RELIGIÓN DIGITAL
El cuidado de la casa común se impone como algo cada vez más necesario. Eso debe llevar a la teología a hacer una reflexión que ayude a hacer realidad esa preocupación. Siguiendo con los encuentros virtuales organizados por Amerindia para este mes de octubre, en los que se está reflexionando a partir del tema “Teología de la Liberación en tiempos excepcionales de crisis y esperanza”, este viernes se abordaba la cuestión de la "Ecología integral y quehacer teológico".
Esa es una cuestión abordada por Leonardo Boff desde la década de 1980, que ya colocaba entre los pobres a “la gran pobre, que es la Madre Tierra, súper explotada, devastada por la voracidad industrialista, especialmente el capitalismo”, una Tierra que está crucificada. Según él, “Fratelli Tutti representa una alternativa a la crisis global de civilización”, frente al paradigma de la modernidad, que considera al ser humano el dueño y señor de la naturaleza, el Papa propone que seamos hermanos, con nuevos sueños de fraternidad y amistad social. Somos llamados a entender que no dominamos, somos parte de la naturaleza, a ejemplo de San Francisco, o nos salvamos todos o nadie se salva, necesitamos una nueva civilización, centrada en la vida, insiste el teólogo.
Ante esa realidad, propone un nuevo paradigma cosmogénico, y recuerda que la nueva encíclica nos llama a rehacer nuestra humanidad con una política basada en la ternura, en la amabilidad, para con los más pequeños, pobres y débiles, que deben ser tratados y amados como hermanos. Siguiendo las voces de los científicos, Boff nos recuerda que si no cambiamos llegarán tragedias, la humanidad debe elegir su futuro entre una alianza global de cuidado y el riesgo de destrucción de la diversidad de la vida. Por eso, señala que estamos en una época que ha sido llamada de antropoceno, también necroceno, que provoca una destrucción de vidas en masa.
Leonardo Boff
El teólogo brasileño considera que “el coronavirus es un mensaje que la Madre Tierra nos ha enviado para reflexionar, estamos ante un retiro existencial que nos lleve a descubrir en qué tenemos que cambiar”. Según Boff, “lo peor que nos podría pasar es volver a lo que era antes”, a un sistema asesino que crea una injusticia ecológica y otra social. Él insiste en que “la teología de liberación tiene que incorporar esa dimensión ecológica integral para ser fiel a su opción de fondo, a los pobres, haciendo una opción por la Tierra, para cuidarla”. Para ello, nos hacer ver que tenemos que asumir los cambios necesarios, si no lo hacemos, el riesgo es que no haya futuro.
Birgit Weiler
Birgit Weiler abordaba su reflexión desde el contexto del Sínodo para la Amazonía, en el que destaca la “escucha profunda, empática, de diferentes culturas y cosmovisiones preocupadas por la casa común”. Estamos ante una escucha como oportunidad de enriquecerse, de acoger un espíritu creativo, transformador. La teóloga alemana, que vive en Perú, afirma que, “frente a una crisis profunda, como nunca había vivido la humanidad, el Papa Francisco nos hace ver que necesitamos la sabiduría, la espiritualidad, las luces de los diversos pueblos, culturas e inspiraciones religiosas”, algo que se está viviendo en el proceso sinodal y nos llama a hacer teología en diálogo con otras tradiciones religiosas.
El coronavirus es un ejemplo de lo que pasa cuando no respetamos los límites de la naturaleza, cuando invadimos ecosistemas para explotar. Eso es algo que sucede en la Amazonía, donde estamos llegando al punto de no retorno, consecuencia de nuestra irresponsabilidad, sostiene Weiler. De ahí la necesidad de liberarse de una visión utilitarista, asumiendo una actitud contemplativa, “dejar que la Tierra nos hable y nos lleve a generar con ella un vínculo afectivo”, algo que podemos aprender con los pueblos originarios. Desde ahí sugiere “una teología desde la contemplación, que lleva a conectarse con lo bello, que también nos da energía para defender lo que está amenazado y maltratado”.
Es necesario aprender con los pueblos originarios a sentir un vínculo con la Tierra, desde un pensar más integral. Según la perita sinodal, de la misma forma que se maltrata a la Tierra, se maltrata a las mujeres, algo que aparece claramente en la Amazonía, donde ha crecido mucho la trata y explotación sexual de las mujeres, que no podemos olvidar que son las primeras cuidadoras de la vida. Ella propone el buen vivir como fuente de inspiración, “que nos vincula con un horizonte que nos lleva a entender la necesidad de vivir en relación, en comunión, en solidaridad”, algo que nos remite a la esencia de Dios.
Los pueblos amazónicos entienden la tierra como una gran comunidad, como una sociedad de la que forman parte no solo los humanos, sino todo lo que forma parte del ambiente. Eso hace posible entender nuestra relación con la Tierra de otro modo, superando el modo occidental, jerarquizado, dualista, de dominio y prepotencia, asumido por el neoliberalismo. Vivir una vida de interconexión, intercomunicación e interdependencia, y experimentarla como algo que nos enriquece. También buscar proyectos alternativos, que buscan incluir, generando una corriente de ecología integral que quiere cuidar la vida y hacer crecer en lo que nos hace humanos.
“La tierra es vientre sagrado del creador, del gran espíritu que genera toda la posibilidad de vida que existe en nuestra casa común”, según Laura Vicuña Pereira, que considera que “este útero sagrado engendro hijos e hijas que nacieron y crecieron, con la libertad de elegir la vida o la muerte”. Poco a poco se fue perdiendo el ser uno con la naturaleza, con la tierra, con el creador, algo que se perpetua hasta hoy. La auditora sinodal afirma que “no podemos separar la condición de ecología integral del bien común”.
La religiosa indígena, que trabaja con el pueblo karipuna, quiere “ser voz para este pueblo que lucha por mantener la vida, por mantener la casa común”. Ella recordaba que “en el Sínodo los pueblos originarios decíamos al papa, a los cardenales, a los obispos, que nosotros queríamos que la Iglesia fuera una aliada, en defensa de la vida, de la tierra, de los derechos”. El cuidado de la casa común, nuestra única morada, es algo urgente, del que todos deben participar.
Como una de las representantes de los pueblos indígenas en la Conferencia Eclesial de la Amazonía, afirma que “los pueblos originarios somos portadores y guardianes de una biodiversidad muy importante. Tenemos responsabilidad de cuidad, amar este inmenso territorio con aguas, bosques, aguas conocimientos y sabores”. Al mismo tiempo destaca la importancia de los sueños, algo que aparece en Querida Amazonía, como camino para hacer realidad un futuro mejor, a ser llevado a cabo en colectividad. En ese sentido, insiste en que “el cuidado de las personas y el cuidado de la tierra son inseparables”.
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