Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
Sebastià Taltavull Anglada es el administrador apostólicos de Mallorca. Eso quiere decir, en cristiano, que hace las veces del obispo, que sustituye al obispo residencial, hasta que sea nombrado, él u otro, para ese ministerio. Todo indica que será ese menorquín activo y trabajador el que será promovido en poco tiempo. Tiene todas las bendiciones de su arzobispo y cardenal Omella, de Barcelona. Y es pura coincidencia que escriba dos artículos seguidos de mi blog sobre obispos de Baleares, -hace unos días fue sobre Vicente Juan Segura, obispo de Ibiza, y su desencuentro con el alcalde de la localidad, por no haber asistido éste a la misa de la fiesta de la patrona. El desencuentro se convirtió en una bronca pública en la homilía del prelado, y en la negación del saludo del Pastor (¿?) a un vecino señalado. El que ha leído mi artículo habrá comprobado que fui duro con el obispo, y que exponía mis motivos para serlo. Pues bien, esta entrada sobre el actual prelado de Mallorca tampoco va a ser un lluvia de rosas, específicamente en el tema de su relación con las monjas jerónimas de Palma.
El que se trate de dos obispos insulares es pura coincidencia. El que sea crítico, un tanto rudo, y para algunos, algo feroz, con jerarcas de la Iglesia, esto es harina de otro costal, no tiene nada de coincidencia, y para mí es un asunto de extrema gravedad la obligación de los miembros de la comunidad eclesial católica la de no guardar silencio, para no ser ni conniventes ni cómplices, con las actitudes de la Jerarquía que se distancian mucho del estilo evangélico que debería caracterizarlas. Muchos se preguntarán por qué parece me gusta poco la Jerarquía. Muy sencillo: porque no es cosa de Jesús. Durante siglos nos han vendido la idea de que la Jerarquía eclesiástica no es otra cosa, con palabra diferente, que el grupo de apóstoles, y discípulos más allegados, que rodearon al Señor, y siguieron sus huellas. Pero nada más distante de la realidad. Eso pudo ser verdad durante los tres primeros siglos, pero después, cualquier parecido no es que sea coincidencia, es que no existe por ningún lado. Jesús, hablando de cómo los que gobernaban las naciones usaban el poder, y de sus abusos y tiranías, acabó con la frase que debería ser para los discípulos del Maestro, un verdadero talismán: “Entre vosotros, que no sea así”. ¡Bueno!, pues ha sido así, o peor, por haberse realizado en multitud de ocasiones con mucha más inteligencia. Pero ni las diócesis como funcionaron desde el siglo IV hasta el XX, y siguen, ni las mitras, ni los palacios episcopales, ni el poder feudal, ni el escalafón administrativo y burocrático, ni las luchas cardenalicias entre las grandes familias italianas en el Edad Media y Moderna, ni la entronización de los papas como señores de media Italia, ni la dedicación casi exclusiva de los papas a otras funciones, como la milicia o el mecenazgo, tienen nada que ver con las enseñanzas del Maestro.-( el papa Julio II vestía cotidianamente la coraza militar, y decía misa dos o tres veces al año, etc., etc.,), en fin, un cuento de nunca acabar.
Así que, en mi opinión, hay dos cosas, sobre todo, pero hay más, que me echan para atrás en la jerarquía eclesiástica: 1ª), que Jesús no la previó, ni la quiso, ni la anunció como modo de seguimiento de su Palabra, y 2ª), que su Historia ha sido una secuencia de deslealtades al Evangelio de Jesús. Dicen que una de las principales misiones de los obispos es administrar bien, y diligentemente, los bienes materiales de la Iglesia. Y, por lo que estamos viendo en los últimos años, incrementar estos bienes, no importando demasiado ni los medios, ni los métodos, ni la moralidad, muchas veces dudosa, de los mismos. Es el caso del obispado de Mallorca con el convento de las monjas jerónimas de Palma de Mallorca. Fue el predecesor de Taltavull, monseñor Javier Salinas, controvertido prelado de la diócesis balear, quien, en contra de la más elemental prudencia y respeto por el Derecho Canónico, inmatriculó un inmueble de indudable titularidad administrativa: jamás ni pudo, ni fue, atribuido a la diócesis de Palma, sino de propiedad indiscutible, sin el más mínimo rasguño en el derecho propietario, de las Hermanas jerónimas de Palma. (Aquí hay que recordar, para los desavisados, o directamente ignorantes de la cuestión, que no todos los bienes, muebles o inmuebles, que poseen , usan o administran instituciones católicas, pertenecen, ipso facto, a la Iglesia jerárquica, ya sea en la cúspide, la Sede romana, o en las diversas diócesis. En la Iglesia hay variedad de personas jurídicas capaces de poseer y de administrar los bienes, según la normativa del CIC (Código de Derecho Canónico). Las monjas jerónimas mallorquinas son de derecho pontificio, así que la única autoridad eclesiástica capaz de interferir en esa administración, en caso de litigio, o de quebranto del derecho, es la autoridad de Roma.
El obispado de Palma de Mallorca intervino, y sigue haciéndolo, hostigando y obstaculizando a las monjas el traslado, por ejemplo, de las obras de arte, igualmente, propiedad del convento, y, por eso mismo, de sus propietarias, saltándose a la torera no solo las directrices del Derecho de la Iglesia, sino algo que es mucho más serio, decisivo, y escandaloso, no respetando el más mínimo sentido evangélicos de la fraternidad, de la moderación, y del espíritu de servicio. (….”Entre vosotros que no sea así”).
Este tema lo sabemos por el padre Alejandro Fernández Barrajón, fraile mercedario, que ocupó la presidencia de la CONFER hace unos años, y que no es ningún chisgarabís. Su presidencia de los religiosos españoles estuvo presidida por el equilibrio, la valentía, y el sentido evangélico. Hace ya unos meses trató el tema de la intromisión del administrador apostólico de Mallorca, y obispo auxiliar de Barcelona, con las monjas jerónimas, y, al notar su enfado, indignación, y su sentido de la justica, me interesé por el tema. Hoy ha vuelto a aparecer el espinoso asunto en RD, lo que me indica que sigue su sentido evangélico de la corrección fraterna, pues entró en contacto con monseñor Taltavull, quien dio largas al asunto, y acabó mareando la perdiz. Yo creo por entero al padre Barrajón, y si la diócesis de Mallorca tiene argumentos para pensar que el padre mercedario miente en sus informaciones, salga a la palestra, y lo desmienta. Esperamos que lo haga. Mientras tanto, que monseñor Omella, y en la Congregación de Obispos de la curia vaticana, que apunten su comportamiento con unas pobres monjas, ingenuas, pero no tontas, ante los rumores de que parece va a ser premiado con la titularidad de la diócesis de Palma. Hasta hace poco el sistema era otro: más bien el “promoveatur ut removeatur”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario