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miércoles, 12 de febrero de 2014

El actual sistema económico mundial favorece las desigualdades sanitarias


Una comisión de la Universidad de Oslo compuesta por 18 líderes en investigación y formulación de políticas de distintos campos recogió pruebas durante dos años para analizar la forma en que la salud se ve afectada por el sistema de gobernanza global
Las asimetrías de poder, así como la forma poco sistemática de tomar decisiones a nivel mundial desarrollada desde la Segunda Guerra Mundial, están teniendo un efecto desastroso sobre la salud humana. Según los resultados de un informe publicados en ‘The Lancet’, se suman el creciente descontento de la población con un sistema económico mundial injusto que favorece a una muy pequeña élite con una gran riqueza a costa de la degradación ambiental y social que afecta negativamente a la equidad en salud.

Una comisión de la Universidad de Oslo, en Noruega, compuesta por 18 líderes en investigación y formulación de políticas de distintos campos, como la salud, las finanzas, el desarrollo, el medio ambiente, los derechos humanos y la política exterior, recogió pruebas durante dos años para examinar la forma en que la salud humana se ve afectada por el actual sistema de toma de decisiones a nivel mundial (gobernanza global). Estos especialistas recomiendan que la equidad en salud sea un objetivo de todos los sectores políticos, económicos y sociales. Tras señalar que la biomedicina ha aportado enormes beneficios a las personas, por ejemplo, un flujo continuo de nuevas vacunas eficaces, medicamentos y diagnósticos, este enfoque tecnológico por sí solo no puede hacer frente a las causas fundamentales de la inequidad en salud.
A su juicio, un sistema económico mundial fundamentalmente injusto que favorece a una pequeña élite con gran riqueza requiere que los responsables de la salud de la población adopten una agenda mucho más amplia para cambiar esta tendencia. Esta comisión identifica siete áreas en las injusticias políticas y económicas que afectan especialmente a la salud de la población: la crisis financiera global y las políticas resultantes de la austeridad, el conocimiento y la propiedad intelectual; tratados de inversión, seguridad alimentaria y las empresas transnacionales; la migración y la violencia armada.
Por ejemplo, la producción mundial de alimentos es suficiente para cubrir el 120% de las necesidades dietéticas globales, pero la disponibilidad de alimentos no se distribuye uniformemente. Según estos expertos, la seguridad alimentaria es una opción política y los intereses políticos corporativos están impidiendo la distribución equitativa de las fuentes de alimentos en todo el mundo, dando prioridad a la riqueza sobre la salud. Esta desigualdad no sólo afecta a los millones de personas que sufren desnutrición y escasez de alimentos, sino también el número cada vez mayor de individuos en países de todos los ingresos que sufren mala salud y muerte prematura por la sobrealimentación y la obesidad.
“Se necesita mucha más voluntad política para una reforma sustancial” Según esta comisión, importantes disfunciones relevantes en la gobernanza mundial están obstaculizando gravemente las mejoras en los resultados de salud: déficits democráticos (la exclusión de la sociedad civil y las poblaciones marginadas de la toma de decisiones a nivel nacional y mundial); débil rendición de cuentas (medios adecuados para limitar el poder); procesos de toma de decisiones que no pueden adaptarse a las necesidades cambiantes de las personas, políticas inadecuadas para la salud (los problemas de salud son demasiado a menudo subordinados a otros objetivos, como el crecimiento económico y la seguridad nacional), y la ausencia de instituciones internacionales (por ejemplo, tratados y tribunales) para proteger y promover la salud.
A medida que la comunidad internacional negocia un programa mundial de desarrollo posterior a 2015, esta comisión sostiene que el actual sistema de gobernanza global para la salud debe reformarse. En concreto, lanza cuatro propuestas: la creación de una plataforma de múltiples partes interesadas sobre la gobernanza de la salud; la formación de un comité de seguimiento científico independiente para medir y monitorear el progreso en la superación de los determinantes políticos, económicos y sociales de los resultados adversos de salud; las evaluaciones de impacto de la equidad sanitaria de todas las políticas y las prácticas, y el fortalecimiento de los mecanismos existentes para proteger la salud y construir un compromiso a la solidaridad global y de responsabilidad compartida.
Según el jefe de la comisión, el profesor Ole Petter Ottersen, de la Universidad de Oslo, se necesita mucha más voluntad política para una reforma sustancial. “Ha habido grandes avances en la detección de enfermedades y el tratamiento de enfermos en el ámbito de la atención de salud en las últimas dos décadas. Pero sólo una pequeña proporción de la población mundial se ha beneficiado”, lamenta.

A su juicio, estas “inaceptables desigualdades” para la salud dentro y entre los países no pueden abordarse desde el sector de la salud a través de medidas técnicas o en el ámbito nacional por sí solo. “Necesitamos urgentemente todas las políticas analizadas por su potencial impacto en la salud humana. Y eso requiere un acuerdo global en el que el crecimiento económico se dé en colaboración con la equidad en salud”, afirma.

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