Jesús Martínez Gordo
Es de sobra conocido cómo son muchos los “jesu-cristianos” que estamos apostando por recuperar un equilibrio, perdido los últimos decenios, entre el programa de las Bienaventuranzas (“¡Dichosos los pobres porque de ellos es el Reino de los cielos!”); la contemplación y relación con Dios en las transparencias de sus Tabores actuales (“¡qué bien se está aquí!”) y el compromiso por desalojar los Calvarios contemporáneos (“¡Dios mío, por qué me has abandonado!”).
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