“Cada vez que caminamos por la naturaleza recibimos mucho más de lo que buscamos” (John Muir)
7 de abril. Domingo V de Cuaresma.
Jn 8, 1-11
Jesús se dirigió al monte de los Olivos
La palabra monte, sinónimo de montaña se utiliza incontable número de veces en la Biblia. No solamente en el Antiguo Testamento sino también en el Nuevo.
Desde el Génesis 7:18, se menciona a los montes desde la creación. En Éxodo, 3:12 Dios le dijo a Moisés en la huida de Egipto: “Yo estaré contigo y ésta será la señal de que yo te envío: Cuando hayas sacado al pueblo de Egipto daréis culto a Dios en este monte”.
Cristo fue tentando en un monte por el rey de la mentira: “De nuevo lo lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria” (Mt, 4:8). El milagro de la multiplicación de los panes se menciona que Jesús estaba en el monte sentado (Mt, 15,29): “Desde allí, Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó”. Y se sentó en libertad, porque él sabía ya que, como ha dicho el papa Francisco en la entrevista retransmitida por televisión el lunes pasado, “quien levanta un muro para evitar que los demás lleguen hasta él, termina prisionero del muro que levantó”.
La transfiguración de Jesús se llevó a cabo en el Monte Tabor (Mt 17, 1-2): “Seis días más tarde llamó Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña elevada. Delante de ellos se transfiguró: su rostro resplandeció como el sol y su ropa se volvió blanca como la luz”.
Y antes de su pasión subió a orar al Monte de los Olivos, “Jesús salió de la ciudad y, como de costumbre, se dirigió al monte de los Olivos, y sus discípulos lo siguieron”. (Lc. 22, 39)
La palabra monte tiene un significado muy relevante en la transmisión del mensaje de Dios y en la persona de Jesús, pues es una referencia muy significativa. Y no solo en nuestra Biblia. De Buda se ha dicho lo siguiente:
La Transfiguración sucedió dos veces en la vida de Buda, en una de ellas su cuerpo brilló tanto que, según se dijo de él: “los nuevos mantos dorados que estaba portando, parecían haber perdido su lustre”.
La similitud con el relato de Lucas es patente. Son mitos aplicados también a personajes de otras muchas religiones.
Pero bíblicamente las montañas no solo tenían la función de origen de mantener el ecosistema del planeta en este entonces. La montaña tenía un uso principal que vemos tanto en el antiguo testamento como en el nuevo: era un lugar de oración, de contacto con Dios, pudiéramos decir de revelación.
Las montañas representan a los reinos. En este caso, al reino de Dios donde Él mismo reveló su presencia, no solo a los que por designio de Él mismo había escogido para una misión particular como lo fueron los profetas, sino al mismo Jesús, quien infinidad de veces se separó de la muchedumbre para subir al monte a orar a buscar paz en su espíritu.
La frase de John Muir, que encabeza nuestro artículo, “Cada vez que caminamos por la naturaleza recibimos mucho más de lo que buscamos”, nos sugiere que debemos orientar nuestra atención, a transfigurarnos a nosotros mismos, y también los otros y a la Naturaleza entera.
Yolanda Barry, es una mujer con alma de girasol, firme como su tallo, pero frágil como sus pétalos. En este Poema canta sus ansias de despertar y vivir. ¿Y porqué no de transfigurarse y ser feliz?
POEMA A LA MÚSICA
Embellece mi alma,
me calma, me alimenta,
me llena, me entretiene,
solo con oírla
me siento viva.
Mi música
me alegra, me aligera,
me olvido de mis penas,
me transforma, enamora.
Quiero vivir a ritmo
de los compases,
iluminar mi mundo
de luces centelleantes.
Solo quiero oír música,
sentirla al calor de mi cuerpo,
llenarme de estrellas relucientes
y bailar, bailar sin descansar.
Quiero bailar con su armonía,
cantar con sus lindos versos,
escribir mientras la escucho
y dormir...oyéndola en mis sueños.
Solo así viviría feliz,
llevándola en lo más hondo
de mi alma, llevándola
hasta mi último suspiro,
aún así...la quiero conmigo.
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