ecleSALia 11 de abril de 2014
"PREMIO ALANDAR 2011"
JOAN ZAPATERO, sacerdote, joanzapatero@gmail.com
SANT FELIU DE LLOBREGAT (BARCELONA).
ECLESALIA, El día 27 de abril la Iglesia canonizará, declarará santos o elevará de manera definitiva a los altares, son expresiones diferentes todas ellas pero que, al fin y al cabo, dicen lo mismo, a quienes durante un tiempo fueron obispos de Roma (popularmente más conocidos como Papas) a Juan XXIII y a Juan Pablo II. El primero durante un periodo breve, el segundo, en cambio, durante veintiocho años.
Como católico que me considero y, por lo mismo, hijo de la Iglesia, aunque quizás bastante indigno, no puedo por menos de decir que me produce un profundo gozo el hecho que se reconozca de manera pública que dos de sus hijos ya han conseguido de manera definitiva la santidad, meta ésta a la cual aspiramos todas y todos los fieles que formamos dicha Iglesia; aunque, solamente sea dicho de paso, yo tengo la plena convicción que también la conseguirán un día todos los hombres y mujeres sin ningún tipo de excepción. De hecho el mismo san Pedro nos recuerda nuestra llamada a la santidad “Así como aquel que os llamó es santo, también vosotros sed santos en toda vuestra conducta, de acuerdo con lo que está escrito: Sed santos, porque yo soy santo” (1Ped 1,15-16). Un santidad, por otra parte, que, según presenta el libro del Apocalipsis, es fruto o consecuencia en definitiva de la pureza de todos los hombres y mujeres, ciento cuarenta y cuatro mil, gracias a la sangre del Cordero “Y uno de los ancianos me dijo: Ésos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido? Yo le respondí: Señor mío, tú lo sabrás. Él me respondió. Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero”. (Apoc. 7, 13-14)
Existen varios aspectos a tener en cuenta por lo que a la canonización de una persona se refiere. Podríamos decir entre otros, la devoción que despierta, ciertos factores concretos que conviene destacar de su vida, la influencia que pudo llegar a ejercer, los posibles “milagros” que por su intercesión se han llegado a realizar (condición previa hasta ahora para poder ser declarados como tales), la petición de intercesión por parte de los fieles, etc.
En general no tengo nada que decir de estos aspectos, aunque no esté de acuerdo o más bien esté en desacuerdo, para ser más exactos, con alguno de ellos. Sí que quisiera referirme a uno que es precisamente el que me lleva a concluir que la coincidencia de ambas canonizaciones la considero totalmente inoportuna. Me refiero al hecho de la influencia que pudieron llegar a ejercer durante el tiempo que fueron “Papa” (obispos de Roma) por una parte Juan XXIII y por la otra Juan Pablo II.
Quiero descartar de entrada que la Santa Sede (no sé si el Papa Francisco o el dicasterio que se encarga de la causa de los santos) hayan decidido hacerlo en un solo día por otros motivos que no sean los pastorales y el bien espiritual de los fieles. Me refiero, por ejemplo, para intentar ahorrar gastos en unos tiempos difíciles económicamente y con ello servir de ejemplo para quienes el derroche y la suntuosidad están al cabo de la calle. Pienso que puede hacerse, es más, debiera hacerse no solamente esta ceremonia sino todas las demás desde la máxima austeridad y carentes de todo boato, si lo que se busca es la celebración, cosa que no dudo, de un bien tan grande para la Iglesia.
Pues bien, si ésta y otras circunstancias parecidas no son la causa y ateniéndome a la influencia que ejercieron mientras fueron “Papa” (Obispo de Roma) Juan XXIII y Juan Pablo II, vuelvo a insistir que la coincidencia de la canonización de ambos la considero inoportuna a todas luces.
No entraré ahora a hacer juicios morales, valorativos o de cualquiera otra índole sobre las personas de Juan XXIII ni de Juan Pablo II. Por una parte, porque las desconozco en el sentido mínimamente profundo como para atreverme a llevarlo a cabo. Pero además porque considero que tampoco soy la persona adecuada para hacerlo, pues harto tengo conmigo mismo, en el sentido de insistir en el propósito de esforzarme cada día un poco más de cara a conseguir vivir mi vida de fe con un poco más de coherencia.
Dicho esto, sí que me gustaría dejar claro que desde lo poco que conocí el pontificado de Juan XXIII, pues era muy joven, frente a lo mucho que sí conocí y viví el de Juan Pablo II, considero que ambos difieren en muchos, pero muchos, aspectos respecto al tipo de Iglesia que querían llevar a cabo. Pido perdón por si alguien considera exagerado lo que voy a decir en una expresión muy escueta. Pero pienso que mientras el uno quiso abrir la Iglesia (que buena falta la hacía, dicho sea de paso, después de tantos siglos de cerrazón a cal y a canto) convocando el Concilio Ecuménico Vaticano II, el otro no me atrevo a decir que lo paró, pero sí lo ralentizó en algunos momentos a cotas muy, pero que muy, elevadas.
Con ello no he pretendido ni pretendo entrar ni hacer ningún otro tipo de juicios; insisto a demás que no soy nadie para hacerlos. Sencillamente, eso sí, quiero manifestar mi desacuerdo total y absoluto sobre la inoportunidad de hacer coincidir ambas canonizaciones en la misma fecha.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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