Jn 6, 60-69
«¿También vosotros queréis marcharos? ... Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién iremos? ... nosotros creemos en ti, y sabemos que tú eres el Santo ungido de Dios».
Los especialistas coinciden en afirmar que durante la predicación de Jesús en Galilea se produjo una importante crisis de seguimiento, aunque no son capaces de establecer con rigor las causas de la misma. Es posible que aquellos seguidores, que veían en él al mesías davídico libertador de Israel, se cansasen de esperar algún gesto político que nunca llegaba, y se marchasen. También es posible que (según versión de Juan) fuese la radicalidad de su mensaje la que hizo a muchos desistir.
Los que le seguían porque se sentían necesitados de él; porque les abría una puerta a la esperanza que la religiosidad de Israel les cerraba, permanecieron a su lado, pero, en cualquier caso, la desbandada debió ser importante como muestra la pregunta que Jesús formula a sus amigos más cercanos: «¿También vosotros queréis marcharos?»
De igual forma, hoy la Iglesia está sumida en una profunda crisis de seguimiento que se manifiesta en la indiferencia creciente de los fieles, los templos vacíos, la falta de vocaciones sacerdotales, los escándalos que periódicamente la sacuden, el descontento de algunas vanguardias comprometidas con el evangelio y otros signos que resultaría prolijo mencionar aquí.
En estas circunstancias, quienes creemos en el proyecto de Jesús nos inclinamos a pensar que la solución está en el retorno a los orígenes, es decir; en el retorno al Jesús genuino, al evangelio desnudo, al compromiso “de ser sal” de todos aquellos que no ven la fe en Jesús como un privilegio, sino como una tarea que no cabe soslayar.
Pero el espíritu revisionista que caracteriza a nuestra época nos lleva en ocasiones a minimizar la importancia de Jesús en la búsqueda de Dios; a postergar su mensaje y su praxis en favor de otras doctrinas u otras filosofías de vida. El peligro está en olvidar que la referencia del cristiano es el evangelio, y que por tanto, la piedra de toque de los movimientos que dentro de la Iglesia se presentan como vanguardia, debe ser su grado de coherencia con el evangelio; es decir, su propensión a poner el foco en Jesús o a ponerlo en otras cosas.
Corremos el riesgo de arrinconar a Jesús como a un trasto viejo; de terminar creyendo que los criterios de aquel carpintero de otra época y otra cultura ya no sirven en nuestro mundo. Y por eso, la pregunta del evangelio cobra hoy todo su significado:
«¿También vosotros queréis marcharos...?»
Terminamos con un comentario de Ruiz de Galarreta que creemos que viene al caso: «La profesión de fe de Pedro que leemos en el Evangelio es emocionante. “Nosotros creemos en ti”. Y se acabó. Los demás tienen sabiduría, argumentos, sistemas filosóficos, razones históricas, poder… Nosotros creemos en ti; por encima del templo, de Moisés, de Platón... Por encima de todos, el hijo de José y María, el carpintero crucificado».
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
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