Lucas López Pérez
El Agustino, el barrio de Lima en el que ahora vivo, está rodeado por cerros arenosos por los que las familias se encaraman en casas de apariencia frágil. Miguel, el párroco, compañero de comunidad, me dice: “Por las noches, cuando miro el barrio, es como si viera un Belén”. Vuelvo la mirada hacia las lomadas. Ahora, de día, contemplo construcciones de ocres diversos, sin aparente orden, donde la gente hormiguea en los mercadillos con aromas a comidas recién hechas; pero trato de imaginar uno de nuestros “belenes” tradicionales reconstruyendo este urbanismo caótico.
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