José M. Castillo, teólogo
Fuente: Teología sin censura
El diario El País (27.XII.2018) publicó un informe sociológico en el que se decía que “España es el país con mayor abandono de cristianos de Europa”. Y para demostrar esta severa afirmación, aportaba (entre otros) este dato: “Doce millones de personas eran creyentes en España y han dejado de serlo de mayores”.
Como es lógico, estas afirmaciones, tan fuertes y tajantes, se puede analizar desde muy diversos puntos de vista. No es lo mismo lo que puede decir, sobre este asunto tan complejo, un sociólogo, un periodista, un historiador o un político. Yo voy a exponer mi punto de vista desde donde creo que puedo decir algo con algún conocimiento del tema. He dedicado mi vida a la teología. Y, por consiguiente, diré algo desde los conocimientos que suele manejar un teólogo.
Ante todo, me da la impresión que el periodista, que ha redactado el informe que he citado, utiliza los términos “cristiano” y “creyente” como si ambos términos dijeran lo mismo y tuvieran el mismo significado. En realidad, no es así. Puede haber – y los hay – individuos que son considerados como “cristianos” y que, al mismo tiempo, apenas tienen fe, o sea “no son auténticos creyentes”. Esto abunda más de lo que nos imaginamos. Como también ocurre que hay gente con una fe muy profunda, pero que no son asiduamente “practicantes”, en lo que se refiere a ceremonias religiosas.
Por eso resulta chocante que los evangelios nos informen de que Jesús elogió “la fe” de un centurión romano (Mt 8, 10 par), de una mujer siro-fenicia (Mt 15, 29 par) y de un leproso samaritano (Lc 17, 19). O sea, tres extranjeros, que lógicamente tendrían sus propias creencias, pero que coincidían en que los tres eran personas de una conducta ejemplar. Para Jesús, son “grandes creyentes” quienes son buenas personas. Mientras que a los “discípulos” y “apóstoles”, cuando Jesús les habla de la “fe”, es para reprenderlos. Porque, en el tema de las creencias, no se fiaban plenamente de Jesús.
Estas breves indicaciones dan que pensar. Por supuesto, en España ha disminuido el número de personas que asisten a las prácticas religiosas. No estoy tan seguro de que haya disminuido igualmente la cantidad de ciudadanos que se desentienden del tema de la fe, del Evangelio o de Jesús. Aquí tocamos un problema más profundo y del que se puede asegurar que somos muchos los que lo llevamos clavado en lo más profundo de nuestros sentimientos o preguntas, que todavía no han encontrado la debida respuesta.
Y para acabar, lo más preocupante (a mi manera de ver) es la cantidad de gente, que estamos ahora mismo en España, y que utilizamos la religión para satisfacer intereses que nada tienen que ver con el Evangelio (ni con las creencias más hondas) que nos enseñó Jesús. Me parece importante recalcar que este asunto tiene mucho que ver con la economía y con la política, con el dinero y con el poder.
¿Cómo se explica que, en este país, haya tanta gente religiosa y hasta piadosa, que, además de sus prácticas piadosas, están encausados en los tribunales de justicia por motivos del dinero que han robado, lo que han mentido, lo que han mandado y lo que han prohibido, el sufrimiento que han causado y la ambición de mando que siguen alimentando?
Efectivamente, España es un escándalo en Europa. Pero no lo es por el abandono de las creencias religiosas, sino por el uso escandaloso que se hace de ellas.
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