FE ADULTA
Las monjas trinitarias de Suesa han enviado sus aportaciones: “Hemos pedido al dicasterio para la Vida Consagrada que deje pensar a las monjas, que las deje actuar en su propio camino vocacional, que no se les impongan criterios desde arriba".
“Abogamos por una Iglesia participativa y corresponsable. Las personas participan y son responsables cuando sienten la Iglesia como su casa. Estamos en una Iglesia piramidal y jerárquica, donde las normas vienen de arriba”.
“Nos preocupa mucho la cuestión de la mujer en la Iglesia. Su participación en igualdad de condiciones en la Iglesia católica es una cuestión estructural, y no una reforma secundaria”.
José Lorenzo
Religión Digital
“Las monjas no somos seres etéreos, anacrónicos o sordos. No estamos de moda, pero existimos”. Lo dicen las monjas trinitarias de Suesa, en Cantabria, pero podrían suscribirlo los cientos de monasterios diseminados por nuestra geografía, que sin hacer ruido, pero con la misma determinación, le están dando la vuelta a una forma de ser y vivir su vocación que rompe los estereotipos que aún adornan su existencia.
“No pongas mi nombre en la entrevista, pon el de la comunidad”, me dice una hermana. “Porque las respuestas las hemos hecho en sinodalidad”. Y lo llevan haciendo mucho antes de que se hubiese convocado el Sínodo sobre la Sinodalidad, porque, como dicen sobre la esencia misma de su vocación, “procuramos que cada hermana sea escuchada desde el corazón”. Y hoy, en la Jornada Por Orantibus -cuyo lema es ‘La vida contemplativa: lámparas en el camino sinodal’- “su” día de fiesta, más que nunca.
- ¿Qué supone para la Vida Contemplativa la celebración de la Jornada Pro Orantibus?
- La vida contemplativa se construye cada día en la gratitud, escucha y sencillez del trato con Dios y con las hermanas. Esta jornada es un recordatorio al mundo de una manera diferente de vivir, donde la unicidad, que es lo que significa monachos, nos lleva a ser una con toda la humanidad y con la creación.
Buscamos días específicos para celebrar y también nos sirve para recordar que cada instante es una celebración donde la vida de Dios transforma las nuestras. La vida contemplativa es vivir cada instante en la Presencia. Cada instante es único, es don y reto.
- ¿Qué aporta la Vida Contemplativa al Camino Sinodal?
- Procuramos vivir los valores del Reino, donde intentamos vivir el Amor para ser amantes porque nos sentimos amadas. Esto va de ser entrega y acogida de las demás en su diferencia. La comunión es vida que acoge a cada una con su especificidad, porque el rostro, la impronta de cada hermana, es el sueño del Dios Trinitario para la comunidad.
La vida contemplativa aporta sinodalidad, siendo testigos de nuestra manera de relacionarnos. Bajar de la mentalidad patriarcal, para vivir en la horizontalidad de relaciones entre iguales, donde cada una aporta su don y trabaja su límite. Procuramos que cada hermana sea escuchada desde el corazón. Vivir en comunidad es entrar a formar parte del latido comunitario, implicarnos y responsabilizarnos en las propuestas y decisiones.
La vida monástica está llamada a ser, con sus debilidades, un camino sinodal, donde el poder no se ejerce desde arriba, sino desde el centro de la misma comunidad, que no domina, sino que más bien invita. Desde aquí el poder es servicio.
- Más de 200 monasterios han participado en la fase de escucha preparatoria en España para el Sínodo de 2023. ¿Qué nos dice esta cifra tan alta y significativa, muy por encima de otras instancias de la Iglesia?
Significa que es una fuerza viva y grande que necesita ser escuchada en su pluralidad, que posee una palabra concreta, nacida de la reflexión, la oración, y de la actualidad. La variedad de la vida contemplativa es grande y todas marcan el mismo objetivo, el Absoluto de Dios. Quizás sea necesario “preguntar” más a la vida monástica, contemplativa.
Las monjas no somos seres etéreos, anacrónicos o sordos. No estamos de moda, pero existimos. Tenemos la suerte de vivir unos ritmos y habitar unos espacios que nos permiten leer los acontecimientos sin la distorsión de lo pasajero. Estamos entrenadas para detectar la luz natural y no fijarnos en las luces artificiales que ciegan. Nuestro mundo está sediento, tiene sed de autenticidad, de hondura, de consistencia. Queremos aportar nuestra gota de agua, recibida del manantial donde brota y que nos quita verdaderamente la sed
Hay una sed inmensa de Dios en la humanidad, pero necesitamos testigos vivos de la fuerza del amor. Testigos que sean resplandor del Amor Trinitario, de la comunión, no testigos del individualismo.
- ¿Han participado también ustedes de este camino sinodal? ¿Han enviado sus aportaciones? Si es así, ¿se podría saber cuáles son las más importantes para ustedes?
Hemos redactado un documento con la participación de toda la comunidad, después de reunirnos varias veces y escuchar otras voces acerca del sínodo. Estos puntos que aportamos a continuación nos parecen esenciales.
Abogamos por una Iglesia participativa y corresponsable. Las personas participan y son responsables cuando sienten la Iglesia como su casa. Estamos en una Iglesia piramidal y jerárquica, donde las normas vienen de arriba. Esto se refuerza por la falta de formación teológica y espiritual, fomentada por el difícil acceso a las facultades de teología para el laicado, incluidas las religiosas. Es necesario y urgente generar una formación que permita la reflexión sobre cuestiones de moral, bioética, ecología, pacifismo, relaciones interculturales…
Reclamamos una Iglesia que se comprenda a sí misma desde la sencillez, la vulnerabilidad, el encuentro, la búsqueda del consenso y de una participación de forma natural.
Nos preocupa mucho la cuestión de la mujer en la Iglesia. Su participación en igualdad de condiciones en la Iglesia católica es una cuestión estructural, y no una reforma secundaria. Acogemos con gozo las propuestas del papa en la Constitución apostólica Predicate Evangelium, aunque consideramos que hay que dar pasos más transcendentales “hasta que la igualdad se haga costumbre”.
Consideramos que la Iglesia precisa un diálogo más abierto con la sociedad, desde una postura de verdadera escucha, en que se acoja la realidad y situación de las personas sin ánimo moralizante. Que no se demonice la sexualidad ni que se considere que es el centro de cualquier pecado, y menos aún que el cuerpo de la mujer es provocación.
Creemos que la Iglesia ha de ser testimonio en la sociedad ejerciendo el liderazgo de la escucha, la acogida, la comprensión. La escucha es un valor de la tradición cristiana que no estamos practicando ni proponiendo a la sociedad, cuando tenemos la experiencia y los medios para llevarla a cabo. Se deben generar espacios accesibles para que personas de diferentes ámbitos y formas de vida tengamos la posibilidad de expresarnos, siendo agentes activos. Los medios de comunicación digitales y las redes sociales facilitan que todo el mundo pueda expresarse, y en la Iglesia se tiene en cuenta poco este ámbito.
Hemos pedido al dicasterio para la Vida Consagrada que deje pensar a las monjas, que las deje actuar en su propio camino vocacional, que no se les impongan criterios desde arriba, puesto que desconocen una parte importante de la vida monástica femenina
Finalmente, consideramos que es urgente que la Iglesia se ponga en marcha en el cuidado de la Creación. En la Iglesia deberíamos estar a la cabeza en el consumo de energías renovables, el consumo responsable, etc. Nos parece un gran pecado de nuestra época no hacer todo lo posible para evitar que la Creación desaparezca.
- ¿Cómo se sienten ustedes con el pontificado del papa Francisco?
Sentimos que es un soplo de libertad en la Iglesia, que intenta vivir en la sencillez del Evangelio y en la escucha profunda de toda la sociedad. A pesar de ello, soñamos con que se den más pasos en la Iglesia, que haya aún más audacia.
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