Parece una obviedad el titular de esta reflexión, pero en el contexto del Papa, nada es obvio ni superficial. La carta que Francisco acaba de escribir a los párrocos católicos al concluir el encuentro internacional de Los Párrocos por el Sínodo tiene mensajes que no pueden pasar desapercibidos. Y mucho menos, desatendidos porque nos jugamos mucho, sobre todo ahora que se construyen unidades pastorales en las que la comunidad cristiana debe funcionar como tal para que no se resienta la misión de ser Buena Noticia con hechos de amor, no de cualquier manera.
Hay pocos mensajes en su redacción, pero están llenos de intensidad, en su formulación y contenido, a pesar de ser una carta. El Papa se refirió expresamente a los párrocos católicos del mundo recordando el actual proceso de la sinodalidad: “Si las parroquias no son sinodales y misioneras, tampoco lo será la Iglesia”. Y nunca lograremos una Iglesia evangelizadora “si no hay un comprometerse con entusiasmo en este camino, y si las comunidades parroquiales no hacen «de la participación el rasgo característico de sus vidas.”
Una llamada a los párrocos, pero también a la comunidad de fieles. A los primeros les pide que acompañen en este itinerario sinodal a sus comunidades de manera bien concreta: “Debemos comprometernos con la oración, el discernimiento y el celo apostólico para que nuestro ministerio se adecúe a las exigencias de una Iglesia sinodal misionera”. A los segundos, nos exhorta a ponernos a la escucha de su Espíritu y a movernos en la dirección que Él nos indica. “De algo podemos estar seguros: no dejará que nos falte su gracia”. Pero, añado yo, es necesaria nuestra humildad para orar a la escucha y caminar con actitud constructiva.
Un mensaje más a los pastores revolotea con fuerza en dicha carta, que se comenta por sí sola: recuerda a los párrocos sobre la potencia que tiene la fraternidad sacerdotal para que lo basen todo en la comunicación fraternal entre ellos y sus obispos, pues “no podemos ser auténticos padres si no somos ante todo hijos y hermanos. Y no seremos capaces de suscitar comunión y participación en las comunidades que nos son confiadas si no las vivimos en primer lugar entre nosotros”. Para ello, les anima que aprendan y practiquen el arte del discernimiento comunitario, que tanto ha facilitado el itinerario sinodal y el desarrollo de la Asamblea.
En resumidas cuentas, Francisco señala una vez más el camino que pasa por potenciar determinadas actitudes personales tomadas del referente evangélico esencial que tan bien resume José Antonio Pagola para cada situación: ¿Qué haría Jesús en mi lugar?, lo cual no deja de ser una mezcla de un actuar concreto y de hacerlo de una determinada manera, tomando como referente la actitud de amor de Cristo.
Es una evidencia que hay cada vez menos curas; esta circunstancia no deja de ser una oportunidad para pulir sus carismas y abrillantar de una vez los del laicado por derecho propio de bautizados como la mejor forma de revitalizar comunidades corresponsables, acogedoras, ejemplares. El Papa ha puesto la tecla en la llaga: que los pastores sean verdaderos líderes del servicio; que no pasemos de puntillas por el proceso sinodal de la sinodalidad (con tantos obispos alejados de vivirla en sus comunidades, tal como les pidió el Papa); y que hagamos un esfuerzo los laicos por vivir la comunidad parroquial de manera más fraterna, abiertos en medio de tantos dolores del mundo como testigos del amor de Dios, no como una ONG más.
Reconozcámoslo: resulta más difícil ser buenos cristianos entre nosotros que ayudando a los que no son Iglesia. Y mientras esto siga así, los de fuera no verán motivos para unirse a nosotros. O para volver con nosotros…
Gabriel Mª Otalora
ECLESALIA - 20/05/24
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