FE ADULTA
Hay diferentes formas de cansancio: el que es resultado de un trabajo físico o mental, el provocado por situaciones de sobreexigencia o estrés, el que es consecuencia de un malestar psíquico debido a alguna tensión o fractura interna que requiere un gasto considerable de energía, el derivado de la cavilación o rumiación mental…
Todos los tipos de cansancio psíquico o mental demandan cuidado y reclaman tomar medidas adecuadas, sobre todo, para ir quitando las causas que se hallan en su origen.
El descanso requiere armonizarse y retirarse. La armonía consigo mismo es unificación y paz interior, sin las que es imposible descansar. Retirarse significa, sobre todo, y sin negar la importancia de alejarse por un tiempo del lugar y de las actividades habituales, tomar distancia de la mente pensante y de sus cavilaciones.
En ese sentido, retiro es sinónimo de silencio de la mente y del ego. Y gracias a ese silencio, no solo nos sentimos más descansados -porque cesa la resistencia y nos alineamos con lo que es-, sino que accedemos a nuestra dimensión profunda (espiritual), donde experimentamos que, aun en medio de todo lo que nos sucede, somos Descanso. Y aquí es necesario escribirlo con mayúscula. Porque comprendemos -y podemos experimentar- que el descanso del que hablamos no es solo “algo” a cuidar y disfrutar, sino otro nombre de nuestra verdadera identidad.
Con ello -no podía ser de otro modo-, se nos hace presente nuestra paradoja: somos Descanso estable y somos, también, seres limitados y frágiles, que se cansan con facilidad. La sabiduría (o espiritualidad) consiste en articular adecuadamente este doble nivel, y ello requiere, desde mi perspectiva, ejercitarse en la práctica meditativa, como herramienta en la que nos disponemos a experimentar el silencio y el Descanso que somos.
Este descanso no solo repara, sino que nos sitúa en el buen lugar, desde el que podremos dejar que la vida fluya en todas las direcciones.
¿Cómo vivo y qué es el descanso para mí?
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