Leonardo Boff
Hay momentos en la vida en los que tenemos que escoger de qué lado nos situamos políticamente.
Del lado de la democracia que respeta las libertades, permite la manifestación de los ciudadanos y se entiende dentro de un Estado democrático de derecho.
O del lado de quien la niega, que exalta la dictadura militar de 1964, magnifica a sus torturadores, que, según él, no debían torturar, sino simplemente fusilar, empezando por el expresidente Fernando Henrique Cardoso, que abomina y predica la represión a los homoafectivos, que desmoraliza a los quilombolas que, según él, no sirven ni para reproducirse, que desprecia a los indígenas, que patrocina un arma en la mano de cada brasileiro, que humilla públicamente a su propia hija, fruto de una “flojera”, y sería incapaz de amar a un hijo homoafectivo.
Ese, un capitán retirado, sin experiencia de administración pública, que confiesa que no entiende nada de economía, de salud ni de educación, pues para eso están los ministros respectivos… No se da cuenta de que es misión del presidente definir las políticas públicas, marcar un rumbo para la nación y entregar las ejecuciones a ministros competentes.
Tal candidato, mayoritario en la primera vuelta de las elecciones e igualmente mostrando gran ventaja sobre su oponente para la segunda, muestra un claro corte nazifascista, sea en el lenguaje, sea en los gestos o en la brutalidad de sus expresiones.
Es una vergüenza para el país la inconsciencia de la mayoría de los partidos que, no venciendo en las elecciones, lo apoyan explícitamente o dejan a sus seguidores en libertad para escoger a su candidato. Piensan en la parte, que es el partido, y no en el todo, que es Brasil.
Esta neutralidad, en este momento histórico de gran peligro para la democracia, se revela irresponsable. El resentimiento y el odio que se han apoderado de buena parte de la sociedad, son los peores consejeros para la convivencia de una sociedad mínimamente civilizada.
No vale culpar al pueblo diciendo que es ignorante pero que, al final, fue su opción. La ignorancia y falta de conciencia son fruto de la voluntad de las viejas oligarquías y del capitalismo salvaje que se desarrolla entre nosotros. Siempre quisieron un pueblo ignorante y sin conciencia de sus derechos, para manipularlo mejor y garantizar sus privilegios. No temen a un pobre, pero tienen pavor de un pobre concientizado de su ciudadanía y que reclama sus derechos.
Aquellas, como mostró el gran historiador José Honório Rodrigues estudiando las relaciones entre las oligarquías y el pueblo, siempre conspiraron contra este, lo humillaron, le negaron derechos y jamás tuvieron un proyecto político para él.
El excapitán de cariz fascista se alinea con esta tradición. Hasta llegó copiar el lema de Hitler, Deutschland über alles, traduciendo: “Brasil por encima de todo”. En su estilo rudo, fuera del civismo democrático, promete combatir la violencia reinante con más violencia todavía, sin darse cuenta de que las primeras víctimas serán los pobres, los negros y negras, los que tienen otra opción sexual. Sólo ante la perspectiva de su victoria, sus seguidores están anticipando la violencia, llegando hasta asesinar a un famoso maestre de capoeira en Bahía y a marcar una esvástica, con navaja, en la pierna de una mujer joven en Rio Grande do Sul.
En el momento actual cuenta más que los partidos un frente amplio para defender la democracia amenazada y los derechos fundamentales negados. Vivimos tiempos de urgencia. Las diferencias deben relativizarse ante un peligro que puede amenazar el destino de nuestro país y afectar de forma negativa a los países vecinos, cuyas democracias son también de baja intensidad. El ascenso derechista en el mundo, tanto en Europa como en los Estados Unidos, saldría fortalecido y representaría un regreso a tiempos sombríos vividos en Europa bajo la bota de Hitler y de Mussolini.
Hoy sabemos que ellos irrumpieron con un discurso semejante al del candidato fascistoide: prometiendo seguridad y represión a todos los que se les oponían, muchos de ellos asesinados o enviados a las cámaras de exterminio. Unos pocos consiguieron refugiarse en el exilio, como Einstein, Freud, Brecht, Arendt y otros y otras. No queremos que esta historia se repita en nuestro país.
Por eso, hay que respetar la libertad del voto, pero que cada cual sea consciente y mida su significado para sí mismo, para sus familiares y para el futuro de nuestro país.
No podemos pasar a los ojos de los extranjeros que se preocupan enormemente con nuestras elecciones, como una nación paria que retrocede a tiempos y a políticas malévolas ante las que todos queremos repetir: “Nunca más”.
*Leonardo Boff es teólogo, filósofo y escritor.
Traducción de Mª José Gavito Milano
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