En el inicio de 2014, se acercó a las comunidades eclesiales tercermundistas y a la vez explora una alianza con la Casa Blanca. La estrategia “atrapa todo” del Papa.
En política, se denomina catch all (atrapa todo) a la estrategia de los
partidos que buscan atraer votantes de todo el espectro ideológico y
social, sin hacer asco a ningún sector. Francisco no es un político,
pero actúa con un espíritu similar. El Papa comenzó 2014 tendiendo
puentes a dos actores globales que tienen muy poco en común: las
comunidades eclesiales de base (CEB), un movimiento de raíz
tercermundista que hoy cobra un nuevo impulso con el primer Pontífice
latinoamericano, y el presidente de la primera potencia capitalista
mundial, Barack Obama.
Inspiradas en la Teología de la
Liberación y en el Concilio Vaticano II, las CEB nacieron a fines de los
60 en Brasil y se expandieron rápidamente a otros países de
Latinoamérica. Sus curas fueron perseguidos por las
dictaduras militares de la región y acusados de ser infiltrados
marxistas en la Iglesia Católica. Combinan la misión pastoral con la
tarea social y tienen fuerte predicamento en barrios y villas, cárceles y
favelas, comunidades indígenas y campesinas.
Estuvieron adormecidas durante los papados de Juan Pablo
II y Benedicto XVI, pero la llegada de Jorge Bergoglio al Vaticano les
ofrece ahora una valiosa oportunidad para volver a escena. El primer
gran paso fue el 13º Encuentro Intereclesial de CEB realizado la semana
pasada en Juazeiro do Norte, Brasil, el país donde las comunidades de
base conservan su mayor bastión. Francisco no dejó pasar la chance de
mandar un mensaje de apoyo a los cuatro mil fieles que asistieron.
Fue la primera vez que un Papa envió una carta de respaldo a las
comunidades. “Las CEB traen un nuevo ardor evangelizador y una capacidad
de diálogo que renuevan a la Iglesia”, escribió Francisco desde el
Vaticano, y subrayó el “importantísimo papel” del movimiento de base en
la misión evangelizadora de la Iglesia. Destacó que las CEB “son un
instrumento que permite al pueblo llegar a un mayor compromiso social en
nombre del Evangelio”.
Las rispideces de otras épocas entre la jerarquía eclesiástica y las
comunidades parecen quedar atrás. Con Francisco en el trono de San Pedro,
los miembros de la Intereclesial promocionaron el encuentro como un
“nuevo pentecostés de las CEB”. Recibieron la misiva del Papa como “una
luz que ilumina el camino y revive las esperanzas” en la Iglesia
Católica. “La humanidad acoge agradecida su testimonio de hombre de
profunda sencillez –le respondieron a Bergoglio–. Le damos las gracias
por hacer del ministerio papal una profecía contra la exclusión
económica que ahora domina el mundo y por defender a los pobres”.
Al tiempo que tiende una mano a la “izquierda” de la comunidad católica,
Francisco explora una alianza con el mayor símbolo del establishment
político mundial: la Casa Blanca. El Papa y Obama encargaron a sus
representantes diplomáticos la organización de un encuentro bilateral
que se concretaría en marzo, cuando se cumplirá el primer aniversario de
la elección papal de Bergoglio.
“Sé que el Santo Padre espera la visita del presidente Obama aquí, y
el presidente está ansioso por venir a reunirse con él”, comentó el
secretario de Estado estadounidense, John Kerry, luego de encontrarse
esta semana con su par vaticano, Pietro Parolin. El gobierno de Obama no
ahorra elogios a las señales positivas de cambio que ofrece el
Pontífice argentino y trabaja para ajustar al más mínimo detalle la
reunión que tendrá lugar en Roma.
Según el sitio especializado Vatican Insider, la cuestión social
dominará la agenda del encuentro. La administración Obama cree que el
combate contra la extrema pobreza a nivel mundial es un punto en común
por el que vale la pena sellar una alianza con la Santa Sede. El
conflicto en Siria y la paz en Medio Oriente también formarán parte del
diálogo.
Aunque no aparezca en el temario público, en las últimas semanas
surgió otro tema sensible en la relación entre Washington y el Vaticano:
el lobby católico conservador estadounidense, uno de los principales
financistas de la Iglesia Católica, amenaza con retacear fondos como
represalia contra las críticas de Francisco a la avaricia de los ricos y
a las crudezas de la economía de mercado. Las CEB celebran ese
discurso. Los empresarios, no.
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