Voces. Fr. Thomas J. Reese.
Después de ignorar a los votantes católicos durante casi todo el ciclo electoral, los medios de comunicación han despertado por fin y han reconocido que son importantes, a pocas semanas de las elecciones norteamericanas del 8 de noviembre de 2016.
Hasta ahora, el único grupo religioso sobre el que se daban noticias era el de los evangelistas: cuánto apoyo daban o no a Donald Trump era analizado minuciosamente. Pero a nadie le importaba lo que los católicos votaban en las primarias.
Los medios de comunicación olvidaron que el fuerte apoyo de los católicos republicanos resultó esencial para las nominaciones de Mitt Romney y John McCain. Pero este año no sabemos cómo han votado los católicos republicanos en las primarias: nadie les ha preguntado. En las encuestas a la salida de los colegios electorales solo se mencionaba a los evangelistas.
Es como si los periodistas hubieran oído la primera parte del comentario de E.J. Dionne, «No hay un voto católico», pero no la segunda: «Y es importante». Lo que quiso decir es que los católicos no votan en bloque, pero en cambio sí pueden decidir el resultado de unas elecciones. A fin de cuentas, son una cuarta parte del electorado. Los católicos han votado por el candidato ganador en casi todas las elecciones presidenciales desde 1932. Si el Partido Demócrata pierde a los católicos no puede ganar unas elecciones.
Una serie de encuestas recientes en que se preguntaba opinión e intención de voto a los católicos han llamado la atención de los medios.
Una nueva encuesta del Instituto Público de Investigación Religiosa (PRRI, sus siglas en inglés) mostró que Clinton aventajaba a Trump por 23 puntos entre los católicos (el 55% frente al 32%). Asimismo, una encuesta de Washington Post-ABC News daba a Clinton una ventaja de 27 puntos entre los católicos (el 61% frente al 34%).
Como diría Trump, esta es una «enooorme» ventaja, especialmente teniendo en cuenta cómo le fue a Obama con los católicos hace cuatro años.
Clinton cuenta con cuatro puntos más de apoyo del que tuvo Obama entre todos los votantes en general, pero entre los votantes católicos la ventaja es de 25 puntos, según la encuesta Post-ABC. Supone el cambio más notable de entre todos los grupos demográficos de la encuesta. El único otro grupo con una variación similar es el de mujeres blancas con estudios universitarios, cuya poca sintonía con Trump ha sido muy comentada en los medios. Sospecho que si los encuestadores observasen las cifras de las mujeres blancas católicas con estudios universitarios esa variación sería aún mayor.
El voto católico no es monolítico
Los católicos hispanos se han visto empujados a los brazos del Partido Demócrata por la retórica antiinmigración de los políticos republicanos, especialmente Trump. No es ninguna sorpresa que Clinton obtenga el 76% de apoyo entre los católicos no blancos (en su mayoría hispanos) en la encuesta del PRRI, y Trump alcance apenas el 13%.
Pero esto no explica del todo por qué a Trump le va mucho peor de lo que le fue a Romney entre los católicos. Hace cuatro años, los católicos hispanos estaban sólidamente instalados en el voto republicano.
Según la encuesta del Post-ABC, la gran diferencia se da entre los católicos blancos, que habían concedido a Romney una ventaja de 19 puntos frente a Obama pero ahora ponen a Clinton 6 puntos por delante. El apoyo a Clinton ha crecido entre los católicos blancos, que en marzo se decantaban por Trump sobre Clinton con un porcentaje del 56 a 29, pero que ahora la prefieren a ella por un porcentaje de 51 a 45 en la encuesta del Post-ABC.
¿Qué es responsable de este cambio?
La mayoría de comentaristas dicen que no se trata tanto de que les guste Hillary como de su preocupación por «the Donald». Cuanto más le oían los católicos, más le rechazaban. Su retórica antiinmigrantes no solo ha creado rechazo a los católicos hispanos, sino que también ha hecho mella entre los católicos blancos que se han dado cuenta de que la mayoría de esos inmigrantes son sus hermanos y hermanas católicos.
También recuerdan las historias que han oído sobre la discriminación a la que se enfrentaron sus padres, abuelos o bisabuelos cuando llegaron a este país. Por último, y al igual que el resto de la nación, cuanto más cerca están las elecciones, más deciden los católicos que, aunque Trump sea divertido de verdad, no resulta presidencial.
Si Clinton gana por una mayoría aplastante, será porque habrá conseguido recuperar a los católicos blancos para los demócratas. Estos votantes serán importantes también en los distritos electorales y estados no decididos, y serán los que determinen la composición de la Casa de Representantes y el Senado.
Tras ignorar el voto católico durante más de un año, es agradable ver que los medios vuelven a tomárselo en serio.
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