que suscita sospecha. Un sábado, uno de los principales fariseos invita a Jesús a comer y él acepta.
Primera parte: una enseñanza (Lc 14,7-11)
Se supone, aunque no se cuenta, que todos los invitados corren a ocupar los primeros puestos. Hace veinte siglos, conseguir uno de ellos era importante, no sólo por el prestigio social, sino también porque se comía mejor. Marcial, el poeta satírico nacido en Calatayud el año 40, que vivió parte de su vida en Roma, ironizó sobre esas tremendas diferencias.
Jesús aprovecha para ofrecer una lección. Sus palabras resultan desconcertantes: aconseja un comportamiento puramente humano, una forma casi hipócrita de tener éxito social: ponerse en la cola para que te suban al primer puesto. Por otra parte, la historieta no encaja en nuestra cultura, ya que cuando nos invitan a una boda nos dicen desde el primer momento en qué mesa debemos sentarnos.
Por consiguiente, lo que nos puede parecer una historieta anticuada y poco digna en boca de Jesús, reflejaba para los lectores antiguos una realidad cotidiana divertida, que los llevaba, casi sin darse cuenta, a la gran enseñanza final: Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. Si en vez de la voz pasiva (“será humillado, será enaltecido”) escribimos Dios, todo queda más claro: “Al que se enaltece, Dios los humillará, al que se humille, Dios lo enaltecerá”. Ya no se trata de la actitud que debemos adoptar cuando nos inviten a una boda, sino de una actitud continua en la vida y ante Dios. Pocos capítulos más adelante, Lucas propondrá en la parábola del fariseo y del publicano un ejemplo concreto, que termina con la misma enseñanza (Lucas 18,10-14).
Segunda parte: un consejo (Lc 14,12-14)
La segunda intervención de Jesús resulta también atrevida y desconcertante. En las sociedades agrarias, como la del imperio romano, «pobres, lisiados, cojos y ciegos», al no poder trabajar, formaban parte del estrato más bajo, la clase de los despreciables. Y, desde un punto de vista religioso, estas personas quedaban excluidas en Israel de ciertas funciones sacerdotales o de la pertenencia a la comunidad de Qumrán.
Por consiguiente, Jesús se manifiesta en contra de las normas sociales y religiosas vigentes. Pero hay otro aspecto fundamental en sus palabras: lo importante no es lo que obtenemos en esta vida, sino lo que nos darán en la otra. Lo mismo que dice a propósito de la limosna, la oración y el ayuno en el Sermón del monte, cuando contrapone la recompensa efímera que se consigue en la tierra con la perenne que Dios da (Mt 6,1-18).
La referencia a la «resurrección de los justos» no significa que solo ellos vayan a resucitar. La expresión sólo aparece otras dos veces, y en ambas ocasiones va acompañada de la resurrección y castigo de los malvados. Pablo dice al gobernador Félix que «habrá resurrección de justos e injustos» (Hch 24,15). Y el cuarto evangelio: «los que obraron bien obtendrán una resurrección de vida, los que obraron mal una resurrección de juicio» (Jn 5,29).
Primera lectura (Eclesiástico 3, 17-18. 20. 28-29)
Contiene cuatro consejos; los dos primeros empalman directamente con el tema del evangelio.
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