Koldo Gutiérrez, sdb
Iniciamos los domingos del tiempo ordinario leyendo un texto del evangelio de San Juan. El evangelista quiere mostrar el amor que Dios nos tiene y para ello habla de las bodas de Caná. Cuando hablamos de una boda a todos nos viene en mente el recuerdo del amor. Hay que reconocer que el deseo del amor está en lo más profundo del ser humano.
Dios es amor
Esta es la gran verdad del cristianismo. Si esta verdad calara profundamente en nosotros, si palpitara en nuestro corazón, si tuviéramos la sabiduría para para saber comunicar esta verdad, todo sería más sencillo. Si Dios es amor no es ninguna ingenuidad hablar de la fe como de un proceso de enamoramiento. No podemos olvidar que la fe es una respuesta de amor a un amor recibido. Esto hace que la fe no sea una carga sino que sobre todo sea un gozo. La fe es frescura y alegría.
Por amor…
“Por amor no callaré”. “Por amor no descansaré”. Dice el profeta en la primera lectura. De esta misma manera se han expresado los grandes creyentes a lo largo de la historia. ¿Qué no estará dispuesto a hacer una persona enamorada por amor? ¿Qué no estará dispuesto a hacer una madre o un padre por amor? ¿Qué no estará dispuesto a hacer un creyente por amor a Dios? Pero seamos más concretos: ¿qué estaría dispuesto hacer yo mismo por amor? Por amor… se hacen grandes sacrificios. Por amor se trabaja, se estudia, se compromete,… se da la vida.
Haz lo que Él te pida
En este texto de las bodas de Caná, el evangelista San Juan hace ver que con Jesús ha llegado el tiempo definitivo del amor. Ese amor de Dios, manifestado en Jesucristo, da alegría, una alegría festiva como la alegría que hay en una boda. Los cristianos decimos que amamos a nuestro Señor Jesucristo. Solo podemos hablar de esta manera desde la fe. Y en la clave de la fe, se entienden las palabras de María: “Haced lo que él os diga”. Amas a Jesús y le preguntas: ¿Señor que quieres de mí? Escucha en ese momento las palabras de María: “Haz lo que él os diga”. Pidamos al Señor que escuchemos de sus labios eso que Él nos pide y nos comprometamos a hacerlo con la ayuda de María.
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