José Antonio Pagola
El primer escritor que recogió la actuación y el mensaje de Jesús lo
resumió todo diciendo que Jesús proclamaba la «Buena Noticia de Dios».
Más tarde, los demás evangelistas emplean el mismo término griego (euaggelion) y expresan la misma convicción: en el Dios anunciado por Jesús, las gentes encontraban algo «nuevo» y «bueno».
¿Hay todavía en ese Evangelio algo que pueda ser leído, en medio de
nuestra sociedad indiferente y descreída, como algo nuevo y bueno para
el hombre y la mujer de nuestros días? ¿Algo que se pueda encontrar en
el Dios anunciado por Jesús y que no proporciona fácilmente la ciencia,
la técnica o el progreso? ¿Cómo es posible vivir la fe en Dios en
nuestros días?
En el Evangelio de Jesús, los creyentes
nos encontramos con un Dios desde el que podemos sentir y vivir la vida
como un regalo que tiene su origen en el misterio último de la realidad
que es Amor. Para mí es bueno no sentirme solo y perdido en la
existencia ni en manos del destino o el azar. Tengo a Alguien en quien
puedo confiar y a quien puedo agradecer la vida.
En el Evangelio de Jesús nos encontramos
con un Dios que, a pesar de nuestras torpezas, nos da fuerza para
defender nuestra libertad sin terminar siendo esclavos de cualquier
ídolo; para seguir aprendiendo siempre formas nuevas y más humanas de
trabajar y de disfrutar, de sufrir y de amar. Para mí es bueno poder
contar con la fuerza de mi pequeña fe en ese Dios.
En el Evangelio de Jesús nos encontramos
con un Dios que despierta nuestra responsabilidad para no desentendernos
de los demás. No podremos hacer grandes cosas, pero sabemos que podemos
contribuir a una vida más digna y más dichosa para todos pensando sobre
todo en los más necesitados e indefensos. Para mí es bueno creer en un
Dios que me pregunta con frecuencia qué hago por mis hermanos. Me hace
vivir con más lucidez y dignidad.
En el Evangelio de Jesús nos encontramos
con un Dios que nos ayuda a entrever que el mal, la injusticia y la
muerte no tienen la última palabra. Un día, todo lo que aquí no ha
podido ser, lo que ha quedado a medias, nuestros anhelos más grandes y
nuestros deseos más íntimos alcanzarán en Dios su plenitud. A mí me hace
bien vivir y esperar mi muerte con esta confianza.
Cada uno de nosotros tiene que decidir cómo quiere vivir y cómo
quiere morir. Cada uno ha de escuchar su propia verdad. Para mí no es lo
mismo creer en Dios que no creer. A mí me hace bien poder hacer mi
recorrido por este mundo sintiéndome acogido, fortalecido, perdonado y
salvado por el Dios revelado en Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario