José Antonio Pagola
Los ensayos que conozco sobre el momento actual insisten mucho en las contradicciones de la sociedad contemporánea, en la gravedad de la crisis sociocultural y económica, y en el carácter decadente de estos tiempos.
Sin duda, también hablan de fragmentos de bondad y de belleza, y de gestos de nobleza y generosidad, pero todo ello parece quedar como ocultado por la fuerza del mal, el deterioro de la vida y la injusticia. Al final todo son «profecías de desventuras».
Se olvida, por lo general, un dato enormemente esperanzador. Está creciendo en la conciencia de muchas personas un sentimiento de indignación ante tanta injusticia, degradación y sufrimiento. Son muchos los hombres y mujeres que no se resignan ya a aceptar una sociedad tan poco humana. De su corazón brota un «no» firme a lo inhumano.
Esta resistencia al mal es común a cristianos y agnósticos. Como decía el teólogo holandés E. Schillebeeckx, puede hablarse dentro de la sociedad moderna de «un frente común, de creyentes y no creyentes, de cara a un mundo mejor, de aspecto más humano».
En el fondo de esta reacción hay una búsqueda de algo diferente, un reducto de esperanza, un anhelo de algo que en esta sociedad no se ve cumplido. Es el sentimiento de que podríamos ser más humanos, más felices y más buenos en una sociedad más justa, aunque siempre limitada y precaria.
En este contexto cobra una actualidad particular la llamada de Jesús: «Estad en vela». Son palabras que invitan a despertar y a vivir con más lucidez, sin dejarnos arrastrar y modelar pasivamente por cuanto se impone en esta sociedad.
Tal vez esto es lo primero. Reaccionar y mantener despierta la resistencia y la rebeldía. Atrevernos a ser diferentes. No actuar como todo el mundo. No identificarnos con lo inhumano de esta sociedad. Vivir en contradicción con tanta mediocridad y falta de sensatez. Iniciar la reacción.
Nos han de animar dos convicciones. El hombre no ha perdido su capacidad de ser más humano y de organizar una sociedad más digna. Por otra parte, el Espíritu de Dios sigue actuando en la historia y en el corazón de cada persona.
Es posible cambiar el rumbo equivocado que lleva esta sociedad. Lo que se necesita es que cada vez haya más personas lúcidas que se atrevan a introducir sensatez en medio de tanta locura, sentido moral en medio de tanto vacío ético, calor humano y solidaridad en el interior de tanto pragmatismo sin corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario