Jose Antonio Pagola, natural
de Añorga (Gipuzkoa), ha sido profesor de cristología y pastoral. En
los últimos años se ha dedicado a investigar y dar a conocer la persona
de Jesús. Su obra Jesús, aproximación histórica ha tenido una gran
acogida y traducciones por todo el mundo.
El pasado diciembre más de 600 personas lo escucharon en el Foro Gogoa
en una charla con motivo de la cual tuvimos esta entrevista.
¿Se está globalizando el sufrimiento humano?
La mayoría de los que
vivimos en los países del bienestar no sentimos en nuestra carne la
amenaza del hambre y la miseria. Pero hemos empezado a experimentar una
degradación social y humana que nos permite captar con más realismo y
más de cerca el sufrimiento humano, el daño social y la destrucción que
genera el dinero cuando es convertido por la ideología neocapitalista en
poder absoluto, sin apenas control político alguno.
¿Qué hechos determinan el grave retroceso social?
Hay varios hechos gravísimos: la sumisión de la política al mercado,
la crisis del sistema democrático, la agresión a la mayoría de los
trabajadores que han quedado legal y socialmente indefensos y la
degradación de las políticas sociales públicas. Pero lo más preocupante
es el aumento sin precedentes de la desigualdad en la distribución de la
renta. Este retroceso social funciona como un factor deshumanizador que
genera sufrimiento, pobreza, exclusión, miedo y desesperanza.
¿Puede haber recuperación?
El ministro de economía habla del 2014 como “el año de la
recuperación”. Recuperación, ¿de qué y para quiénes? ¿Se va a recuperar
la calidad de vida para millones de personas que han quedado sin
trabajo, con menos protección social y cada vez más empobrecidas y excluidas? Lo importante no es sólo saber cuándo vamos a salir de la crisis sino cómo saldremos.
¿Qué nos espera en un futuro más o menos próximo?
La crisis ecológica se habrá agravado, la desigualdad entre ricos y
pobres habrá aumentado, un número incalculable de parados se verán
atrapados para el resto de sus vidas en un modo de vida
indigno, el trabajo no será un derecho sino una oportunidad escasa, mal
retribuida y más insegura. Se ha acabado la idea de progreso basada en
el crecimiento económico. Vamos a experimentar en los próximos años una
mutación histórica provocada por un capitalismo insaciable e inhumano en
la que tendremos que aprender a vivir de manera diferente. ¿Qué puede
significar en el futuro un “programa electoral” si no va a poder
defender el bien común de los ciudadanos? Hemos de comenzar una etapa
nueva de luchas y de esfuerzos por recuperar una política del bien común
y un sistema democrático que represente y busque equitativamente el
bien de todos los ciudadanos.
¿Qué pretende un sacerdote y teólogo como usted con sus libros y conferencias?
Mi propósito es despertar el espíritu profético de Jesús y sugerir
algunas líneas de fuerza para vivir de manera más lúcida, responsable y
solidaria en medio de la crisis, abriendo caminos al proyecto
humanizador de Dios: un mundo más justo más digno y dichoso para todos,
empezando por los últimos.
¿Y cómo traer a esta actualidad lo que Jesús vivió y propuso hace 21 siglos?
Lo primero que quiero aclarar es que Jesús no es un sacerdote del
templo, dedicado a cuidar y promover la religión. No es tampoco un
maestro de la ley, ocupado en defender un sistema legal. Jesús es un
profeta libre que se atreve a anunciar y promover el “proyecto
humanizador de Dios”. El misterio último de la realidad, que los
creyentes llamamos “Dios”, es una presencia cercana y amistosa, que está
buscando abrirse camino en el mundo para humanizar la vida. Pero Dios
no puede cambiar el mundo sin que nosotros cambiemos.
¿Cómo seguir a Jesús en medio de esta crisis?
Podemos y debemos aprender a vivir, no en una religión convencional,
sino, ante todo, como el movimiento profético de Jesús, comprometidos en
contribuir a la construcción de un mundo más humano. Y eso se resume en
cuatro afirmaciones que Jesús hizo: “No podéis servir a Dios y al
dinero”, “No deis a ningún César lo que es de Dios”, “Sed compasivos,
como vuestro Padre es compasivo” y “Los últimos serán los primeros”.
¿Dios y el dinero son incompatibles?
Jesús en eso es concluyente: no pueden trabajar por el proyecto
humanizador de Dios quienes, dominados por el dinero, excluyen a sus
hijos e hijas y los abandonan en la pobreza o el hambre. Pero la
historia humana se organiza, se mueve y dinamiza, en estos momentos,
desde el ansia de acumular. Es precisa una actitud básica e
indispensable: liberarnos nosotros mismos del poder de atracción y de
dominio del dinero y el bienestar. Esta crisis, vivida siguiendo a
Jesús, nos está llamando a desplazarnos poco a poco hacia una vida más
sobria y austera para poder compartir más lo que tenemos y sencillamente
no necesitamos
¿Esa frase del Evangelio sobre lo del César y lo de Dios se suele entender bien?
Una buena traducción sería: “No deis a ningún poder lo que es de
Dios”. Y, ¿qué es de Dios?: los pequeños, los frágiles e indefensos, los
pobres. Jesús lo ha proclamado repetidamente: “De ellos es el reino de
Dios”. Sin duda, el sistema financiero es, en estos momentos, el poder
que sacrifica más vidas y causa más sufrimiento, hambre y destrucción
humana que cualquier otro poder, un “capitalismo salvaje” que ha logrado
imponer “la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo
verdaderamente humano”. Me parece importante que la sociedad, sus
dirigentes políticos y los agentes sociales conozcan en toda su crudeza
el sufrimiento que está generando la crisis. Poner rostro a las
víctimas: denunciar los dramas familiares que se están produciendo, dar a
conocer la situación en que van quedando los parados sin futuro
laboral. Movilizarnos para que las víctimas no queden en el olvido.
Hemos de exigir a los responsables políticos y a los agentes sociales la
búsqueda del bien común, sin ignorar a estas gentes excluidas.
¿Qué añade la compasión a la justicia?
Es urgente rescatar la compasión como principio de actuación,
liberándola de una concepción sentimental y moralizante que la ha hecho
desaparecer de la práctica económica y política. El sufrimiento de las
víctimas ha de ser tomado en serio. Nuestra primera tarea es romper la
indiferencia. Resistirnos a seguir disfrutando de un bienestar vacío de
compasión. La solidaridad no es interesada, es compasiva. No es para
defender nuestro bienestar. Al contrario, va inevitablemente contra
nuestros intereses y nos exige revisar nuestro modo de vivir para
renunciar a lo que no necesitamos y compartirlo con los que lo
necesitan.
¿Cómo llegarán los últimos a ser los primeros?
A Jesús lo vemos siempre junto a los más necesitados: las gentes más
enfermas y desnutridas de Galilea, los pobres más indefensos y olvidados
por la religión, los más despreciados o indeseables. Él nos invita a
empezar por humanizar la vida de los últimos. ¿Por qué han de seguir
muriendo millones de seres humanos si en el mundo actual hay recursos
suficientes para todos? ¿Por qué tenemos que ser competitivos antes que
humanos? ¿Por qué tiene que ser el poder de los más fuertes y no la
solidaridad compasiva la que rija las relaciones entre los pueblos? ¿Por
qué hemos de aceptar como algo normal e inevitable un sistema que, para
asegurar nuestro mayor bienestar produce tanto sufrimiento y muerte?
¿Por qué hemos de seguir alimentando el consumo y la producción sin
límites, generando una espiral insaciable e infantil de necesidades
superfluas que nos vacían de sensibilidad humana? La solidaridad
compasiva nos puede hacer más humanos y más cristianos.
Publicado en alandar nº304
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