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miércoles, 19 de noviembre de 2014

Reflexiones de una joven laica que busca a Dios. Integrar: la astuciade los hijos de la luz Carolina Abarca (Argentina)


ECLESALIA, 14/11/14.-
A propósito del Evangelio de Lucas 16,1-8
Esta mañana me levanté y, como suele ser mi costumbre, leí el evangelio del día en el celular de camino al trabajo. Hoy fue un viernes como cualquier otro pero hubo algo allí que me dejó reflexionando a lo largo de todo el día. El Evangelio era el de Lucas 16, 1-8, en donde Jesús nos habla de un administrador que está a punto de ser despedido por sus acciones fraudulentas en los negocios de su amo y, para asegurarse su futuro, con astucia trata de negociar con los deudores. Su proceder es injusto, pero al mismo tiempo es astuto.

Decididamente lo que me llamó la atención de este pasaje es como el Señor termina por alabar la Astucia del administrador. Y es que, en general, la astucia no es algo que suela relacionarse con los creyentes. Por el contrario, encuentro que en el imaginario colectivo está presente la idea de que la astucia tiene más que ver con la mundanidad que con los hijos de la luz, más con los especuladores que con los hombres y mujeres de buena voluntad. Desde chica me pregunte porque esto era así.
A veces pareciera ser que los buenos son únicamente aquellos que asienten, que no discuten, que todo lo soportan. Que los buenos deben permanecer en la inocencia, que no deben aspirar demasiado. Que los buenos terminan temiendo desplegar todo su potencial por miedo a empañar al de los demás. Y frente a esto, encuentro dos cosas. En primer lugar, no veo que Jesús haya tenido únicamente esas características, lo que me lleva a cuestionar ciertas concepciones acerca de lo bueno. Y, en segundo lugar, encuentro que las personas que actualmente toman decisiones -en todos los ámbitos- pocas veces coinciden con este perfil. No puedo dejar de preguntarme entonces, ¿En manos de quien estamos dejando la construcción del Reino de Dios en el mundo mientras tratamos de ser silenciosa y educadamente “buenos”? Vuelvo sobre la Palabra, “El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz.”
He dedicado algunos años de mi vida trabajando activamente en ONGs y también en movimientos religiosos juveniles. Me he encontrado allí con personas de una sola pieza que, habiendo hecho verdaderas opciones, trabajaban dándose por entero; y también con muchas otras que, sin maldad, asumían que en dichos ámbitos uno debía entregar únicamente un pedacito… y no me refiero al tiempo, sino al ser. He visto como algunas personas en sus entornos laborales trabajan con eficiencia y total competencia y, al colaborar en ámbitos solidarios o en el ámbito público mismo, es como si bajasen el ritmo, la expectativa o el profesionalismo. La mentalidad con la que asumimos nuestros compromisos laborales es la de hacer todo a nuestro alcance para alcanzar objetivos cuanto antes, y cuando se trata de las cosas de Dios nos tranquilizamos pensando que “se hace lo que se puede… en los tiempos en que podemos…”. ¿Por qué? Me pregunto, ¿hacemos verdaderamente lo que podemos? O nos conformamos con dar una parte… con cumplir? Creo que tenemos presente la parte de que Dios nos pide que amemos, pero no la que indica la forma, no tenemos tan claro que nos pide amar y que también seamos astutos y utilicemos toda nuestra capacidad e inteligencia para llevar ese amor a los demás.
Creo que lo que hoy hace Jesús a través de Lucas es recordarnos que los hijos de la luz tienen un gran desafío: el de Integrar. El de ser buenos Y astutos… el de animarnos a brillar con toda nuestra luz sin pensar que por eso opacaremos a los que tenemos al lado, sino entendiendo que el verdadero despliegue incluye el crecimiento del otro. El desafío de liberarnos de la culpa que anula nuestras potencialidades. El de permitirnos querer ser exitosos también en la búsqueda del reino de Dios, sin por eso anhelar el poder por el poder mismo, ni perder de vista la humildad. El desafío de integrar acción y sabiduría, capacidad y valores, responsabilidad y confianza, decisión y oración, fe y razón.
Como laica, y como joven, me pregunto si no es tiempo de que pongamos al servicio de la Luz toda la capacidad que ponemos al servicio de nuestros intereses… Si no es tiempo de que seamos tan creativos y ambiciosos, en el buen sentido de la palabra, cuando se trata de cuestiones de Dios como cuando se trata de cuestiones de negocios. Quizás es tiempo de que nos demos cuenta de que lo que Dios nos pide no es que seamos santos inmaculados refugiándonos en nuestro metro cuadrado de luz, sino que seamos astutos y busquemos formas de que generar luz para todos… aún cuando compartir la luz implique enfrentarnos con nuestras propias sombras. Quizás es tiempo de que los laicos dejemos de esperar, de pedir permiso, y nos hagamos conscientes de que los problemas de este mundo que no se animen a resolver los hijos de la luz, quedan en manos de la sombra.
Será que hoy Jesús nos recuerda que para El poder darnos todo, también nos pide todo… Será por eso mismo entonces también que, en esto de darse desde lo que somos y con todo lo que somos, me sentí llamada a compartir estas líneas, que no son más que las reflexiones de una joven laica que busca a Dios y que anhela encontrarlo más presente entre los hombres.
caroabarcalz@gmail.com
ARGENTINA.
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