Después de la celebración de Pentecostés, cada año los dos domingos consecutivos celebramos la Trinidad y el Corpus. Con estas dos celebraciones culminamos el tiempo Pascual, y volvemos al tiempo ordinario.
Hoy, el tiempo ordinario tiene muy poco de monótono, de repetir lo mismo. Está cargado de sobresaltos, de situaciones intolerables, de conflictos cada vez más complejos que nos hacen plantearnos cómo hemos llegado hasta aquí y si hay una forma de solucionarlos.
Nuestras sociedades son post-teístas y nuestros gobiernos son laicos, pero nos sigue condicionando una determinada concepción de Dios. Está grabada en lo más profundo de nuestra conciencia y a cada uno desde su religión nos condiciona.
Muchos cristianos tienen una teología monárquica, un monarca divino gobernante que proporciona una sensación de seguridad y protección, y no parecen ser capaces de evolucionar.
Teólogos como Teilhard de Chardin dijo que Dios y el mundo se están convirtiendo en algo más juntos; pero aceptar que Dios no es un ser acabado, inamovible y que pueda ser complementado por el ser humano rompe los esquemas de una imagen de Dios que ha sido grabada en nuestro interior a lo largo de los siglos a golpes de cincel.
La teología de la Trinidad nos dice que Dios son tres personas. Si hablamos de personas hablamos de relación.
“Dios no es un super poder que está arriba esperando a que yo llegue; Dios es el potencial infinito de amor que hay dentro de mí esperando a nacer, a actualizarse, a que yo actúe sobre él. Esta acción -este "sí" a Dios- es el comienzo del nacimiento de Dios en mí. Cuando yo me transformo, Dios se transforma. Cuando asumo la vida de Dios en mí, Dios asume mi humanidad. Por tanto, puedo ir más allá de mí mismo precisamente porque Dios es la fuerza de vida de mi yo más verdadero, de modo que todo acto de auto creación se convierte en un acto de trascendencia. Cuando yo me hago nuevo, Dios se hace nuevo precisamente en la unión de mi persona. Dios nace en el mundo de un modo nuevo, el modo de mi vida.” Ilia Delio
Esta dimensión no se queda en mí como individuo sino que afecta a la vida divina a la vida humana y a la totalidad del cosmos. Dios es el potencial infinito del amor y el amor es la energía unitiva que mantiene unida toda la vida, incluso cuando las cosas se desmoronan.
Por eso sabemos que el mundo no se salvará por el dinero, ni por el poder político sino por el amor porque Dios es amor y el amor es nuestra realidad más profunda.
Al final de esta semana de celebración de la “Laudato Si”, donde los gestos y las acciones en favor del bienestar de todos y todas nos compromete a vivir de otra manera, no olvidemos nuestras raíces profundas.
Además de reciclar el cristal, los plásticos…reciclemos nuestra relación con Dios, nuestras relaciones interpersonales, y también, por qué no, nuestra relación con nuestra propia persona.
“A nuestro alrededor y dentro de nosotrxs mismxs, Dios está en proceso de cambio como resultado de su poder magnético y de nuestro propio pensamiento”. Teilhard de Chardin
No podemos pensar en un Dios fuera de nosotrxs, tampoco fuera de todo lo creado y en proceso de continua creación.
Démosles a todas estas celebraciones un sentido nuevo; no se trata tanto de entenderlo con nuestra mente como de experimentarlo y hacerlo real en nuestra vidas, en lo cotidiano, en el tiempo ordinario.
Carmen Notario, SFCC
No hay comentarios:
Publicar un comentario