(Vatican News).- Con los ojos del corazón y no con una cara de lástima que pretende aliviar un dolor sin una verdadera empatía con los que sufren. Y los ojos son realmente el centro del pensamiento del Papa para los dirigentes de la Unión Italiana de Ciegos y Discapacitados Visuales, recibidos en audiencia la víspera de la fiesta de Santa Lucía, patrona de la vista. Un gesto apreciado por Francisco -que recuerda que el 13 de diciembre es también el aniversario de su ordenación sacerdotal- y más aún porque porque se trata de una "asociación laica y no confesional". Una asociación que el Papa considera "una fuerza constructiva en la sociedad, en particular en la italiana, que atraviesa un momento difícil".
Normalmente se asocia a la discapacidad la idea de necesidad, de asistencia, y a veces -gracias a Dios cada vez menos- de una cierta conmiseración. "No, el Papa no te mira así; la Iglesia no te mira así". asegura el Pontífice. El punto de vista de los cristianos sobre la discapacidad ya no es ni debe ser la lástima y el mero asistencialismo, sino la conciencia de que la fragilidad, asumida con responsabilidad y solidaridad, es un recurso para todo el cuerpo social y para la comunidad eclesial.
Lucía, recuerda Francisco, era una santa valiente, que seguía su conciencia "sin doblez y sin compromisos". Ser como ella significa, por tanto, ser personas "límpidas, transparentes, sinceras", significa "comunicarse con los demás de manera abierta, clara, respetuosa" y esto, señala Francisco, "contribuye a difundir la luz en los ambientes en los que se vive, a hacerlos más humanos, más habitables".
Un papel, dice, que los ciegos y discapacidados visuales, bien formados "en principios éticos y conciencia cívica", pueden desempeñar también como protagonistas, en primera línea "para construir comunidades inclusivas, donde todos puedan participar sin avergonzarse de sus límites y fragilidades, cooperando con los demás para complementarse y apoyarse".
Y todos nos necesitamos unos a otros, no sólo las personas con debilidades físicas, sino que todos necesitamos la ayuda de los demás para avanzar en la vida, porque todos somos débiles de corazón, todos.
En un siglo de vida, su trabajo, concluye el Papa, en la tutela de los derechos de las personas con discapacidad visual ha "contribuído al crecimiento civil del país" y la sociedad italiana "necesita esperanza, y ésta viene sobre todo del testimonio de personas que, en su condición de fragilidad, no se cierran, no se lamentan de su propia condición, sino que se comprometen junto a los demás para mejorar las cosas".
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