Jaime Richart, Antropólogo y jurista
Discurrir, escribir, razonar para persuadir, eventualmente con brillantez en materia política que, en España, resulta patética, es una tarea fácil al alcance de cualquiera. Pues por poco sentido que tenga lo que digamos, serán muchos los millones de personas dispuestas a darnos la razón. Nos hartamos de ella…
Pero al mismo tiempo esa tarea es tan extenuante y tan absurda como el esfuerzo que hacemos cuando tratamos de explicar una obviedad… Hay en la política española tanto contrasentido, tanta impostura, tanta sinrazón, tanta patada a la lógica tradicional que cualquiera es capaz de descubrir tras su aparato toneladas de frivolidad, de contrasentidos y de necedad, asi como detrás de la gobernación hay desafuero y abusos que en pleno siglo XXI resultan absolutamente insoportables.
Pues bien, denunciar todo eso y rebatir la torpeza, la malicia y la injusticia tanto por parte de los crónicos gobernantes como por parte de los políticos del bipartidismo en general, es un deporte de alto riesgo de salir estupidizados de cualquier análisis. En resumen, este país y esta sociedad son, sociológicamente hablando, tan anómalos en política, en enseñanza, en impostura y en cinismo, como organizativamente hablando lo es la Inglaterra que conduce por la izquierda. La diferencia es que aquí la anomalía tiene unas horribles consecuencias, y los que denunciamos y nos desgañitamos nos vamos a volver idiotas, con todos mis respetos al idiota, a fuerza de razonar y responder a lo que dice y hace un ejército de descerebrados…
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