Lo mismo dentro que fuera de Extremadura, y por razones no solo eclesiásticas, sino cívicas y hasta políticas, Guadalupe, con su Virgen, La Puebla, monasterio y santuario - "Patrimonio de la Humanidad", por más señas-, ha sido y es noticia de primera página en los medios de comunicación.
Y es que, ser y ejercer de patrona de su Comunidad Autónoma, y a la vez, administrativamente en sus áreas eclesiásticas pertenecer con todas sus consecuencias a la diócesis de Toledo, capital de Castilla-La Mancha, es caso único en todo el orbe católico. A tal conclusión hay que añadirle la de que tan extraña y esperpéntica situación, de alguna manera es también causa y explicación del aterrador lugar que hoy ocupa la región en los mismos índices oficiales de subdesarrollo en todo orden de cosas.
La Iglesia, por Iglesia, basada en la fuerza reconquistadora y feudal "manu militari" de los otrora todopoderosos y guerreros arzobispos Primados de las Españas, debiera haberle ya devuelto y restituido en justicia y por Constitución, las correspondientes rentas, territorios y territorios "parroquiales", que les corresponden a Extremadura. Pero así son, y siguen siendo los imperiales arzobispos Primados.
Pero por fin, y esta es la noticia que aquí y ahora adelanto con gozo tanto pastoral como patriótico, es posible afirmar que nos encontramos ya en vísperas de que la sensatez, el Código de Derecho Canónico y las gestiones de orden político, religioso y cívico, con participación del pueblo-pueblo, con "Guadalupex" a la cabeza, las aguas "guadalupanas" vuelvan a sus cauces y se corrija tamaña injusticia y ofensa para la Iglesia y la Comunidad Autónoma extremeñas.
Los fundamentos de la ya viable información se asientan sobre todo en el par de rumores que describo a continuación, previa la advertencia de que "el rumor es la antesala de la verdad", a la vez que es su "más perceptible y antecedente perfume".
Don Braulio, arzobispo actual de Toledo, es de quien ha dependido y depende la decisión de ponerle el punto final al destierro oneroso de la Virgen de Guadalupe, recuperando el apelativo de "extremeña" la que hoy por hoy es toledana y castellano- manchega. El Presidente de la Conferencia Episcopal Española, a título personal, y los obispos extremeños tanto oficial como oficiosamente, manifiestan con dolorida frecuencia su desacuerdo con la tozuda, y para otros, vanidosa, actitud de don Braulio. En vísperas ya de su merecida jubilación arzobispal al frente de la archidiócesis toledana -el 27 de enero cumple los 75 años de edad-, el rumor de querer pasar a la historia como el último poseedor del título de arzobispo de Guadalupe, parece ser que su sensibilidad pastoral y los consejos de sus buenos amigos, le insta a facilitar la gestión.
Así lo esperan el pueblo extremeño y sus representantes, con motivaciones religiosas de verdad y el agradecimiento propio que se les exige y se presupone a quienes son seguidores de la doctrina que imparten los evangelios, sin nombrar explícitamente a las demarcaciones eclesiásticas y menos a las metropolitanas, con obispos aguerridos y espadachines al frente de sus soldados, siempre en orden para entrar en batalla campal, al amparo de símbolos, estandartes, banderas e insignias "religiosas".
El recuerdo, estudio y redacción de la tesis presentada en la "Universidad del Norte", con sede en la levítica cuidad de Burgos, con el título de "El proceso de Jesús ante el Sanedrín y la catequesis cristiana primitiva", seguramente que le aportaría al doctorando don Braulio argumentos bíblicos para facilitarles a los obispos de Extremadura la actividad pastoral que les corresponde por lo que respecta a Guadalupe y a la treintena de pueblos de las actuales provincias de Cáceres y Badajoz.
Dato relevante en el proceso de la ya próxima "extremeñización" de Guadalupe -Virgen, La Puebla, santuario y monasterio- es la gestión paralela que se efectúa ante los organismos supremos de la Curia Romana, con anuencia y bendición del papa Francisco, manifestada al presidente de la Comunidad Autónoma de Extremadura y al arzobispo de Mérida-Badajoz, con la intención de conseguir para Guadalupe la condición de "Prelatura Territorial", al margen, o sobre, cualquier otra diócesis lo que privilegiaría aún más tan sacrosanto y significativo nombre y lugar extremeños.
Esta solución administrativamente eclesiástica resulta ser frecuente sobre todo en Italia, cuyos lugares -santuarios y monasterios- sean centros importantes de devoción y piedad. Se trata de una fórmula del agrado de muchos y, hoy por hoy, posiblemente la más asequible para Extremadura. Con la forma y de la manera que sea, es de urgencia vital que, de entre tantas y escandalosas noticias "religiosas" como hoy pueblan los medios de comunicación, destaquen la luz y el calor de convertirse en realidad ejemplar de común unión y "sinodalidad" estos rumores guadalupanos evangelizadores.
Con elegancia, diplomacia vaticanista y misericordia para con el toledano "hermano en el episcopado", el arzobispo de Mérida-Badajoz, en su penúltima reclamación de "extremeñidad" de la Virgen de Guadalupe, refiere que se trata " de una causa justa". En román paladino -"palám" o "de forma clara y evidente"-, me hago eco del sentir popular y cristiano de Extremadura -Comunidad Autónoma y Provincia Eclesiástica- , y no encuentro otros apelativos que los de "injusticia", "injuria" y "ofensa" para todo un pueblo, precisamente el más preterido de entre los de toda España.
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