Hausnarketa/Reflexión
¿Y qué otra cosa es la fe pascual sino eso: creer en la Vida?
Cuando digo creer, no digo profesar creencias. Digo vivir:
digo confiar en sí mismo y en el otro a pesar de todo, digo rebelarse contra
todos los poderes que asfixian, digo ponerse del lado del herido, digo ser
humilde levadura que transforma y levanta la historia, digo respirar en paz cada
noche y seguir caminando cada día a pesar del fracaso, de la cruz o de la
muerte. Creer en la Pascua es una forma de vivir.
“Pascua” (pesah, “paso”) llamaron los judíos a la liberación de la
esclavitud bajo el faraón, a la travesía del desierto hacia la plena libertad, a
la esperanza de la Tierra que mana leche y miel para todos. Pero miles de años
antes que fiesta religiosa judía, la Pascua fue, sin ese nombre, la fiesta de la
primavera de pastores y agricultores: fiesta de los corderos y de los campos de
trigo. Fiesta de la vida y del pan.
Creo que Jesús de Nazaret –aunque no fue el único, ni era perfecto– vivió y
anunció la gracia y la libertad, fue profeta de la Vida. Y por eso le condenaron
los poderes establecidos: por haberse hecho solidario de todos los condenados.
Le mataron, pero su vida no murió. Pues en nuestra vida fluye la plenitud de la
Vida, y nuestra vida fluye hacia su plenitud, en paso o pascua permanente.
Creo que Jesús resucitó, pues la vida buena, la bondad que habita en el
corazón de todo viviente es inmortal, como la belleza, en el Corazón que palpita
en todo. La vida revive, cuanto es se transforma: la mariposa en huevo, el huevo
en oruga, la oruga en crisálida, la crisálida en mariposa, la mariposa en huevo,
en vuelo, en tierra, y la tierra en flor, la flor en abeja, la abeja en cera, la
cera en llama, la llama en luz, la luz en sombra, la sombra en luz, aire,
aliento, energía o espíritu… que aletea sobre las aguas de la vida, que vibra en
el corazón de todos los seres, formas del Ser, del Aliento, del Alma, de la
Comunión o del Todo inmortal. Pero ¿qué pasa cuando “morimos”, cuando se
desintegra el soporte “material” que sostiene nuestra conciencia, emociones y
memoria? No sé qué decir, pero creo que no es el fin de nuestra vida, sino su
pascua o paso a la Plenitud que somos, a la anchura de la Vida, del Corazón o de
la Memoria Infinita que también llamamos “Dios”.
Creo que Jesús resucitó no “después” de su muerte, sino en toda su vida,
incluida su muerte. La vida buena de Jesús resucitaba en la plenitud eterna de
“Dios” cuando curaba enfermos devolviéndoles la confianza vital, cuando
compartía la mesa con los excluidos por la religión, cuando proclamaba dichosos
a los pobres campesinos y pescadores de Galilea –dichosos porque iban a dejar de
ser miserables–, cuando contaba parábolas que llamaban a la misericordia y
provocaban sorpresa, cuando subvertía las jerarquías y consagraba la
fraternidad. Jesús resucitó en su vida, y cuando por su vida le condenaron a
morir en la cruz, entonces acabó de resucitar.
Creo que sus discípulos –sobre todo sus discípulas– volvieron a creer en él y
a seguirle por la misma razón por la que habían creído en él y le habían seguido
en vida: porque vieron en él al profeta de la vida liberada. Se les fueron
abriendo los ojos de nuevo y al profeta de la vida le confesaron mártir
viviente. Creo que para creer en el Viviente no hacen falta sepulcros vacíos, ni
ángeles ni apariciones milagrosas pues todo está animado por el Ángel de la
Vida, todo es milagro, todos los sepulcros están vacíos de ausencia, llenos de
presencia buena, de la Gracia de ser que Jesús vivió. Solo es necesario que se
abran el corazón y los ojos para palpar la Vida en todas las manos y pies
heridos, en todo lo que es y palpita: el caminante anónimo, el inmigrante
expulsado, la mujer maltratada, el anciano o el niño desgraciado, el parado de
larga duración. Y en la humilde piedra del camino, o en el petirrojo que sigue
cantando junto al Narrondo después de anochecer, y vuelve a cantar antes del
amanecer.
Creo que la Presencia de la Compasión nos sale al paso en cada paso, nos
llama por nuestro nombre y nos dice al corazón: “Amiga, amigo, no temas. Confía
y vive”.
Joxe Arregi
Publicado en el diario Deia
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