En el debate social sobre la crisis que padecemos, estuvieron a punto de hacernos creer que fuimos nosotros, el pueblo llano, los culpables de la misma por haber vivido por encima de nuestras posibilidades. Pero a hora que vamos descubriendo las cuevas de Alí Babá y la miríada de ladrones, caraduras, aprovechados e incompetentes que han arruinado nuestro país ya tenemos la certeza de que eran ellos los que vivían por encima de sus posibilidades.
Sí, sufridos e indignados conciudadanos, no solo vivían por encima de sus posibilidades económicas, sino también por encima de sus posibilidades morales, éticas y de gestión. En el caso de las tarjetas opacas de Caja Madrid y Bankia se cuenta que los presidentes, directivos y consejeros, cuando tenían que pagar una fiesta, la compra de joyas, una mariscada o un safari, por poner solo algunos ejemplos, se acercaban a la cueva del cajero automático, introducían la tarjeta y con voz taimada decían aquello de “¡Ábrete, Sésamo!”, y el cajero se abría milagrosamente ofreciéndoles cuánto dinero pudieran guardar en sus faltriqueras.
Pero para nuestro escarnio y desgracia, ocurrió que, con tanto “¡Ábrete, Sésamo!”, con tanto sacar y no meter, la cueva se quedo vacía. Y fue entonces cuando a los que vivíamos por debajo de nuestras posibilidades – para evitar males mayores, según el discurso económico y político-, nos conminaron a llenarla de nuevo, a escote, con 22.424 millones de euros para evitar su quiebra.
. Valladolid
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