Crear y vivir están unidos (Mahler)
24 de diciembre, domingo IV de adviento
Lc 1, 26-38
Mira, concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús
La consagración que María hace al Señor cuando dijo “Aquí está la esclava del Señor: que se cumpla en mí tu palabra”, dice Pedro Olalde en sus Comentarios Evangélicos, “va directamente de corazón a corazón. Es la libre corriente del amor mismo de persona a persona. El sentido de una consagración viene dado por el amor que ponemos en dicho acto”.
El cielo de la película de Jesús en tecnicolor, no perderá su arco-iris porque, como dicen
Newberg y Aquili en ¿Porquoi “Dieu” ne disparaîtra pas?: “La primera función del ritual religioso es transformar las historias espirituales en experiencias espirituales; transformar algo en lo que se cree en algo que se puede sentir”. Y ésta iba a ser la tarea del hijo de María.
San Agustín nos insta a emprender con empeño esta misma tarea de Jesús en su Sermón El Nacimiento del Señor: “Su madre le llevó en el seno; llevémosle nosotros en el corazón; la virgen quedó grávida por la encarnación de Cristo, estén grávidos nuestros corazones de la fe en Cristo; ella alumbró al salvador; alumbremos nosotros las alabanzas a Dios. No seamos estériles; dejemos que nuestras almas las fecunde Dios”. La historia, viene a decir el obispo de Hipona, estaba grávida de Cristo y él fue creciendo hasta nacer.
Un crecer constante como lo hace la planta desde el instante en que fue depositada como semilla en el vientre fecundo de la tierra, y a continuación se extiende para dar cobijo a las aves, y sombra y alimento a los necesitados. José Mª Castillo lo expresó en La religión de Jesús, de esta manera: “El Dios trascendente se nos da a conocer en el pobre y desamparado niño que nació de María. Así se hizo Dios presente, visible y tangente en la Historia”.
Pirueta mental del cristianismo, que pone en marcha el quehacer inexcusable y conjunto de Dios y de los hombres –de Dios en los hombres- hasta alcanzar la plenitud del hombre y de los tiempos. En el Club de Cristo (la ekklesia) juega Pablo con la esperanza de lograr el premio merecido: “Sólo me espera la corona de la justicia, que el Señor como justo juez me entregará aquel día. Y no sólo a mí sino a cuantos desean su manifestación”. (2 Tim 4, 8)
Una pirueta que aconseja realizar Daniel, protagonista del film sueco Tierra de ángeles (2004) dirigido por Kay Pollak, cuando le dice al Coro: “Todo comienza con escuchar. Imaginar que toda la música ya existe. Que está aquí vibrando, esperando a que la plasmemos. Y para plasmarla, primero tenemos que escuchar, tenemos que encontrarla dentro de nosotros. Cada persona tiene un tono que le es exclusivo, un tono totalmente individual. Todos tenemos una tonalidad que nos es exclusiva. Ahora intentaremos encontrarla. La música es ante todo saber escuchar”.
Esa misma pirueta que aconseja Daniel se hace realidad en Norma, una ópera renovadora en el arte del italiano Vincenzo Bellini, en la que se muestra liberado de la influencia de su compatriota Gioachino Rossini, y en la que, con admirable afán se esfuerza por llevar a la música los sentimientos humanos con una presencia viva que ninguno de sus predecesores había conseguido antes. ¿No era ésta, acaso, la misión con que venía al mundo el niño de Belén?
Llevar los sentimientos a la vida con una presencia viva es lo que hacen las personas comprometidas. Acabo de recibir la “Carta de Navidad” de Patxi Loidi, compañero de estudios en Salamanca. Hoy trabaja entregado a los necesitados, como hizo Jesús, en Antiguo Cuscatlán (El Salvador). Dice en ella: “Me gustaría que todos mis amigos y amigas se acercaran más a Él en estos días. Y con él, a la gente pobre, donde están sus preferidas y preferidos. Es un dolor ir a esas zonas pobres, donde los egoísmos humanos se notan igual que en otras partes. Pero es un dolor necesario para no deshumanizarse”.
Gioconda Belli (1948), es una poetisa y novelista nicaragüense cuya obra se caracteriza por rescatar y ahondar en el mundo femenino, reivindicando el papel de las mujeres en la sociedad y en la construcción de la cultura. En su poema A media voz, se ve unida al pueblo, caminando hacia un nuevo y luminoso porvenir: el que, en palabras de Mahler, “Crear y vivir están unidos”.
A MEDIA VOZ
Me felicito porque voy comprendiendo
la importancia que tiene mi existencia
y la de todos, por mi mano unida a otras manos,
mi canto unido a otros cantos…
Y por eso quiero caminar de frente
hacia una nueva mañana,
donde hombres y mujeres nuevos,
van naciendo erguidos,
luminosos, como volcanes. ¡Vamos!
(Gioconda Belli)
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