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ATALAYA ENERO 2025

jueves, 17 de abril de 2025

EL FUEGO Y EL AGUA SIMBOLIZAN LA VIDA QUE PERMANECIÓ DESPUÉS DE LA MUERTEVIGILIA PASCUAL (C) Lc 24,1-12

Vigilia Pascual



La Vigilia Pascual es la liturgia más importante de todo el año. Las lecturas del AT nos deben introducir en la trayectoria de nuestra espiritualidad. La experiencia de la religión judía durante tanto tiempo debe provocarnos un sentimiento de continuidad con todos aquellos que vivieron la cercanía de un Dios que se preocupó de ellos y los liberó.

En esta vigilia celebramos la VIDA, que en la experiencia pascual descubrieron los discípulos en su maestro y en ellos mismos. Los símbolos centrales de la celebración son fuego y agua. Son los dos elementos imprescindibles para la vida biológica. La vida biológica nos ayuda a entender lo que es la Vida trascendente.

Las realidades trascendentes no pueden percibirse por los sentidos, por eso tenemos que hacerlas presentes por medio de signos. Esa vida está ya en nosotros, pero si no la descubrimos y la vivimos, estará latente y sin afectarnos en nada a la de cada día. Nuestra tarea consiste en descubrir esa posibilidad de vivir conscientemente esa Vida.

El recordar nuestro bautismo apunta a lo mismo. Jesús dijo a Nicodemo que había que nacer del agua y del Espíritu. Este mensaje es pieza clave para descubrir de qué Vida estamos hablando. En el prólogo del evangelio de Jn dice: “En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres”. Estamos recordando esa Vida y esa luz en la humanidad de Jesús. Al desplegar durante su vida, la misma Vida de Dios, nos abrió el camino de la plenitud a la que podemos acceder. En todos y cada uno de nosotros está ya esa Vida.

Lo que estamos celebrando esta noche, es la llegada de Jesús a esa meta. Jesús, como hombre, alcanzó la plenitud de Vida. Posee la Vida definitiva que es la Vida de Dios. Esa vida ya no puede perderse porque es eterna. Podemos seguir empleando el término “resurrección”, pero debemos evitar el aplicarla inconscientemente a la vida biológica y psicológica, porque es la que nosotros podemos sentir, es decir, descubrir por los sentidos. 

Pero lo que hay de Dios en Jesús no se puede descubrir mirando, oyendo o palpando. Ni vivo ni muerto ni resucitado, puede nadie descubrir lo que hay en él de Dios. Tampoco puede ser el resultado de alguna demostración lógica. Lo divino no cae dentro del objeto de nuestra razón. A la convicción de que Jesús está vivo, no se puede llegar por razonamientos. Lo divino que hay en Jesús, y por lo tanto su resurrección, solo puede ser objeto de fe. Solo a través de la vivencia personal podemos comprender la resurrección.

Creer en la resurrección exige haber pasado de la muerte a la Vida. Por eso tiene en esta vigilia tanta importancia el recuerdo de nuestro bautismo. Jesús murió a lo terreno, al egoísmo, y nació a la verdadera Vida, la divina. Creemos que hemos sido bautizados un día a una hora determinada y que allí se realizó un milagro que permanece por sí mismo.

Para descubrir el error, hay que tomar conciencia de lo que es un sacramento. Los sacramentos están constituidos por dos realidades: un signo y una realidad significada. El signo es lo que podemos ver, oír, tocar. La realidad significada ni se ve ni se oye ni se palpa, pero está ahí siempre porque depende de Dios que está fuera del tiempo. El bautismo significa esa Vida divina presente siempre en nosotros.

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