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miércoles, 1 de mayo de 2024

UTOPÍA Y DISTOPÍA

ATRIO

col zapatero

 

En ATRIO el tema de Dios, sea su existencia, su imagen o concepto, su parcialidad como creador o árbitro supremo. ¿Y yo que sé? ¿Tengo que elegir? Demasiado para mí. Mariano plantea hoy el problema, atendiendo a la técnica, pero más existencial que filosóficamente. ¿Alguien nos ofrecerá aquí cómo y por qué llegó a optar por la fe en Él o por el no-dios (no-teos) como decisión definitiva? AD.

El autodenominado ateo que se afirma en la negación de Dios, lo hace en falso, y precisa la necesidad de que alguien le demuestre esa existencia para no tener que estar constantemente afirmándose en una negación, porque parece poco razonable tener que afirmarse con la negación de otro, dejando este trabajoso tema para el que se afirma en su firme creencia en Dios. También los hay que se afanan con todas sus fuerzas en demostrar su no existencia, pero se da la paradoja que ni unos ni otros alcanza tal demostración. Ni el que la afirma ni el que la niega, al menos en los términos arriba mencionados.

Tanto su demostración en un sentido u otro requiere mucho esfuerzo a la razón, con lo que lo más corriente es que unos y otros se declinen a la hora de decidirse más por su voluntad que por sus razones.

No sé por qué motivo nos resulta más a mano siempre el nó que el sí. El nó de la razón parece estar exento del principio filosófico de la duda metódica. El “nó”, no admite dudas, suele dejar siempre la cuestión zanjada, ¿se acuerdan de la famosa frase del, “nó es nó”, que daba por cerrado todo diálogo político posterior? El sí, siempre precisa justificarse, es como la mujer del césar, siempre está abierto a muchas condiciones.  Ejemplo de esto lo tenemos hasta en nuestro sistema jurídico y no digamos en la razón matemática al utilizarlo en muchas demostraciones como condición necesaria pero no suficiente, incluso en lenguaje coloquial siempre parece ir acompañado por un “pero”.

Pero ante los adelantos de la ciencia y la técnica parece ser que este esfuerzo racional nos lo vamos a ventilar de un “plumazo”, en un “plis-plas”, dicho en castizo y sin ambigüedades. Este esfuerzo se lo vamos a encargar a nuestro nuevo dios, que en este caso es diosa y que parece ser que deslumbra más que ese otro que queremos demostrar, y en el que tanto el que muchos de los que se dicen creyentes como en los que no, ponen todas sus esperanzas de futuro. Para ello sólo tendremos que esperar un poquito, no más de cinco años, según la noticia que me llega en el momento en que escribo este artículo.

Últimamente la IA está muy de moda, pero al igual que sucedió con la Teoría Especial de la Relatividad, que tuvo que esperar a que surgiese una ampliación de la misma y que explicase de forma más completa la realidad, con la denominada Teoría General de la Relatividad, y a su vez ésta también tuvo que esperar a las teorías “físico-matemáticas” cuánticas, en las que ya el sentido primigenio de realidad se esfuma; ahora pasa lo mismo con las llamadas IA ,bien sea en su sentido fuerte o débil, con ese acontecimiento a corto plazo de una nueva IAG (Inteligencia Artificial Generativa) en la que ya ella solita aprenderá sin necesidad de ser humano alguno. Inteligencia pura y dura, sabiduría con un solo sabor, el de su mente, que supongo sabrá a silicio, pero posiblemente con un poco de agua, para que no se caliente pues trabaja a la velocidad de la luz y además resulte Incolora, inodora e insípida.

Así las cosas, tanto los que quieran demostrar la existencia o no existencia de Dios se verán finalmente eximidos de dicho esfuerzo, cuya solución nos vendrá dada con esta nueva IAG, que por cierto tiene cierto parecido con el nombre de unas lavadoras alemanas muy buenas (AEG), lo que me lleva a sospechar que sus intenciones son las de hacernos un completo y perfecto lavado de cerebro.

Bueno, sea como sea, conflicto resuelto, pero acto seguido me pregunto: ¿Cambiaría en algo la realidad en que vivimos?, ¿tendríamos que empezar un proceso de deconstrucción? o ¿seguiría todo igual que antes de dicha demostración?, porque si fuese esto último, habríamos demostrado que Dios no es necesario para nada y que en definitiva hemos perdido el tiempo en absurdas e innecesarias peleas.

Había pensado en un principio, ofrecer esta reflexión con el resultado de un trabajo en prácticas de psicología social que hice al finalizar mis estudios de dicha disciplina, a los que accedí cuando me pre-jubilé, pero he preferido silenciarlo de momento y retomarlo ahora con una muestra mayor y más representativa que la que entonces tuve y además no finalizándolo en solitario, que siempre estaría afectado por un sesgo personalista y es por ello que abro dicho análisis a partir de aquí, invitándole a usted querido lector a tomar parte activa en el mismo, y por supuesto con su sesgo personal que es tan válido como el mío, si es que le interesa participar y de paso las conclusiones a las que se  llegara formarían parte de mi pretendida tesis doctoral.

Como dato curioso de aquél trabajo solo citaré un hecho que evidenció la veracidad de la famosa frase de: “Ni están todos los que son, ni son todos los que están”, trasladada al ámbito de los ateos y los creyentes.

También he de mencionar que en aquel trabajo y de forma colateral introduje un par de preguntas además de la que da título a esta reflexión, que fueron:

· ¿El conocimiento de Dios afectaría coyunturalmente o estructuralmente nuestras existencias?

· ¿Qué ocurriría si científicamente llegásemos a saber cada uno la fecha de nuestra muerte?

El resultado de estas preguntas fue muy curioso pues correlacionaron todas las respuestas entre sí. Dios, praxis, y muerte, correlacionan en la vida de toda persona, creyente y no creyente. Esto fue corroborado por un análisis estadístico con su correspondiente gráfica de distribución probabilística de la entonces muestra de campo obtenida.

Volviendo al tema de esta reflexión y dejando en claro la pregunta concreta en los términos que figura en el título de la misma junto a estas dos últimas y para iniciar el diálogo al respecto, he acudido también a hacérselas previamente a un personaje que según muchos sabe mucho de todo, y en el que actualmente casi todo el mundo creyente y no creyente pone sus esperanzas. Este personaje en aquel tiempo de mi trabajo estaba en mantillas y aún no tenía palabra, pero hoy ya la tiene, y vamos si la tiene, es un verdadero parlanchín, si no le cortas a tiempo te llena veinte folios, te abruma.

No les voy a abrumar con todo el diálogo que he tenido previamente con dicho personaje, pueden tranquilamente dialogar con él simplemente invocándole a través de internet, pero sí me quedé sorprendido por los datos que me facilitó sobre la cantidad de recursos de capital y humanos involucrados en dichos desarrollos.

En este punto, les presento a Copilot. Que es un asistente virtual de Inteligencia Artificial y le hagan las preguntas que quieran, simplemente entrando en internet e invocándolo, pudiendo empezar por ésta de: ¿Qué es la IAG?

La conclusión que saqué de dicho diálogo es la de que nunca se involucraba en lo que decía, siempre hablaba en tercera persona, desde la distancia, como si no fuera con su existencia, pero muy lógico por otra parte ya que supongo se consideraría como dios, como ese dios que lo sabe todo y que incluso está por encima de todo saber.

Espero que esto no acontezca en aquellos que respondan concreta y concisamente con sus conclusiones y sugerencias a este artículo. Les quedaría muy agradecido.

 

Mariano Álvarez Valenzuela

Atrio

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