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jueves, 21 de marzo de 2019

Taslima Nasrin: ‘Como mujer, siento la responsabilidad de denunciar el islam’

Redes cristianas
La autora, bengalí en el exilio, Taslima Nasrin, llama a yugular el fundamentalismo religioso, afirmando que las críticas a la religión no son propiedad exclusiva de los intelectuales no musulmanes.
Nacida en Bangladés en 1962, primero médica ginecóloga trabajando en un hospital público y luego escritora, Taslima Nasrin fue amenazada por los fundamentalistas islámicos tras la publicación de su primera novela Lajja (La vergüenza), que denuncia la opresión en la que vive la comunidad hindú en Bangladés.
Humanista, feminista y laica, recibe prestigiosos premios, incluido el “Premio Sajarov a la libertad de pensamiento”, otorgado por el Parlamento Europeo en 1994, mientras que los fundamentalistas queman sus libros y reclaman su ahorcamiento. Ese mismo año, Taslima Nasrin huye de su país después de que se emitiera una fetua contra ella por haber criticado al islam en Bangladés. Desde entonces, ha estado viviendo en el exilio.
Algunas publicaciones: La vergüenza (1993), El destino de mujer (1998), Viento a ráfagas (2003), Rumores de odio (2005), De mi prisión (2008).
¿Por qué es importante para ti mencionar de nuevo la condición de las mujeres musulmanas?
Por todo el mundo, las mujeres están oprimidas por las religiones, las costumbres y las tradiciones. Pero donde más sufren hoy día es en los países islámicos. Occidente ha establecido la laicidad, la separación de las Iglesias y el Estado, mientras que, en la mayor parte de los países musulmanes, las mujeres todavía están bajo el yugo de setecientos años de ley de la charía. Millones de mujeres soportan terribles sufrimientos.
Son encerradas, quemadas, apedreadas a muerte… Al venir de una familia musulmana, siento la responsabilidad de denunciar el islam, porque las mujeres que allí están sometidas no tienen ni los derechos ni la libertad que deberían tener. Se les ha inculcado desde hace siglos que eran esclavas del hombre, que debían seguir el sistema que los hombres o Dios habían creado. Bajo la charía, las mujeres son consideradas no como seres humanos, sino como objetos sexuales, seres de segunda clase. No tenemos necesidad de esa ley. ¡Hace falta combatirla!
¿De qué modo tu propia vida ilustra esta condición femenina? ¿Eres un buen ejemplo?
Sí, lo soy. Yo he vivido en una sociedad dominada por los hombres. Durante toda mi infancia, sufrí mucho, especialmente porque la tradición me prohibía salir. Debía quedarme en casa, para ayudar a mi madre.
Ella no era la única que estaba oprimida. Todas las mujeres lo estaban: mis tías, mis vecinas… En aquella época, yo no veía esto como una opresión, sino como el fruto de la tradición. No comprendía que el islam era la herramienta del sistema patriarcal. Vivía en una sociedad musulmana, en una familia musulmana, y estaba acostumbrada a ver a las mujeres envueltas en su burka de pies a cabeza, golpeadas por su marido, que podía ser polígamo o que se divorciaba cuando le apetecía.
Pensaba entonces que, quizá, aquellos hombres estaban actuando mal, que seguramente el islam no permitía tales cosas.
¿Fue al leer el Corán cuando viste las cosas de otra manera?
Sí. Fue mi madre quien me enseñó el Corán. También tenía un maestro que venía a mi casa a enseñarme árabe para poder descifrar el texto, sin entenderlo realmente. Con frecuencia, las mujeres no saben lo que dice el Corán, porque el texto está escrito en árabe, y en muchos países que no hablan árabe se lee el árabe sin entender el significado de los versículos…
Pero, a los 14 años, me encontré con un Corán traducido al bengalí, y comparé más de doce traducciones bengalíes diferentes… Para mi sorpresa, comprendí que era Alá el que declaraba inferiores a las mujeres, el que favorecía la poligamia, el divorcio únicamente para los hombres, el derecho a golpear a sus esposas, la prohibición de que las mujeres testifiquen ante los tribunales, la desigualdad en asunto de herencia, el uso del velo…
Sí, Alá permitía todo eso. Comprendí que la condición de las mujeres musulmanas no era un problema específico de la sociedad bengalí, sino el resultado de la ley de Alá, una ley terrorífica, o más precisamente de la ley que Mahoma había impuesto en nombre de de Alá… Cuando intenté criticar el islam en nombre de las mujeres y de la justicia, los fundamentalistas se volvieron locos. No aceptaban debatir, no argumentaban, solamente querían hacerme callar y matarme. Decretaron una fetua que el gobierno respaldó en lugar de castigarlos. No era ilegal, puesto que el Corán dice que el increyente debe ser matado: Alá lo permite. Para salvar mi vida, me vi forzada a esconderme y abandonar mi país, sabiendo que mucha gente me apoyaba pero no podían decirlo públicamente.
¿Realmente es responsable el Corán, o los fundamentalistas que lo interpretan a su manera?
Muchos musulmanes modernos dicen que los fundamentalistas están equivocados, que estos últimos no representan al verdadero islam, y que este nunca ha prescrito asesinar a los increyentes. ¡Es falso! Es sin duda el islam, el verdadero islam, el auténtico islam, el que prescribe matar a los apóstatas y a los increyentes. Esto está explícitamente en el Corán.
El Corán dice incluso que se puede matar a los judíos y a los cristianos, y que si hacemos amistad con ellos, Alá nos mandará al infierno.
¿No sería más exacto decir que en él encontramos versículos contradictorios?
Sí, pero es únicamente porque, cuando Mahoma no tenía el poder, buscaba alianzas políticas con los no musulmanes. Quería ser tolerante. Pero, tan pronto como tuvo el poder, cambió radicalmente y comenzó a hablar de masacrar a los no musulmanes… Si los fundamentalistas quisieron matarme, es porque realmente quieren aplicar el verdadero islam. Ellos son el islam auténtico. Los musulmanes que desearan ver a las mujeres liberadas están en contradicción con su doctrina: Alá no los habría aceptado. El Corán lo dice claramente, y son las palabras del mismo Alá: “Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres, porque Dios ha preferido a unos más que a otras, y porque los hombres gastan de sus bienes en favor de sus mujeres. Las mujeres virtuosas son obedientes… a aquellas que temáis que no sean dóciles, reprendedlas, relegadlas en sus dormitorios, golpeadlas…” (Corán 4,34).
¿Qué dice de la vida sexual de las mujeres?
El islam considera a la mujer únicamente como un objeto sexual, un objeto sucio como una mierda, pues el Corán dice textualmente: “Oh, vosotros que creéis, si estáis enfermos o de viaje, si venís de hacer vuestras necesidades o habéis estado en contacto con mujeres y no tenéis agua, recurrid a arena limpia [antes de orar]” (Corán 4,43). También dice: “Vuestras mujeres son un campo de labor para vosotros. Venid a él como queráis”. Así que cuando los hombres quieren y como quieren. Que la mujer quiera o no, es una cuestión que nunca se plantea. Los hadices especifican dos categorías de plegarias que nunca alcanzan el cielo: las del esclavo huido y las de la mujer que rechaza de noche a su marido …
¿Y el velo?
Hay que saber que el velo existe únicamente porque Mahoma era muy celoso de sus amigos que venían a visitarlo y miraban a Aisha, su esposa. Él no podía tolerar eso. Entonces fue cuando dijo que había recibido una revelación de Alá, diciéndole que las mujeres debían cubrirse delante de los hombres. Por eso, impuso el velo a Aisha, y por extensión a todas las mujeres. Démonos cuenta de que Mahoma contrajo matrimonio con Aisha cuando ella tenía 6 años. Esto es, por supuesto, un abuso infantil. Sí, yo podría calificar a Mahoma de abusador infantil. Y el velo es, para mí, el signo de la opresión más profunda.
¿Te das cuenta de que tus comentarios pueden considerarse chocantes, incluso insultantes, para el islam?
Si es un insulto al islam decir que el Corán es un texto opresor, entonces puedo insultar al islam. Lo que me importa es el ser humano, no el texto. El islam no es una persona con un corazón y sentimientos. Es solo una creación humana que data de hace mucho tiempo. Creo que el islam es realmente una tortura contra las mujeres, una tortura que debemos combatir. Mi pluma es mi única arma. No me considero especialmente radical. Solamente digo la verdad. Todo está escrito en el Corán. Soy yo quien quedó impresionada cuando lo leí por primera vez, cuando vi que millones de personas creían todavía en este horrible libro. ¿Cómo es posible si creemos también en el humanismo? Pienso que cualquier persona consciente se sentirá tan impresionada como yo.
¿No tienes miedo de hablar así?
¿Por qué voy a tener miedo, si estoy diciendo la verdad? Incluso en Bangladés, hablaba de esta manera, y no tenía miedo. El Corán no dice nada sobre la realidad del mundo, no permite la puesta en práctica de los derechos del hombre, la democracia, la libertad de expresión. Está repleto de ideas falsas sobre el universo.
En vez de ser la causa de la opresión, el Corán ¿no sería un pretexto del que ser sirven los hombres para conservar su poder sobre las mujeres?
Si pueden servirse de él, es porque el texto existe. Si este texto no se considerara como procedente de Alá, intangible para todos los tiempos pasados ​​y futuros, entonces el Corán no sería importante. En realidad, los fundamentalistas pueden justificar sus crímenes solamente porque este texto se considera sagrado.
Entonces, ¿no hay nada que conservar del Corán?
No, porque ahora conocemos la modernidad y los derechos del hombre. Y añado que, para mí, no hay conflicto entre el islam y Occidente, entre el cristianismo y el islam; más bien, existe un conflicto entre secularización y fundamentalismo, entre pensamiento lógico y pensamiento irracional, entre innovación y tradición, pasado y presente, modernidad y antimodernidad, entre quienes valoran la libertad y quienes no la buscan. Defiendo a los musulmanes en todas partes donde están oprimidos, en India o en otros lugares cuando están en minoría. Estoy en contra de la violencia. La violencia nunca es una solución. Sé que la mayoría creen en el islam, ante todo, por ignorancia y porque los políticos se sirven de la religión para mantenerlos en la ignorancia. Lo que necesitamos es educación ilustrada. Hace siglos, unos hombres crearon el islam. El Corán se puede considerar como un documento histórico. Nunca he dicho que haya que destruirlo, tampoco que haya que destruir los hadices. Debemos tomarlo como un elemento de nuestra historia pasada, pero no tratar de aplicarlo en nuestros días.
No puedes negar cierta evolución de la condición de las mujeres. ¡No estamos ya en tiempos del profeta!
Claro. Pero lo esencial no cambia. Un ejemplo: en Bangladés, antes de 1962, un hombre que quería divorciarse simplemente tenía que pronunciar tres veces la palabra “divorcio” para obtenerlo. Desde la reforma de la ley islámica, le basta con escribir una simple carta a la autoridad local, y el divorcio está declarado. ¿Dónde está la diferencia? Otro ejemplo: si un hombre quiere casarse por segunda vez, debe pedir el permiso a su primera esposa. En realidad, como ella sigue dependiendo económicamente de su marido, no tiene más opción que aceptar… Del mismo modo, apedrear a una mujer ya no es legal en Bangladés. Sin embargo, esto sucede a diario en los pueblos y las autoridades dejan hacer: los fundamentalistas simplemente responden que ellos no hacen más que seguir la ley de Alá. Para mí, estas reformas no tienen sentido. Quiero una revolución.
Todo depende del país. En el Magreb, por ejemplo, las mujeres jóvenes parecen más libres que sus madres.
En algunos países musulmanes, las mujeres puede que tengan más libertad sexual, pero no es gracias al islam. ¡Si tienen más libertad, es porque se la han tomado! Ninguna sociedad se la ha concedido. El hecho es que la mayoría de las mujeres musulmanas tienen miedo todavía y no pueden rechazar el sistema tan fácilmente.
¿Qué desearías decir a todas esas mujeres?
Me gustaría hacerles comprender que deben leer el Corán con un espíritu clarividente, para buscar en él algo de justicia. Si no la encuentran en el texto (y no la encontrarán), deberán dejar de seguir esas reglas y comenzar a luchar.
A cada uno le corresponde encontrar la manera de hacerlo. La mía es la escritura.
Simplemente quiero animarlas, decirles que, si queremos ser más civilizados, ya no podemos seguir esos libros que prescriben la desigualdad. Quiero hacerles tomar conciencia de que si ellas no emprenden su propia liberación, entonces sus hijas sufrirán también. Quizá las mujeres de hoy no lleguen a ver el advenimiento de una sociedad laica, pero es su deber prepararla para las generaciones futuras.
A aquellas que no luchan para poner fin a la opresión de este sistema patriarcal y religioso, les digo: ¡la culpa es vuestra! La culpa de no protestar, la culpa de consolidar semejante sistema. Es difícil, porque existe una especie de conspiración que mantiene a las mujeres dispersas y aisladas (en muchos países musulmanes ni siquiera tienen derecho a entrar en las mezquitas) y les resulta difícil reunirse… Pero, de ahora en adelante, las mujeres deben conquistar su independencia económica. Deben luchar para vivir con dignidad, como seres humanos.
Tenemos necesidad ya de una educación laica, tenemos necesidad de la Ilustración.

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