Comenzaremos con un comentario al uso habitual, y
continuaremos con una «nota crítica» para quienes quieran arar más hondo.
En el evangelio vemos que Jairo viene de vuelta de la
sinagoga. A pesar de ser jefe de esa institución no ha encontrado en ella la
salvación para su hija; el judaísmo, representado por la institución más
importante después del templo, no conduce a la vida; la hija de Jairo, imagen
del pueblo, está abocada a una muerte irremediable. Por eso Jairo, tal vez
desesperado y desilusionado con aquel viejo sistema, acude a Jesús, buscando
vida para su hija. Y estando con él se entera de que su hija ha muerto: ¿Para
qué molestar más al maestro?, le dicen. La gente piensa que se molesta al
maestro pidiéndole que dé vida. No saben que “él ha venido para que tengan vida
y vida abundante”, como dice el evangelista Juan. Jesús, en estas circunstancias
extremas, no se arredra: “No temas, ten fe y basta...”. Para quien cree la
muerte es un sueño del que se puede despertar. Los primeros cristianos lo
entendieron así cuando comenzaron a llamar a la necrópolis (= ciudad de los
muertos), cementerio (= dormitorio). No lo ve así la gente, que, al enterarse de
la muerte de la hija de Jairo, lloraba gritando sin parar –gesto de desesperanza
total-, y que, cuando Jesús dice que la niña “no está muerta, sino dormida”, se
ríe de él, considerando la situación irreversible. Ante la incredulidad no hay
nada que hacer. Por eso, Jesús echa fuera a la gente –para quien no cree, la
muerte es el final- y entra a donde está la niña con sus padres, junto con tres
de sus discípulos. SEGUIR LEYENDO
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