El papa Francisco prescinde del presidente de la Conferencia Episcopal Española como miembro de la Congregación de los Obispos
El poder del cardenal Antonio
María Rouco Varela, todavía arzobispo de Madrid y presidente de la
Conferencia Episcopal Española (CEE), se va apagando. Ayer dejó de ser
miembro de la Congregación para los Obispos, una de las nueve grandes
organizaciones de la curia vaticana, fundada por Sisto V en 1588 y entre
cuyas atribuciones está nombrar a la jerarquía de la Iglesia católica,
de ahí que se le conozca como “la fábrica de obispos”. El papa
Francisco, que también ha prescindido del cardenal tradicionalista
estadounidense Raymond Burke y del conservador italiano Mauro Piacenza,
ha confirmado en su puesto, sin embargo, al presidente de la
Congregación, el canadiense Marc Ouellet, y a los dos españoles, Antonio
Cañizares y Santos Abril.
La edad de Rouco Varela, 77 años, y su
próxima sustitución al frente del arzobispado de Madrid y del gobierno
de la Iglesia española serían causas más que
suficientes para justificar la decisión de Jorge Mario Bergoglio, quien
a golpes de timón —la creación de nuevos mecanismos de control sobre el
banco del Vaticano— o con virajes suaves —la sustitución de tal o cual
persona en este o aquel dicasterio— va ajustando la Santa Sede a su
imagen y semejanza. Pero tampoco a nadie se le escapa que la impronta
que Francisco va marcando frase a frase —“¿quién soy yo para juzgar a
los gais?” o “la Corte es la lepra del papado” —no se parece demasiado a
la que Rouco Varela viene dejando desde que, en 1999, asumió la
presidencia de la CEE. La pericia de Rouco para encontrar enemigos de la
fe y prometer el infierno es directamente proporcional a la de
Bergoglio para abrir la puerta de las parroquias a los descarriados
apelando a la misericordia. Si, al margen de la edad o de los años en el
cargo, hubiese que encontrar al príncipe de la Iglesia que busca
Francisco, “un pastor con olor a oveja”, que viaje “hacia las periferias
del mundo” para llevar “una iglesia pobre y para los pobres”, no parece que Rouco Varela diese el perfil.
Esta organización es clave en la curia; nombra a la jerarquía eclesiástica
En cualquier caso, la nómina de nombramientos y confirmaciones —la
Santa Sede no especifica las bajas ni por supuesto las justifica— deja
claro que la Congregación para los Obispos intenta expandirse. Llama la
atención, por ejemplo, que entre los 12 nuevos miembros cuatro provengan del otro lado del Atlántico: Francisco Robles
Ortega, arzobispo de Guadalajara (México), Rubén Salazar Gómez,
arzobispo de Bogotá (Colombia), el brasileño Joao Braz de Aviz, prefecto
de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, y Donald
William Wuerl, arzobispo de Washington. Además, y como era de esperar,
Jorge Mario Bergoglio confirma en su puesto como miembro de la
Congregación a Tarcisio Bertone, el secretario de Estado durante el
pontificado de Benedicto XVI y nombra a Pietro Parolin, el actual
secretario del Papa. También entraba dentro de lo previsto la
confirmación de los españoles Antonio Cañizares, a la espera de destino
después de concluir su mandato en la Congregación para el Culto Divino, y
de Santos de Abril, que si bien es mayor que Rouco Varela, tiene 78
años, es arcipreste de la basílica romana de Santa María la Mayor y
forma parte del círculo de confianza de Jorge Mario Bergoglio.
Cuatro de los 11 nuevos miembros provienen de América
Aunque la sustitución de Rouco Varela es un hecho y ya circulan
quinielas sobre su sucesor —tal vez con tanta posibilidad de éxito que
las de papables, que fracasaron todas—, lo que sí está claro es que su
alejamiento de “la fábrica de obispos” merma su poder para influir en su
sucesor. Si bien Jorge Mario Bergoglio, que hoy cumple 77 años, está
demostrando que ni le tiembla el pulso a la hora de hacer cambios
—Moneyval acaba de alabar sus esfuerzos por limpiar las finanzas de la
Santa Sede— ni de tomarse su tiempo ajeno a las prisas o a las
presiones. Después de sus frases de impacto, poniendo firmes a la curia
romana o llamando al orden a los poderes económicos, Bergoglio ha
lanzado un mensaje muy propio de la Navidad en una entrevista con el
diario italiano La Stampa: “Jamás debemos tener miedo de la ternura”.
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