Jaume Flaquer
Sabiendo que muchos crímenes contra la humanidad, invasiones y genocidios en la historia no han producido ni un solo lamento en sus actores, es de entrada loable que la Iglesia sea capaz de pedir perdón por el gravísimo mal que ha causado a miles de niños a través de quien más debieran haberlos protegido.
Pero una petición de perdón solo es sincera si 1) el individuo o la institución se reconoce en tal fracaso y colapso que le hace afirmar: “soy culpable y no sé cómo remediarlo” (como un violador que dijese: “mejor que me encierren y no me dejen salir porque la ansiedad es más fuerte que yo”), o si 2) el individuo o la institución deciden poner todo su empeño en poner los medios para que no vuelva a ocurrir.
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