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miércoles, 15 de junio de 2022

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo – C (Lucas 9,11b-17) L'EUCHARISTIE COMME ACTE SOCIAL

 Según los exegetas, la multiplicación de los panes es un relato que nos permite descubrir el sentido que la eucaristía tenía para los primeros cristianos como gesto de unos hermanos que saben repartir y compartir lo que poseen.


JOSÉ ANTONIO PAGOLA

Según el relato, hay allí una muchedumbre de personas necesitadas y hambrientas. Los panes y los peces no se compran, sino que se reúnen. Y todo se multiplica y se distribuye bajo la acción de Jesús, que bendice el pan, lo parte y lo hace distribuir entre los necesitados.

Olvidamos con frecuencia que, para los primeros cristianos, la eucaristía no era solo una liturgia, sino un acto social en el que cada uno ponía sus bienes a disposición de los necesitados. En un conocido texto del siglo II, en el que san Justino nos describe cómo celebraban los cristianos la eucaristía semanal, se nos dice que cada uno entrega lo que posee para «socorrer a los huérfanos y las viudas, a los que sufren por enfermedad o por otra causa, a los que están en las cárceles, a los forasteros de paso y, en una palabra, a cuantos están necesitados».

Durante los primeros siglos resultaba inconcebible acudir a celebrar la eucaristía sin llevar algo para ayudar a los indigentes y necesitados. Así reprocha Cipriano, obispo de Cartago, a una rica matrona: «Tus ojos no ven al necesitado y al pobre porque están oscurecidos y cubiertos de una noche espesa. Tú eres afortunada y rica. Te imaginas celebrar la cena del Señor sin tener en cuenta la ofrenda. Tú vienes a la cena del Señor sin ofrecer nada. Tú suprimes la parte de la ofrenda que es del pobre».

La oración que se hace hoy por las diversas necesidades de las personas no es un añadido postizo y externo a la celebración eucarística. La misma eucaristía exige repartir y compartir. Domingo tras domingo, los creyentes que nos acercamos a compartir el pan eucarístico hemos de sentirnos llamados a compartir más de verdad nuestros bienes con los necesitados.

Sería una contradicción pretender compartir como hermanos la mesa del Señor cerrando nuestro corazón a quienes en estos momentos viven la angustia de un futuro incierto. Jesús no puede bendecir nuestra mesa si cada uno nos guardamos nuestro pan y nuestros peces.

Selon les exégètes, la multiplication des pains est un récit qui nous permet de découvrir le sens que l'Eucharistie avait pour les premiers chrétiens en tant que geste de frères qui savaient distribuer et partager ce qu'ils possédaient.

Selon le récit, il y a une foule de personnes dans le besoin et affamées. Les pains et les poissons ne sont pas achetés, mais rassemblés. Et tout est multiplié et distribué sous l'action de Jésus, qui bénit le pain, le rompt et le distribue à ceux qui en ont besoin.

Nous oublions souvent que, pour les premiers chrétiens, l'Eucharistie n'était pas seulement une liturgie, mais un acte social dans lequel chacun mettait ses biens à la disposition de ceux qui en avaient besoin. Dans un texte bien connu du IIe siècle, dans lequel saint Justin décrit la manière dont les chrétiens célébraient l'Eucharistie hebdomadaire, il nous est dit que chacun donne ce qu'il possède pour «aider les orphelins et les veuves, ceux qui souffrent de maladie ou de toute autre cause, ceux qui sont en prison, les étrangers de passage, en un mot, tous ceux qui sont dans le besoin».

Au cours des premiers siècles, il était inconcevable d'aller célébrer l'Eucharistie sans apporter quelque chose pour aider les indigents et les nécessiteux. Ainsi Cyprien, évêque de Carthage, reproche à une riche matrone: «Tes yeux ne voient pas les nécessiteux et les pauvres parce qu'ils sont obscurcis et couverts d'une nuit épaisse. Tu es chanceuse et riche. Tu crois être en train de célébrer la Cène du Seigneur sans tenir compte de l'offrande. Tu viens au repas du Seigneur sans rien offrir. Tu supprimes la part de l'offrande qui revient aux pauvres».

La prière que l'on fait aujourd'hui pour les divers besoins des personnes n'est pas un ajout faux et extérieur à la célébration eucharistique. L'Eucharistie elle-même exige de partager et distribuer. Dimanche après dimanche, nous, croyants qui venons partager le pain eucharistique, nous devons nous sentir appelés à partager plus réellement nos biens avec ceux qui sont dans le besoin.

Il serait contradictoire de prétendre partager en tant que frères et soeurs la table du Seigneur tout en fermant notre coeur à ceux qui, en ce moment, vivent l'angoisse d'un avenir incertain. Jésus ne peut pas bénir notre table si nous gardons chacun notre pain et notre poisson pour nous.

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