“Sus almas están más cerca del Señor, se comunican con Él más fácilmente. Las hermanas hábiles de la comunidad aprecian particularmente su capacidad de perdonar, la capacidad de animar a sus hermanas encontrando la frase correcta de la Biblia que da sentido al día”.
Lo afirma la Madre Line, superiora de una congregación religiosa excepcional, Las Pequeñas Hermanas Discípulas del Cordero, un grupo de monjas que vive en el corazón de Francia, donde conforman la única comunidad de vida contemplativa que recibe a damas con síndrome de Down.
Su fascinante historia se remonta al año 1985 y tuvo su génesis en el encuentro de dos jóvenes, la actual priora y la Hermana Véronique, una joven con trisomía, ahora religiosa.
La hermana Véronique sintió el llamado a la vida religiosa, pero no era admitida en ninguna comunidad, a pesar de mostrar una “verdadera vocación” para ello. Esto llevó a la madre Line a visitar diversas comunidades que acogían a personas con discapacidad, pero descubrió que esas personas “no podían encontrar su lugar en estas comunidades porque no eran adecuadas para ellas”.
La futura superiora de las Hermanitas Discípulas del Cordero (Petites Soeurs Disciples de l’Agneau) afirma que fue el encuentro con la joven Véronique “la que nos inspiró para un nuevo comienzo” y asegura que se prometió a sí misma a ayudarla.
Un caso excepcional en el mundo religioso
Juntas “comenzaron a instalarse muy pobremente, en una pequeña casa en un pequeño pueblo de Touraine”, según narran las monjas en su sitio web en francés.
Fue un reto complejo, pues tal como señala agencia SIC en una nota sobre la comunidad femenina publicada por la COPE, el derecho canónico y las reglas monásticas no prevén la admisión a la vida religiosa de las personas con discapacidades mentales.
Sin embargo, Line y Véronique lograron que por una especial intervención divina, fuesen reconocidos los estatutos de esta comunidad especial “que tiene su propio estilo original”.
Instituto oficial tras el respaldo de varios obispos
Comenzaron en un pequeño apartamento, una casa popular; y más tarde se les unió otra joven con síndrome de Down. Un lustro más tarde, en 1990, recibieron el apoyo del entonces arzobispo de Tours, monseñor Jean Marcel Honoré, quien en 2001 sería creado cardenal por el papa Juan Pablo II.
Tiempo más tarde, establecen una comunidad en Le Blanc, donde reciben respaldo de monseñor Pierre Marie Léon Augustin Plateau, arzobispo de Bourges, cuya intervención les ayudó en el proceso de obtener reconocimiento oficial como instituto religioso contemplativo, en el año 1999.
Sostiene la nota que con el tiempo, las hermanas desarrollaron el priorato y la capilla obteniendo años después, en 2011, el reconocimiento definitivo de sus estatutos, gracias en gran medida a la intervención del arzobispo Armand Maillard, quien dio su apoyo a esta especial comunidad religiosa.
Las patrocinan santa Teresa del Niño Jesús y san Benito
No suman diez y es un caso único en el mundo. El 80% de ellas corresponde a damas con síndrome de Down.
Su vida contemplativa al servicio de las hermanas pequeñas cuenta con un especial patrocinio. Está regulada y disciplinada por la oración y la actividad manual. Además, “ha sido modelada y alimentada por la sabiduría de sus santos patronos: Santa Teresa del Niño Jesús y San Benito”.
Les motivan las palabras de Juan Pablo II a partir de la invitación: “¡No tengas miedo!” a un mundo en el que “el hombre tiene miedo al hombre, miedo a las fragilidades inherentes a su naturaleza y condición, como la discapacidad y la enfermedad”.
En cuanto a su vida de oración, las Hermanitas Discípulas del Cordero tienen oficio diario de Laudes, Vísperas y Completas, algo que intercalan con adoración eucarística y santo rosario.
Su comunidad cuenta con telares de madera, en los que cada hermana puede realizar diversas creaciones, como bufandas, bolsos y otros objetos textiles. En sus modestas instalaciones también tienen un taller de cerámica, por lo que pueden elaborar objetos como ollas y jarrones.
Tienen un parque con plantas aromáticas medicinales
De igual forma, la comunidad dispone de un parque de plantas aromáticas y medicinales, así como de un huerto. “Las hermanitas también participan en el mantenimiento del parque”, amén de la fabricación de cosméticos naturales para todo tipo de piel”.
En la actualidad, las monjas cuentan con un priorato y una capilla en medio de un parque. Allí reciben, por un período de discernimiento vocacional a niñas que desean ofrecer su vida al servicio de Cristo en la persona de sus hermanitas con síndrome de Down.
Bien decía Benedicto XVI (Encuentro con Jóvenes Discapacitados. Abril 19 de 2008) que: “Aunque la contribución de algunos puede parecer grande y la de otros más modesta, el valioso testimonio de nuestros esfuerzos constituye siempre un signo de esperanza para todos”.
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