Da la impresión de que primero queremos el mundo a nuestro gusto e interés y luego le pedimos a Dios que se realice lo que haga falta para que las cosas sean así.
Tenemos sequía en muchas partes de España y del mundo. Necesitamos agua. Y esto, bien planteado, requiere un tratamiento universal y unas medidas serias. Nos requiere un comportamiento muy distinto en el uso del agua.
¿Postura fácil? Pedir agua para mis campos, mi pueblo y ya está. Si eso hay que pedirlo con rogativas, pues lo hacemos. Lo importante es el agua para nosotros.
Si la sequía se arregla con las rogativas, ¿qué hacemos que no rezamos a gritos para que llueva en el Sahel? La escasez de lluvia, las malas cosechas y el aumento en el precio de los alimentos amenazan la vida de 10 millones de personas, de las cuales cerca de un millón son niños, de países como Níger, Nigeria, Malí, Chad, Burkina Faso, Camerún, Senegal y Mauritania.
A mí me chirria algo muy fuertemente y me invita a confiar en el Padre que nos da Su Espíritu a quienes se lo pedimos… Y ese Espíritu nos habla de universalidad, de todos hermanos, del que siente necesidad aunque esté muy lejos. Podemos construir unas leyes y una organización del uso del agua muy distintas.
En definitiva que así como comparto con el Padre la falta de agua que sufrimos, también escucho a ver qué me está diciendo con esa sequía y qué pasos podemos dar.
Se multiplican los chistes a raíz de las rogativas. Pero con un progreso científico como el que vivimos hoy, no concibo unas rogativas para pedir agua, y sí un encuentro de oración y discernimiento de la Palabra y la Voluntad de Dios. Seguramente me va a hablar de compromiso ante la realidad y de trabajo con otros muchos países. Y organismos.
Pienso que el cambio climático con sus consecuencias devastadoras ya es un hecho reconocido por todos. Nos queda intentar pararlo y poner las soluciones alternativas que nos indican los científicos. Ya no se trata de una pequeña avería, sino de una realidad enorme que hemos producido y que quizás muy poco podamos conseguir para repararla. Pero ahí nos quiere Dios y nosotros, los humanos, somos los responsables.
Claro que para hacer lo que debemos, necesitamos voluntad y ahí sí que viene bien el estar en contacto con Dios, escucharle y comunicarle nuestras debilidades. Unas rogativas de nuevo estilo.
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