Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
El párroco de la parroquia de San Bartolomé, de Viveros, en Albacete, ha colocado en la puerta del templo, como un gran estandarte programático, una extensa lona con una lista de pecados que, según él impedirían comulgar, y comprometerían gravemente la salvación. La lista es extensa y variopinta. Ha sido una noticia a medio camino entre la broma y la burla, pero que, desgraciadamente, ha hecho daño, como tantas otras, a la credibilidad de la comunidad eclesial. Luis Ángel Aguilar, miembro de la coordinadora estatal de Castilla la Mancha de las comunidades cristianas de base califica el suceso de “salida de tono, locura y falta de credibilidad, que sólo atenta contra la dignidad de la iglesia”. La lista de estos pecados es simplemente, según medios ultraconservadores, la lista oficial del magisterio de la Iglesia los que, según éste, serían pecados mortales, y los que han querido ridiculizar al cura de Viveros no hacen otra cosa, según esos medios, que obstaculizar la libertad de conciencia.. Dejemos que se exprese el cura de Viveros, que no ha querido manifestar su nombre:
“Algunos pecados que son mortales y nos quitan el derecho a comulgar”: “elegir faltar a misa”, “vivir en pareja sin estar casado” o “inventar noticias falsas, chismes y calumnias”; “usar de cualquier modo de la sexualidad fuera del matrimonio, ya sea a solas o con otras personas, aunque haya consentimiento”. O “darse a la brujería, espiritismo o adivinación”. Hay también otros pecados de perfil más moderno, como “no pagar sueldos, impuestos y cargas sociales conforme a lo que es justo”. Todos estos pecados harán que las personas que los cometas no puedan comulgar ni tener la salvación final.
Me ha llamado la atención, negativamente, la apelación que han hecho algunos a la libertad de conciencia, contra las críticas a esa especie de lista de proscritos, (que recuerda, por exhibirse en la puerta de la Iglesia a la que Lutero expuso en la puerta de la Iglesia del palacio de Wittenberg). Y pienso que es muy peligrosa esa confusión de conceptos. ¿Quién habría actuado contra la libertad de conciencia, el cura con su lista, o los críticos de esa actitud amedrentadora contra sus fieles, perpetrada por el párroco de viveros? El autor de este blog piensa que los que atentan contra la libertad de conciencia son, justamente, los que invocan otra autoridad externa, y ajena, a la conciencia de cada individuo, coartando, exactamente, esa libertad de conciencia, que es individual. Yo ya he escrito en este blog que ni siquiera el Magisterio de la Iglesia tiene derecho, y por tanto, no puede arrogárselo, a negar la libertad de conciencia no solo de los fieles “in genere”, sino de cada uno de ellos.
La Ética, en general, en su aspecto normativo, no es disciplina sujeta al Magisterio de la Iglesia, ni a ningún otro Magisterio. Puede haber tentativas de ayuda y explicación de las grandes coordenadas que regulen el comportamiento de los hombres, pero solo cumplirán su función si, justamente, ayudan a que cada individuo pueda más fácilmente ejercer su libertad de conciencia. Lo que sí le está reservado es la explicación, y explicitación, de las palabras de Jesús, de su enseñanza y del alcance de su anuncio del Reino de Dios. Y aquí radica el problema: siempre que desde cualquier tribuna de la Iglesia se lancen diatribas condenatorias de determinados comportamientos, sin que aparezca por ningún lado su relación con las enseñanzas y la Palabra del Maestro de Nazaret, Nuestro Señor. Tanta incursión que hace el Magisterio de la Iglesia, o ha hecho, en el mundo de la Moral o de la Ética, sin el refrendo explícito de la palabra de Dios, es ilegítima, y así debería explicarse a los fieles.
Y para terminar, ¿se habrá preguntado el cura de San Bartolomé de Viveros si Jesús actuaría del mismo modo, negando tan alegremente la comunión, y, ¡nada menos que la salvación eterna!, a quien dio la comunión a Judas en la Última Cena, y, sobre todo, a quien murió por la salvación gratuita, -por la gracia-, de toda la humanidad?
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