Galo Martínez de la Pera prosigue con su solitaria reflexión sobre la comunidad, la construcción de la ciudadanía y de la cultura vasca, el feminismo, el futuro de la humanidad y del humanismo. Lo hace con densidad y brillantez. Acaba de publicar Emearen bidea supergizakiaren aroan (“El camino femenino en la era del superhombre”) (Alberdania 2022), escrito con excelente estilo: profundo y ágil, rico en destellos, y minuciosamente tejido de principio a fin.
El autor es bien consciente del rumbo que lleva el mundo actual y de los graves peligros que se ciernen sobre él. Hace sonar las alarmas sobre las terribles heridas que vive la humanidad y cada pueblo, los pueblos disminuidos y privados de su ser, los seres humanos disminuidos y privados de dignidad, y sobre el futuro aún más desolador que nos amenaza. Es de agradecer su esfuerzo, y en lo fundamental coincido con él. Pero, entre las luces, encuentro también enredos. Me referiré a cinco cuestiones principales que me surgen:
1. ¿El superhombre de Nietzsche es inhumano? El término superhombre nos remite a Nietzsche, pensador genial y profético. Hace 150 años que, en Así habló Zaratustra, anunció la llegada del superhombre. En el camino hacia su ser pleno, dice, el espíritu humano atraviesa tres metamorfosis: se convierte primero en camello, luego en león, luego en niño. El camello cargado y sumiso debe convertirse en león libre: mostrar sus dientes agudos, sacudirse de encima las cargas que le han impuesto los poderes opresores, sobre todo el cristianismo y las demás religiones. Decir NO, ser libre. Ahora bien, para poder acceder a su pleno poder, el león fuerte debe convertirse en niño que juega, inocente, creativo. Decir SÍ a todo su potencial, ser niño.
¡Niño! Galo Martínez, sin embargo, emplea la palabra superhombre como símbolo del deseo de poder caprichoso, nihilista e ilimitado. Hitler sería su encarnación. O Stalin. Cualquier dictador. Y en este siglo XXI, más concretamente, lo sería esa especie transhumana que, gracias a la biotecnología y la infotecnología, quisieran crear Facebook, Amazon, Google…, una máquina inhumana que convertiría al ser humano en dios, un ser transhumano que vencerá para siempre la enfermedad y la muerte, un cruel dictador absoluto que, dotado de conciencia y libertad sin piedad, someterá a esta humanidad normal que padece enfermedad y muerte. La pesadilla de Aldoux Huxley. El suicidio del ser humano y, en definitiva, la ruina de todos.
Estoy plenamente de acuerdo en que la creación de ese monstruo tenebroso es el peligro más grave al que se enfrenta la humanidad. Pero pregunto: ¿el superhombre que Galo Martínez entiende en el sentido más negativo tiene algo que ver con el de Nietzsche? No en mi opinión. En efecto, Nietzsche proclamó el superhombre en el sentido más positivo, como la potencialidad más alta de que está dotado el género humano: la conciencia en comunión, la libertad solidaria, la bondad feliz. Un superhombre niño.
2. Harari, ¿profeta del superhombre inhumano? Más injusta aún me parecen las descalificaciones que Galo Martínez lanza contra Yuval Noah Harari, el joven historiador y pensador israelí. Le acusa de “legitimar y justificar el nazismo”, de querer destruir la democracia y los derechos humanos. “Es evidente –afirma– que el superhombre de Harari trae el totalitarismo bajo el brazo”.
He leído con atención más de 1500 páginas de Harari, y lo que está claro es para mí que Galo Martínez no ha entendido al escritor israelí. Porque éste no defiende al superhombre tecnológico todopoderoso Homo deus. Se limita a describir el monstruo (robot o ciborg) inmortal y totalitario que pueden crear las élites económico-militares; y nos advierte del mayor desafío del siglo XXI, del grave peligro de que se produzca el desastre más apocalíptico: que el monstruo que estamos alimentando convierta a la mayoría de los seres humanos en una masa inútil… La lectura de Galo Martínez me deja estupefacto.
3. ¿La ciencia y los médicos siervos del superhombre? La pandemia del COVID-19, afirma también, ha permitido aplicar “el totalitarismo sanitario”, con el arma del miedo. Y “la respuesta a todos nuestros miedos tiene un nombre: vacuna”. Todo ello “subordinado a los beneficios del capitalismo financiero”. Me resultan especialmente duras las acusaciones que vierte sobre quienes han sido los héroes de la pandemia, los sanitarios. “La mayoría de los médicos se muestran casi unánimemente a favor de esta estrategia totalitaria”. Como “ejército y policía sanitaria”, forman “una red represiva”, junto con “el ejército y la policía sanitaria”. La memoria me lleva a los miles y miles de médicos/as, enfermeras/os y a todo el personal sanitario que han arriesgado o dado su suya para salvar la nuestra. Que todos ellos nos perdonen.
4. ¿Revolución cultural sin política? Comparto la “política negativa” que propone Galo Martínez, a saber, el rechazo de la política del superhombre y del Estado autoritario que la vertebra. Concuerdo en que debemos llevar a cabo una revolución cultural, redescubriendo las fuentes vitales originarias del lenguaje, recuperando el alma y el uso de la lengua, respirando el espíritu de los mitos, los ritos, las fiestas, la música y la tierra. Pero me parece más que discutible la oposición entre revolución cultural y revolución política, y la afirmación de que “la revolución se sitúa fuera del ámbito político” o de que “la verdadera comunidad no puede constituirse mediante la política”. ¿Cómo quieres, Galo, llevar a cabo la “política negativa” que propugnas sin practicar algún tipo de política positiva? ¿Cómo hacer posible una conciencia humana más amplia, la sensibilidad, la cercanía, la compasión, la infancia adulta…, sin promover instituciones más humanas (políticas, quiérase o no), sin organizar la investigación científica, la educación, los servicios sanitarios o el transporte? Es imprescindible decir NO; también lo es decir SI.
5. ¿Dónde quedan los varones en el camino femenino? Para avanzar, Galo Martínez propone “el camino femenino”. También aquí concuerdo con aquello que creo entender: que necesitamos la igualdad de género, la comunidad de seres humanos vulnerables y mortales, de carne y hueso, la revolución de la compasión. Pero algunas afirmaciones me confunden. Por ejemplo, que “la vida es de por sí femenina”, que “se debe reconocer la prioridad de lo femenino”, que “solo el movimiento feminista ocupa el lugar originario de la revolución”, o que sitúe la atención, la fiesta, la música, la danza, la compasión, la sonrisa infantil o la lógica de la vida, así como “la fiesta de los vascos” en el camino femenino. ¿Solo en el femenino, no también en el masculino?
¿Habrá que elegir, pues, entre el sometimiento al varón y el sometimiento a la mujer? ¿El camino habrá de ser o masculino o femenino? No, sino más bien femenino y masculino, todas las orientaciones sexuales e identidades de género, compañeras de camino, sin subordinación ni fronteras, pues el camino de cada una/o es también el camino de todos los demás. Porque nadie ni nada es sin el otro, sin todos los demás. En todos los átomos del mundo se complementan el polo positivo del protón y el negativo del electrón, y ambos originan la danza creadora del universo.
José Arregi
Aizarna, 12 de septiembre de 2022
(versión ampliada en: www.josearregi.com)
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