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La llamada ciudadana para recoger fondos para la reconstrucción de parte de la cubierta de la iglesia de Santa María de Camprodon, un templo iniciado el siglo XIV, me ha recordado a San Francisco de Asís en un episodio que tiene un cierto paralelismo con el de esta ciudad del Ripollès. Fue hace unos días cuando apareció un boquete de 40 m2 en la cubierta de esta iglesia, que es necesario reparar de inmediato, para evitar que vaya a más.
Fue el invierno de 1205, seguramente entre noviembre y diciembre, cuando un día San Francisco salió a caminar y entró en la iglesia de San Damián que se encontraba en los alrededores de Asís y que estaba en ruinas. Mientras Francisco rezaba delante del crucifijo, tuvo una visión de Cristo crucificado, donde oyó que Jesús le decía: “Francisco, repara mi iglesia. ¿No ves que se derrumba?”.
El Señor se refería a la Iglesia como comunidad de los seguidores de Jesús, pero San Francisco entendió que se refería a la iglesia de San Damián. Por eso el santo de Asís fue a la tienda de ropa de su padre y vendió las telas, para que con ese dinero se pudiera reparar aquel templo. Pero el sacerdote de San Damián no aceptó el dinero que le ofreció Francisco, pensándose que era una broma de aquel joven juglar y también por miedo a la reacción de los padres de Francisco. Por eso el Santo de Asís decidió quedarse en la iglesia para restaurarla él mismo, a la vez que ayudaba a los pobres. En la película de Franco Zefirelli, “Hermano sol, Hermana luna”, se nos muestra de una manera bellísima este episodio de la vida de Francisco, mientras reparaba la iglesia de San Damián.
De la misma manera que se derrumbó la iglesia de San Damián, también hoy ocho siglos después, encontramos un boquete de 40m2 en la iglesia de Santa María de Camprodon.
Reparar, con urgencia la iglesia de Camprodon habría de ser un signo que nos mueva también a reparar la Iglesia de Cristo, como le pidió Jesús a San Francisco.
Como ha dicho el teólogo Leonardo Boff, San Francisco “comenzó un movimiento de renovación de la Iglesia, viviendo con los leprosos y predicando en la lengua del pueblo y no en latín”. También el papa Francisco, dice Boff, eligió este nombre “porque se dio cuenta que la Iglesia está en ruinas por la desmoralización, debido a los escándalos que han afectado a la moral y a la credibilidad”. Por eso, continúa Boff, “Francisco no es un nombre sino un proyecto de la Iglesia”, que ha de ser “pobre, sencilla, evangélica, alejada de los palacios y del poder”, donde el papa la presida y la sirva en la caridad.
Si la iglesia de Camprodon ha de ser reparada, aún también es urgente reparar la Iglesia, que es la comunidad de los seguidores de Jesús. Y este trabajo de reparar la Iglesia es misión de todos los cristianos, obispos, presbíteros, religiosas y laicos, bajo la guía valiente y audaz del papa Francisco.
Hemos de reparar la Iglesia para que sea como Jesús la pensó: un signo de misericordia y de esperanza para nuestro mundo. Una Iglesia al centro de la cual esté Jesús, no los dogmas, ni el Código de Derecho Canónico, ni la Tradición. Una Iglesia que sepa escuchar antes que hablar, capaz de acoger sin condenar y de perdonar sin juzgar. Una Iglesia que lleve un mensaje de paz y de reconciliación a todos los hombres y mujeres. Una Iglesia misionera y samaritana, que cure las heridas que todos llevamos en el corazón y que muestre el rostro misericordioso de Dios. Una Iglesia servidora de los pobres, en diálogo con la cultura y con el mundo moderno, abierta al ecumenismo y fuente de alegría y de comunión. Una Iglesia que sea un hogar de perdón, donde ninguna persona no sea excluida, donde todos sean acogidos fraternalmente, con afecto y solicitud fraterna, para así formar la familia de los hijos de Dios. Una Iglesia alejada de sospechas, de condenas, de desconfianzas, de juicios. Una Iglesia que confíe y siga a su Maestro, Jesús, el Señor.
Este es el reto que hoy tenemos los cristianos, para construir, gozosos, una Iglesia creíble y fiel al Evangelio, para así anunciar a nuestro mundo la Buena Nueva del Reino.
Como la iglesia de Camprodon, que ha de ser reparada para evitar su deterioro, también la Iglesia de Jesús hemos de repararla, para que sea el hospital de campaña que el papa nos pide que seamos, todos los que nos llamamos discípulos del Señor.
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