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jueves, 8 de junio de 2023

PERDÓN Y POLÍTICA: UN EJEMPLO CONCRETO


col otalora

 

Todavía estamos tocados por la infame campaña electoral en torno al terrorismo de ETA que no ha dejado resquicios para “hablar de las cosas que le interesan a los españoles” (Mariano Rajoy). Entre la barahúnda de mensajes, no menor ha sido el empleado para acusar a EH Bildu de no pedir perdón por los crímenes de ETA. Los sucesores de Rajoy quieren aprovecharse de ello cuando ETA hace años que no existe y la ley no exige el perdón ni es un aval electoral mientras que aquellos entienden el perdón como una claudicación contraria a sus tácticas políticas.

Si la paz es posible aun en las peores circunstancias, no hay razón para que pedir y aceptar el perdón sea un imposible. No es patrimonio único de personas religiosas ni excepcionales, tipo Jesús de Nazaret, como si el perdón y la reconciliación solo cupiesen en el ámbito religioso. Hannah Arendt es un buen ejemplo de esto: ella secularizó en los años cincuenta (s. XX) el concepto de perdón destacando la dimensión política del mismo como instrumento de influencia positiva en la esfera pública. De hecho, son miles, millones las personas capaces de perdonar a diario y mantener la mano tendida a la reconciliación. No son noticia en los periódicos, pero sus gestos humanizan la existencia.

Por tanto, perdonar y aceptar el perdón es algo radicalmente humano. Existen numerosas historias edificantes que insuflan esperanza sin tener como protagonistas a líderes carismáticos. Uno de estos casos es el de María Fida, la hija de Aldo Moro, asesinado por las Brigadas Rojas, un político con gran influencia y primer ministro de Italia en dos ocasiones.

Cuando ella tenía poco más de treinta años, miembros de las Brigadas Rojas (organización marxista-leninista muy parecida a ETA y a la que fue su hijuela, Herri Batasuna), mataron Aldo Moro, dirigente político italiano, después de 55 días de secuestro.

La vida de María Fida cambió de nuevo en 1983 cuando Adriana Faranda se puso en contacto con ella para pedirle perdón, como miembro que era del comando que había asesinado a su padre. Faranda, que también es madre de familia, recuerda que conoció a Maria Fida en el momento más difícil de su vida. "El valor de sus palabras y del gesto de perdonarnos van más allá de toda medida". Cuando Italia descubrió que la hija mayor de Aldo Moro visitaba en la cárcel a quien había asesinado a su padre, muchos la insultaron, "pero también les perdoné", afirma la hija de Moro.

Pasado el tiempo, víctima y victimaria presentaron juntas sendos libros con sus experiencias en la cárcel. María Fida dio un paso al frente porque estaba convencida del valor del perdón para recuperar la convivencia civil. Es cuando decide trabajar como voluntaria en las cárceles donde cumplían condenas terroristas. Y allí organiza un coro de reclusos. Varios de ellos pidieron verle, y ella accedió. Y allí conoce a Faranda y a su compañero Valerio Morucci, del mismo comando. Adriana tomó la iniciativa de pedir perdón a la hija de su víctima y le rogó, junto con su compañero sentimental, Valerio, encarcelado por el mismo delito, que acudiese a visitarles. Aquellos encuentros con las rejas de por medio, dio paso a una amistad que ha ayudado a otros criminales a pedir perdón y a otras víctimas a concederlo.

Más adelante, la Justicia le pidió su opinión a Maria Fida, como hija del asesinado, a la hora de excarcelar algunos miembros de la banda BR, y ella dio un dictamen favorable.

La amistad entre ambas mujeres tuvo que superar desacuerdos, como el de mayo de 2006, cuando la ex brigadista pidió igualdad de oportunidades para los terroristas y los familiares de las víctimas. La hija del primer ministro asesinado le respondió en carta abierta: “Tú tienes el derecho a tener una vida normal, pero también a nosotros nos gustaría disfrutarla. Tú has cumplido una pena de 16 años y yo llevo cumplida una de 28 años. Tú has salido de la cárcel y has terminado. Nosotros seguimos en la cárcel del dolor de la pérdida”. Cuando Faranda leyó esta respuesta, volvió a pedirle perdón.

Pero no toda la familia Moro vivió la tragedia de la misma manera, produciéndose desencuentros entre los hijos de Aldo Moro... No podemos olvidar que la reconciliación y el perdón son conceptos concretos, que exigen un esfuerzo individual para que den resultados reales. El perdón no perdona solo el hecho dañino, perdona al ser, transforma a la persona. La historia de Maria Fida pudo haber sido otra historia anónima pero ha servido de ejemplo para millones de personas. La pena es que ha quedado un poco en el olvido. 

La actitud de perdón mutuo que experimentó María Fida y Adriana Faranda, llevó a esta última a vender lo que le quedaba de la herencia de sus padres, y lo repartió discretamente entre familiares de damnificados por actos terroristas. Lo hizo sin ruido, a través de un sacerdote, para no forzar a sus víctimas a aceptar su perdón.

No se puede ofrecer un perdón verdadero si se rechaza o se hace caso omiso de la rabia y el resentimiento, que son emociones muy dañinas que desgastan nuestra energía hasta enfermarnos si les damos demasiado carrete. De hecho, la palabra resentimiento viene de re-sentir, es decir, volver a sentir intensa e insanamente una y otra vez. Esto no sólo tiene un efecto lamentable en nuestro bienestar emocional, sino que despliega un poder negativo capaz de repercutir en el bienestar físico. Si te aferras a la ira y el deseo de venganza, con el tiempo te destruye.

Memoria y perdón no son ni olvido ni echarse las culpas. Se trata de aceptar el pasado, convivir en el presente y prepararse para que no vuelvan a ocurrir ciertas cosas desde la responsabilidad asumida y la restauración del daño con una actitud regenerada ¿Existe mejor reinserción que ésta? Quizá sea el momento de preguntarnos por qué existe la aversión a ligar la justicia penal con la actitud de perdón y reconciliación, aunque sea de forma experimental; aunque sea en la política, una vez que se ha utilizado a las víctimas de manera vergonzosa. La justicia necesita mirar al futuro y utilizar la con-pasión para recuperar la convivencia perdida; sin deshumanizarse ni convertirse en una forma solapada de venganza acorde con las estructuras injustas que todo lo atenazan.

Nos cuesta pedir perdón y aceptar el que nos viene del ofensor. Pero todos podemos hacerlo. Son muchas las víctimas y victimarios que han dado el paso para la reconciliación sin recibir el aplauso que se merecen como modelo de conducta a seguir por toda la sociedad. Un ejemplo ha sido la Vía Nanclares con víctimas y victimarios de ETA.

El perdón más sanador lo reivindica el Evangelio como algo que no puede prostituirse por tácticas políticas manteniendo el odio hasta el infinito. Y personas como María Fida Moro son un poderoso ejemplo para nosotros en el día a día gracias a su "locura" de perdón y voluntad de reconciliación. Por algo será que es difícil ofender de nuevo a quien perdona siempre…

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