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viernes, 1 de diciembre de 2017

Honduras, la venganza electoral de las y los despojados

Ollantay Itzamá


El debilitado aparente Estado de Honduras, en sus casis doscientos años, estuvo controlado y gobernado por la élite de terratenientes y comerciantes auto rotulados como “conservadores” y “liberales”.
Durante los primeros cien años, los patrones colocaban a los capataces de Honduras mediante bayonetas y escopetas. A principios del siglo XX, los conservadores (partido Nacional), para hacer la pantomima democrática, crearon el denominado partido Liberal, y así Honduras vivió todo un siglo bajo el (des) gobierno del bipartidismo (nacionalistas y liberales), hasta noviembre del 2017.



Un golpe de Estado que abonó resistencia
A finales de la primera década del presente siglo (2009), con un golpe de Estado político-militar, los ricos en el poder aceleraron su auto desestabilización política. Y abonaron el surgimiento del movimiento social que fue el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) que exigía la restitución en el poder de Manuel Zelaya, Presidente defenestrado por el golpe de Estado, y cambios estructurales profundos en la Honduras empobrecida y enajenada.
A partir del 2012, el FNRP declinó, y dio origen al actual partido político Libertad y Refundación Libre. Este “nuevo” partido, conformado, en su mayoría por políticos ex liberales, en las elecciones generales del 2013 (su primera participación), quedó en el segundo lugar, con 37 diputados (del total de 128 diputados del Congreso de la República).


Pero, el gobierno de Juan Orlando Hernández, del partido Nacional (coautor del golpe de Estado, junto a los liberales), que tiene aún el control del Legislativo y Judicial, les hizo la “vida política” casi imposible. No sólo les excluyeron de las comisiones legislativas, sino también les impidieron sistemáticamente las iniciativas legislativas, hasta les retuvieron los honorarios a dichos diputados.
Una dictadura “democrática” que empobreció a todo un país
Después del golpe de Estado (2009), Honduras continuó en una sistemática dictadura “democrática”, donde la ilegalidad, la corrupción y disolución de los derechos fueron constantemente promovidos y premiados por el Estado y sus tres gobernantes posteriores al golpe.


La ilegalidad en la dictadura de Juan Orlando Hernández superó la imaginación máxima cuando éste, en contra del artículo pétreo de la Constitución Política (Art. 239), se autoproclamó como candidato presidencial buscando su reelección, bajo el lema: “La vida mejor para Honduras no puede parar”. En un país que después del golpe de Estado el nivel de pobreza empeoró en más del 10%, y el país adquirió la marca mundial de “país más violento sin guerra”.
La disolución de los derechos cobró visos dantescos con las masacres y asesinatos selectivos de defensores de derechos. Siendo el caso más repudiado el asesinado de Berta Cáceres. El disentir o difundir el pensamiento crítico se castigaba y castiga con la pena de encierro, o destierro, o entierro.


Un dictadura “democrática” que subestimó a sus víctimas
En estas condiciones la hondureñidad fue obligada a volver al ritual de las urnas. Y, el dictador, creyendo que sus víctimas estaban vencidas, intentó re ungirse en las urnas alegando ser el ungido del Dios desconocido para seguir gobernando “Honduras para Cristo”.
Pero, la resistencia no estaba muerta. Ésta volvió sobre sus cenizas y derrotó incluso a la dictadura mediática de los masivos medios de (des) información, a la dictadura divina en campaña a favor del dictador (Cardenal, obispos, curas, pastores, apósteles…). Derrotó a la dictadura del miedo.
El ilegal candidato presidencial y Presidente de la República, Juan Orlando Hernández, se mantuvo en campaña electoral permanente durante todo su gobierno.


Distribuyó a sus electores, que él mismo los empobrecía, bolsitas de frijoles africanos rotulados con su fotografía y logo de su partido. Distribuyó 50 Lempiras (equivalente a 2.5 dólares) a todos los pobres electores que crecieron en número en el decenio del golpe continuado. Regaló pelotas, casitas de cartón, hornillas…, sacramentadas de: “bendiciones con la sangre de Cristo”.
Encerró, desterró o enterró a todo defensor o profeta incómodo de los derechos humanos. Persiguió y expulsó a los “venezolanos”, fantasmas de Hugo Chávez, que supuestamente traían consigo el mortal del virus del “comunismo” a la “Honduras de Cristo”.
Pero, nada de eso funcionó. Ni la dictadura, ni la dolorosa Honduras había sido de Cristo. Los pobre recibieron las bolsas de frijoles, pero votaron por la Alianza (Libre-PINU). Los “venezolanos chavistas”, enemigos de la dictadura, tenían carnet de identidad hondureña, y en las urnas defenestraron al dictador ungido por Cristo.


La venganza electoral de los empobrecidos
El dictador, y su virginal Primera Dama, antes de los primeros resultados electorales emitidos por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), de rodillas, y ante sus cámaras de televisión, agradecían llorosos a su Dios desconocido y a su Cristo por haberle “ungido por segunda vez como Presidente de Honduras”. Incluso creyentes o cómicos gobernantes de Guatemala y Ecuador, le felicitaron al dictador por anticipado. Pero, las urnas dijeron lo contrario.


Deprimente fue la sorpresa para el dictador y su cohorte cuando el TSE anunció, lo que ya habían anunciado los políticos de la oposición: “Salvador Nasralla, candidato de la Alianza Libre-PINU, aventaja con 5 puntos por encima del candidato del partido Nacional, Juan Orlando Hernández”.
Allí, la algarabía, el fervor y gratitud religiosa, la prepotencia “democrática”, se diluyó en el rostro del ungido.


“Fue un acuerdo entre los partidos de la oposición y el partido Nacional para que en los mismos centros de votación se entregase a todos los representantes de los partidos copias legalizadas de todas las actas de votación. Nosotros, como Libre hemos cuidado y asegurado para que ese acuerdo se cumpla. Así, ellos (partido Nacional) ya no podían fabricar o modificar actas de votación”, indica Dilcia Cantarero, dirigente departamental de Libre en Copán. Y así fue. Éste fue el “talón de Aquiles” de Juan Orlando Hernández.
En 2013, Libre denunció que el TSE modificó las actas electorales (fraude), pero no tenía modo de mostrar evidencias. Esta vez, tiene en su poder todas las actas electorales del país legalizados por el TSE. El dictador no pudo hacer la tradicional costumbre de: “aceitar con dinero público los resultados electorales a su favor”.

Esta venganza electoral de los empobrecidos significa una máxima responsabilidad para el gobierno de Salvador Nasralla y para toda la estructura política de Libre. Honduras, como primer paso necesita la restauración de los derechos fundamentales cercenados, y resarcimiento de las víctimas de la dictadura. Tareas nada secundarias son la revisión de todos los contratos de concesión del territorio y bienes nacionales a empresas transnacionales, la supresión de la corrupción pública como la industria más fácil para enriquecimiento ilícito, la restauración de la pacífica convivencia social interna, etc. 

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