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Cuando pasan estas tragedias puntuales, desde diversos ámbitos políticos y sociales se piden comisiones de investigación de lo que pasó, y hay que hacerlo. Pero por qué no se piden también comisiones de investigación de lo que pasó y está pasando en África, ya desde la colonización, porque esas desgracias son la consecuencia de la situación dramática que está viviendo y sufriendo el continente africano, el más empobrecido de la tierra.
El verdadero problema y la verdadera causa de esas tragedias tan grandes y cada vez más masivas no está solo en las vallas, está más atrás. Pero ahí nadie entra, porque los culpables somos todos los países desarrollados, ya que gran parte de nuestro desarrollo lo obtenemos de los bienes agrícolas y materias primas que les robamos a los africanos. Sí, se las robamos, porque se las pagamos a precio de miseria. África posee ella sola más de sesenta tipos diferentes de minerales, y contiene un tercio de todas las reservas minerales del mundo. Tiene, por ejemplo, un 90% de las reservas de platinoides; un 80% del coltán; un 60% del cobalto; un 70% del tántalo; un 46% de las reservas de diamantes; y un 40% de reservas auríferas, siendo el continente que alberga más oro.
África también tiene el 24% de las tierras cultivables del mundo. La República Democrática de Congo satisface ella sola más de la mitad de las necesidades mundiales de cobalto, utilizado masivamente en los equipos telefónicos e informáticos. Posee también hierro, manganeso, cobre, petróleo, gas natural, bauxita, uranio. Todas esas enormes riquezas y sus canales de distribución están controladas desde fuera de África por compañías multinacionales en connivencia con gobiernos corruptos, por lo que la diferencia entre los precios obtenidos por los productores y los beneficios cosechados por las multinacionales, ubicadas lejos de ellos, que a menudo ni siquiera pagan impuestos, es escandalosa.
Pero no solo minerales, pues, a fecha de 2017 ya les habíamos “comprado y sus gobiernos vendido” nada menos que 23.050.832 hectáreas para monocultivo de alimentos y 27.047.000 hectáreas para monocultivos para la producción de biocombustibles (ambos cultivos ecológicamente muy nocivos). Total: 50.097.832 hectáreas de tierra agrícola, que les hemos quitado a los africanos, más del 54 % de los cuales viven de la agricultura, con lo que millones de ellos se quedaron sin tierra. GRAIN eleva esa cifra a 60 millones de hectáreas.
África tiene capacidad para ser uno de los principales proveedores del mundo de azúcar, trigo, maíz, soja, arroz y biodiésel, además de su extraordinaria riqueza mineral. De ahí que utilizar prioritariamente las tierras agrícolas africanas para exportar mientras haya personas que pasan hambre en el continente, es un crimen. Si no cuidamos de África, acabaremos siendo nosotros víctimas de no hacerlo. En todo el mundo, tenemos que aumentar la producción de alimentos cerca de un 50% antes de 2050 para alimentar a los casi 9.000 millones de personas que vivirán en nuestro planeta. África con sus vastos recursos naturales y capacidad humana podría ser la manera de alcanzar esta meta, pero a condición de potenciar su desarrollo y su lucha contra el cambio climático. De lo contrario, por ejemplo, su producción de trigo descendería un 35 % ya antes de 2050.
EL INFORME Land Matris documenta que los acaparamientos de tierra continuarán sometiendo al mundo cada vez más a la producción de materias primas agrícolas para que las corporaciones multinacionales las procesen, las empaquen y las comercialicen, acompañado de gran destrucción social y ambiental. Estos megasistemas están también influyendo en la catástrofe climática que ya estamos sufriendo y que afecta mucho más a los países más pobres de África, con sequías pertinaces o inundaciones incontrolables, o los cambios estacionales (nos decían en Ruanda que ahora los agricultores ya no saben ni cuándo sembrar ni cuándo cosechar, porque los ritmos históricos de sol y lluvia ya están alterados.
El acaparamiento de tierras, incide a menudo en el detrimento de la agricultura familiar; y ello hace temer riesgos de injusticia, conflicto y violencia al interior de las comunidades campesinas, además de dejar a millones de personas sin medios de subsistencia y en el paro, pues esos megacultivos, mecanizados al máximo, no generan empleo, y en cambio, ahora, a causa de la guerra de Ucrania, están obteniendo cuantiosos beneficios exportando sus productos.
Pero la verdadera culpa la tenemos los países que les vamos a robar sus tierras, sus alimentos, sus materias primas. Más del 54 % de la población africana vive del campo: si les quitamos las tierras, ¿de qué van a vivir? Por eso no nos quedemos solo en lamentar las tragedias en las vallas o en los naufragios, y denunciemos las causas y los causantes de las mismas: las multinacionales de los países desarrollados. Las peores, son de China y la India (adquiridas más de 15 millones de Has.), de Sudáfrica (10 millones de Has.), de EE.UU. (5,6 millones de Has.), el Reino Unido (4,4 millones de Has.) y Arabia Saudita (más de 3 millones de Has.).
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