fe adulta
Acabo de leer con sumo deleite la última obra de José Arregi a quien, teólogo muy conocido en los ámbitos del cristianismo crítico y avanzado, no hará falta presentar. Publicado primero en francés (Dieu au-dèla du théisme: Esquises pour une transition thèologique, Khartala, 2023), lo podemos leer ahora en Ediciones FeAdulta con el título “Dios más allá del teísmo. Apuntes para una transición teológica”.
Doscientas veinticinco páginas sin desperdicio estructuradas en cuatro partes que vienen a responder al desafío que en el terreno de las religiones y, más en concreto, en el cristianismo, ha supuesto la revolución cultural que se viene fraguando desde la Ilustración y que tienen como corolarios el fin de los grandes relatos (crisis de la Metafísica, muerte de Dios, obsolescencia de la moral clásica…) y los avances en el terreno de ciencia humanas y empíricas. Imprescindible es para el autor la necesidad de caminar hacia una nueva concepción más allá del dios de la metafísica, lo que él llama el “transteísmo”: “Ningún cambio profundo será posible mientras no pasemos del dios a Dios, del Ente supremo metafísico causa de sí y del mundo al Dios Todo en todo. Mientras no reinventemos una nueva cristología más allá de la divinidad metafísica dualista, más allá de la encarnación única y acabada, más allá de la idea del hombre Jesús perfecto. (pp.224-5)”
Se cuestiona Arregi en la primera parte si tiene todavía sentido hablar de Dios y recurre a una fecunda distinción entre “dios” (el dios de la Metafísica, de la elaboración teológica y filosófica) y “Dios” (misterio último, realidad inefable, aliento de vida, realidad fontal, emergencia creativa…): “Para que la palabra Dios tenga sentido, para que aún pueda inspirar, deberá inventarse o ser reinterpretada en coherencia con el paradigma básico de comprensión de la realidad en general, desde las partículas a las galaxias, desde las emociones más elementales hasta las manifestaciones espirituales más complejas y sublimes. (p.21)” Consciente de que la filosofía y la teología occidentales nos han metido en un cauce racional demasiado estrecho para la comprensión de la totalidad, apuesta por volver a una visión originaria y mística.
Repasa en la segunda parte los hitos principales desde el nacimiento del concepto de dios hasta su muerte. Desde su nacimiento en la Mesopotamia de hace unos 6.000-7.000 años hasta su defunción o agonía descrita en el fragmento 125 de la Gaya Ciencia (1882) de Nietzsche donde se cuenta cómo un loco cogió un día un farol y corrió al mercado gritando que buscaba a Dios. De gran interés es la relectura actualizada de los conceptos-clave de la filosofía nietzseana: muerte de dios (es el dios de la metafísica el que muere), superhombre (persona humanamente engrandecida con moral no de un esclavo, sino de señor), voluntad de poder (capacidad de autosuperación) y eterno retorno (concepto este menos explicado en el libro, pero que hace referencia no a un tiempo cíclico, sino a la metáfora de la eterna confirmación y aceptación de la vida entendida como constante advenimiento y creatividad).
Aborda el autor en la tercera parte los antecedentes transteístas desde hace 2.500 años, desde las Analectas de Confucio, pasando por las Upanishad de los sabios brahmanes de la India, el Tao de Lao-Tse, el judaísmo de la Biblia hebrea, el pensamiento de los presocráticos y la figura de Jesús: “La representación teísta, aun siendo predominante a partir del nacimiento de dios, no ocupa todo el lugar en las diferentes filosofías y religiones. La superación del teísmo se inició y se desarrolló en el seno mismo de las religiones teístas (politeístas y monoteístas). Siempre hubo corrientes, colectivos e individuos, místicos y pensadores, que transcendieron la figura “dios” en su representación mítica, metafísica, antropomórfica. (p.101)”. En este sentido lee, por ejemplo, a los presocráticos en clave metafórica más allá de las interpretaciones materialistas. Así el “arjé” de la “physis” (principio de todas las cosas) de Tales de Mileto no sería tanto un elemento físico, sino Principio originario, Fondo último, “metáfora de lo divino, de Eso que mueve todo cuando es, Eso que anima al universo, que constituye el “alma” de todos los seres, no solo de los seres humanos. (pp.106-7)”. Finaliza esta tercera parte repasando las figuras del Maestro Eckart (ss. XIII-XIV) en el que ve una genial síntesis entre la mística oriental y la mística cristiana; y la figura del pastor luterano Dietrich Bonhoeffer (s. XX), condenado a horca en la Alemania nazi, quien propuso una nueva teología basada en un cristianismo no religioso: “Vivir ante Dios sin Dios”.
Es la última parte una lúcida reflexión sobre “Dios” como metáfora, la figura de Jesús, el sentido de conceptos como salvación, muerte y resurrección y el posible futuro del cristianismo. Alguna de sus afirmaciones quizá hubiera merecido mayor desarrollo (“No resucitaremos en forma de cuerpo espacio-temporal, ni con nuestro yo egoico, superficial, sino que resucitará nuestro yo profundo plenamente consciente de la plenitud de su ser. (p.194)” y otras pueden resultar poco accesibles al gran público: “El término panenteísmo me plantea, sin embargo, una pequeña dificultad: podría sugerir que Dios es un “medio” en el que somos, como la energía en un campo o las plantas en un clima o los astros en el espacio. Yo preferiría darle la vuelta a la imagen y decirlo con un neologismo bárbaro, teoempantismo: ‘Dios es en todo’, como “Alma” que lo habita y que a la vez emerge de todo. (p.204)” Pero ello no supone ningún demérito, sino un reto para el lector, que además deberá lidiar con un razonamiento paradójico, de tradición oriental, todo un desafío para quienes razonamos por defecto con la lógica aristotélica y su principio de identidad.
Texto de densa temática, rigor conceptual y exquisita sensibilidad. De su lectura sale uno mejorado. Todo ello lo convierte en un buen libro y en algo más que unos “apuntes” para una transición teológica.
Pedro Miguel Ansó Esarte
Exprofesor de Humanidades
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