fe adulta
"Escuchar con nuestros ojos y ver con nuestros oídos nos enseña cómo abrir nuestras orejas y mentes en un nivel más profundo de receptividad y escucha” (Mark Coleman)
Domingo XIII del TO
Mc 5, 21- 43 "Él miraba alrededor para descubrir a la que lo había tocado"
La hemorroísa del evangelio de este domingo no se atrevía a hablar y utiliza el lenguaje corporal expresando con un gesto lo que quería decirle a Jesús. Y él, sensible siempre a los problemas humanos, advirtió: “Alguien me ha tocado, yo he sentido que una fuerza salía de mí” (Lc 8, 46).
Quizás sabía que el Maestro de Nazaret, siguiendo el ejemplo del filósofo latino Lucio Anneo Séneca (4 a.C- 65 d.C) aconsejaba: “escucha aún a los pequeños, porque nadie es despreciable entre ellos” Y así como hay un arte del bien hablar, existe también un arte del bien escuchar.
Tu enfermedad se esfumó de tu cuerpo y se cumplió en ti lo que Gong Li, protagonista de la película china Adiós a mi concubina (1993) dirigida por Chen Kaige, exclamó: “La vida en este mundo es como una noche en primavera”. Y tú, querida hemorroísa, la viste florecer en tu cuerpo y tu espíritu. Y también te encontraste con Jesús, como Saulo en el camino de Damasco; en aquella ocasión fue él quien le miro, pero esta vez quien le miró fuiste tú. El poeta escocés Robert Burns (1759-1796), escribió un poema que comienza con unos versos referidos igualmente a floraciones estacionales:
“O my Luve’s like a red, red rose,
That’is newly sprung in June”.
Una imagen -en este caso una mirada- dice mucho más que mil palabras, asegura el refrán. El contacto visual apenas dura unos segundos, pero la información que podemos obtener de ellos es mucho más de lo que pudiéramos sospechar.
Tu vida, floreció como la del mundo, como la del camino, como la de la primavera y el verano. En el AT encontramos elocuentes imágenes varias de transformación. Por ejemplo: el cayado de Moisés en forma de serpiente (Éx 7, 10); la roca de Horeb que se convierte en fuente de agua fresca (Éx 17, 6). Imágenes bíblicas que nos muestran la posibilidad de transformar nuestro interior, sin dejar de ser nosotros mismos.
Vincent van Gogh (1853-1890), pintor holandés, lo expresó de este modo considerando su vida llena de nuevos comienzos, cambios de paisaje e ideas de cosas cada vez mejor: transformación constante. Y así lo quiso representar en su cuadro Rama de almendro en flor, sobre un cielo iluminado de azul: óleo sobre lienzo (Museo Van Gogh, Ámsterdam, Países Bajos).
Jesús te miró a ti y tú le miraste a él. Y así tu enfermedad se esfumó de tu cuerpo a no sabemos dónde, y amanecieron en ti sugerentes floraciones estacionales.
“Escuchar con nuestros ojos y ver con nuestros oídos nos enseña cómo abrir nuestras orejas y mentes en un nivel más profundo de receptividad y escucha” (Mark Coleman).
Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), religiosa mexicana de la Orden de San Jerónimo y escritora exponente del Siglo de Oro de la literatura en español, canta en el siguiente poema la relación amorosa entre Jesús y los necesitados:
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me viese deseaba.
Y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía,
pues entre el llanto que el amor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste,
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.
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