Espionaje de Estados Unidos,
papeles de Bárcenas, tejemanejes de la infanta Cristina, trama de
corrupción Gürtel, Falciani, Snowden… Noticias frecuentes en muchos
medios. Pero quizás cabría informar más, con mayor detalle, sobre
cuestiones que afectan severamente a la ciudadanía. Para empezar que la
llamada crisis es resultado del movimiento que la minoría rica inició a
final de los 70. Cuando comprobó que disminuían sus beneficios. Un
movimiento nada inocente.
El plan se concretó en 1989 con el
Consenso de Washington: diez directrices “para garantizar el
crecimiento”. Pero, en verdad, un programa para asegurar el aumento de
beneficios del capital al apropiarse de buena parte de las rentas de las
clases trabajadoras.
El saqueo empezó con la progresiva, decidida y colosal reducción de
impuestos de los ricos. Una reducción que no cesa. En Europa hoy, por
ejemplo, se sustituyen cada vez más los impuestos directos por indirectos. Con el actual IVA, al comprar algo paga lo mismo Botín, dueño del banco Santander,
que un jubilado de pensión miserable. En España, una amnistía fiscal ha
librado a los delincuentes económicos de pagar lo mucho que deben por
lo mucho que han ocultado y defraudado.
Cuantioso pillaje en beneficio de la minoría rica es el rescate
permanente de la banca privada. Porque el rescate es con dinero que
aporta la ciudadanía al pagar sus impuestos y también al soportar los
recortes presupuestarios del Estado.
Una ayuda reciente es pagar aún menos intereses por los depósitos de
ahorro por orden del Banco de España. Así los bancos se ahorrarán 2.500
millones de euros. O que la banca recupere dinero de impuestos a pagar
en el futuro o abonados en los dos últimos años.
A esas notables contribuciones cabe sumar los 632.000 millones de
euros de ayudas públicas a la banca española hasta fin de 2012;
incluidos los muy baratos préstamos del Banco Central Europeo. Dinero de
impuestos de la ciudadanía de un modo u otro.
También es un modo de entregar rentas de la ciudadanía a la minoría
rica la brutal inflación de la vivienda de final de los noventa. Un 288%
de aumento del precio de pisos y casas. Sin olvidar el descontrol del sector financiero al tasar viviendas y dar préstamos hipotecarios.
Y, por supuesto, también forma parte del saqueo el crecimiento de la
deuda pública. Pues crece mucho más por la generosa ayuda estatal a la
banca. Dinero, avales, seguros… Deuda ilegítima que se pretende reducir
con severos recortes sociales.
También hay saqueo de las clases trabajadoras en beneficio de la minoría con las perpetradas reformas laborales:
despido barato y supresión de derechos laborales. Más la rebaja
constante de salarios y la precariedad laboral crónica. Resumió esa
voluntad de rapiña un empresario forajido, hoy encarcelado: “La solución
a la crisis es trabajar más y cobrar menos”. Genial. Pero para el FMI y
la Unión Europea no hay bastante y reclaman más “reformas”. Un último
capítulo de la depredación es el ataque contra las pensiones públicas.
Una reforma gubernamental hará que los pensionistas de España cobren
33.000 millones de euros menos en ocho años.
Y, para rematar, la privatización de servicios públicos esenciales;
educación, agua, sanidad… Convertir en lucrativo negocio privado los
derechos de todos.
La transferencia de rentas ciudadanas a los más ricos aumenta la
pobreza en Europa, Alemania incluida. En Grecia no solo aumenta la
pobreza, también los suicidios. Y en España, millones de familias viven
con economía de guerra. Muchas incluso sobreviven con la pensión del
abuelo. Mientras cientos de miles de jóvenes regresan a casa de sus
padres. Incluso se muere antes cuando aumenta la pobreza, según muestra
un estudio de las fundaciones de Educación para la Salud.
Lo reconoció Warren Bufffet, uno de los hombres más ricos del mundo,
al responder a un periodista sobre la crisis: “Por supuesto es lucha de
clases, y mi clase, la de los ricos, va ganando”. Robin Hood al revés:
robar a los pobres para dárselo a los ricos.
La crisis no es cuestión técnica, desgracia o acierto. Es saqueo.
Lucha de clases. Por ahora ganan. Pero saber bien qué ocurre permite
reaccionar. Y superar este estado de malestar. O como dicen algunos:
otro mundo es posible. Más justo, más decente.
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