Pedro Serrano
El principal objetivo que nos impone la naturaleza es mantenernos vivos. Pero sobrevivir es una tarea ardua y, las más de las veces, una heroicidad. Nada más salir del vientre materno ya intuimos el ambiente hostil y difícil que nos aguarda. Por eso, lo primero que hacemos es lanzar un grito de guerra ante la batalla sin tregua que nos espera y que solo finalizará con el último hálito de nuestras vidas.
En la vida, todos somos héroes condenados a empujar cuesta arriba, día tras día, la roca del mito de Sísifo; aunque conviene recordar que no todos empujamos rocas del mismo tamaño ni jugamos nuestro papel con las mismas armas. Como quiera que sea, la vida y andanzas de cualquier hombre, ya sea este pobre o rico, desgraciado o afortunado, pecador o virtuoso, distinguido o vulgar, simple o inteligente, valiente o cobarde, contiene suficiente relato épico como para ser merecedor de un profundo respeto
Este mundo inmisericorde no es un buen lugar para débiles o pusilánimes. Este mundo solo es apto para aguerridos soldados capaces de luchar, día a día, con un cuchillo entre los dientes. En la jungla humana, al igual que en la de las bestias, pobre de aquellos que se nieguen a luchar o no tengan valor o fuerzas para hacerlo. En el maratón de la vida no hay lugar para los que pierden el ritmo o el aliento.
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